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jueves, 22 de julio de 2021

Cuba está gritando

No es posible pasar de puntillas sobre lo que sucedió en Cuba el pasado 11 de julio. Como muchos de los lectores de este Rincón, seguí los acontecimientos por los medios de comunicación, aunque no dispuse de mucho tiempo por hallarme viajando de un lugar a otro. 

Han pasado más de diez días. Además de las informaciones periodísticas, he podido leer y escuchar la carta que la religiosa cubana María Victoria Olavarrieta dirigió al papa Francisco pidiéndole que “alzara su voz” contra los atropellos que las autoridades cubanas estaban cometiendo en Cuba. El texto es impresionante, pero el audio es todavía más dramático. Después, he tenido ocasión de leer algunos testimonios y reflexiones que me han hecho llegar algunos conocidos cubanos o personas que viven en la isla. Destaco, entre ellas, el artículo de Dagoberto Valdéz Hernández titulado “Escuchar la voz de nuestro pueblo”. Me parece una presentación concisa y objetiva de lo que está pasando en Cuba.

He estado una sola vez en ese país caribeño. Fue en el lejano 2004. Muchas cosas han cambiado desde entonces y, al mismo tiempo, todo sigue igual. Quienes consideran que Cuba constituye un experimento idílico de “socialismo con rostro humano” es probable que nunca hayan visitado un país al que pocos quieren ir (como no sea en calidad de turistas o de aventureros) y del que muchos quieren huir. Achacan al famoso bloqueo norteamericano la causa de todos sus males, olvidando que el problema fundamental (aunque no único) se encuentra dentro, en la perversión de un sistema que, bajo el señuelo de la justicia social, en realidad ha creado una macrocárcel colectiva. 

Que el sistema tenga algunos aliviaderos no significa que no sea un régimen totalitario. Es verdad que Cuba y sus míticos líderes (sobre todo, Fidel Castro y el Che Guevara) suscitan a partes iguales admiración y rechazo en todo el mundo. Cuanto menos se conoce de cerca la realidad cubana, más se mitifican sus logros. Quienes viven en las angosturas del sistema y no forman parte de su élite no tienen la visión idílica de quienes lo contemplan desde lejos con los prismáticos de una ideología comunista.

Tengo la impresión de que, tras más de 60 años de opresión, las cosas han comenzado a cambiar. Los protagonistas principales de este cambio son los propios cubanos. Oír su voz es esencial para saber qué sociedad sueñan y qué tipo de ayuda internacional necesitan. No se trata de ensalzar o demonizar un experimento político o de naufragar en la eterna pugna entre comunismo y capitalismo (“y tú más”), sino de algo más humano y elemental. En palabras de Dagoberto Valdez, el futuro pasa por “escuchar la voz de nuestro pueblo”, no por sustituir un totalitarismo por otro. En este proceso, él mismo pide “que la Iglesia, parte inseparable de nuestro pueblo, participe también: como madre que cuida a sus hijos, como educadora que forma ética, cívica y religiosamente, como mediadora y garante de un proceso de cambios pacíficos y consensuados con participación de todos y, sobre todo, que la Iglesia, que es experta en humanidad, alimente, cultive y fortalezca la vida espiritual de todos los cubanos, especialmente de aquellos que participan activamente en la vida social, política y cultural de la nación, para que los dos pilares de nuestra nacionalidad concebida en el útero de la Iglesia en el Seminario San Carlos, la Virtud y el Amor, sean cimiento y arquitrabe de la Patria y de la Vida que queremos reconstruir entre todos. Que la santidad de Varela y el humanismo de Martí sean la inspiración del alma cubana”.

Hay momentos en la historia en que no se puede mirar para otro lado. Me parece que este es uno de ellos. La libertad del pueblo cubano no significa carta blanca para que la isla se convierta en una finca de algunos poderosos oligarcas cubanos residentes en Miami o un satélite de los Estados Unidos. Lo que el pueblo pide es poder decidir libremente lo que quiere ser sin las amenazas y represalias a las que está acostumbrado. Esta voz no puede ser desatendida.


4 comentarios:

  1. Muy bien como siempre los cubanos de acá sufrimos junto a los cubanos de allá, cada golpe a los cubanos de allá nos duele a los cubanos de acá. Sólo hay un detalle, si de escuchar al pueblo cubano se trata, mi pueblo pide a gritos intervención humanitaria y militar ya. Eso no lo vi en su excelente artículo. Dagoberto Valdés es un «patriota» de los viejos, un hombre de fe con el temple de un mambí, pero estancado en un sueño y una lucha empolvada. La iglesia cubana, en la persona de sus obispos dirigió un ridículo y frío mensaje llamando al diálogo y acuerdos mutuos, mientras algunos de sus hijos sacerdotes o seminaristas eran golpeados y encarcelados solamente por caminar junto al pueblo al mismo ritmo martirial que Óscar Romero. Esto tampoco está en su excelente artículo. Sin embargo agradezco esa mirada y ese corazón puestos en mi querida y sufrida isla, como sacerdote claretiano es importante escucharlo, saber con claridad lo que piensa. Gracias y lo compartiré.

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  2. Hola Gonzalo. Desde aquí, desde el otro lado, un abrazo. Lamentablemente lo que ocurre desde hace años en Venezuela, lo que sucede en Cuba, Nicaragua, dentro de poco también Chile, y lo que ya estamos viviendo y "mamando" de la nutriente populista y demagógica doctrina kirchnerista en esta querida y gastada Argentina es el "entreguismo" de rodillas a la ideología y práctica comunista. Hasta la semana pasada según los datos de la única fuente creíble, como es la Universidad Católica Argentina (Jesuitas) tenemos el 48 por ciento de indice por debajo de pobreza, más que pobres.

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  3. Gracias Gonzalo, por toda la información que nos has facilitado… Tenemos mucho material para valorar y meditar… Sobran las palabras ante tanto dolor, no me salen… Hay mucho dolor que salta a la vista, y mucho dolor escondido que no se ve… que solo se comparte cuando por algún motivo se está cerca de los que sufren…
    Un contraste fuerte con nuestra sociedad.
    Duele más cuando has compartido vida y vocación, en este caso, con gente de Venezuela que con su sencillez y dolor contaba su vida.

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