En mitad de una conferencia
Zoom, derrotado por el calor de Madrid, me entero de la
inesperada muerte de Raffaella Carrà a los 78 años. Los lectores italianos y españoles no necesitan ninguna explicación porque, desde hace muchos años, Raffaela parecía una más de casa.
Cada día nos llegan noticias que nos sorprenden, desconciertan o entristecen. No son muchas las que nos alegran la vida. Por eso, nosotros mismos debemos convertirnos en reporteros de “buenas noticias”.
Eso es, al fin y al cabo, lo que significa la palabra “evangelizador”: persona que anuncia una buena noticia. Cuando atravesamos periodos de serenidad, todo nos parece admirable. Cuando, por el contrario, navegamos por aguas turbulentas, hasta el más mínimo detalle puede alterarnos.
Ayer, mientras sobrevolaba el Mediterráneo a la altura de Mallorca, pensaba en lo maravilloso que resulta comprobar que cada jornada hay día y noche. Los movimientos de rotación y traslación del planeta Tierra en el que habitamos son un prodigio de relojería sideral. Por más que lo sepamos, nos hace bien detenernos de vez en cuando en esta maravilla. Y lo mismo sucede con el “milagro” de la respiración humana, los cambios de estaciones, la reproducción y tantos otros fenómenos vitales y cósmicos. Vivimos tan rodeados de “milagros” que, a menos que nos detengamos un poco, nos pasan desapercibidos. Cuando nos paramos para tomar conciencia, entonces las “buenas noticias” aparecen en cascada.
Si algo me gusta del tiempo de
vacaciones es la posibilidad de contemplar las cosas con calma, incluso aquellas
que me resultan muy familiares. La actitud contemplativa desvela sin ninguna
violencia el misterio de las cosas. Aprendemos a entrar en una profunda comunión
con todo y con todos, superamos los estrechos confines de nuestro yo neurótico,
vemos que la vida siempre se abre paso, relativizamos nuestras heridas, desarrollamos
una fuerte actitud compasiva hacia los demás, domeñamos el orgullo que nos mata
porque descubrimos que somos una parte ínfima del todo, reaprendemos el arte de
la sonrisa, no miramos a nadie por encima del hombro.
En realidad, solo las personas
contemplativas pueden ser portadoras de “buenas noticias” (es decir, evangelizadores)
porque solo ellas acceden a la verdad, bondad y belleza de las personas y las
cosas. No es lo mismo ser un hombre o una mujer con capacidad de hacer cosas,
que ser un evangelizador.
Ayer fue un día muy caluroso en
Madrid. Hoy, por el contrario, tenemos una temperatura agradable. El tiempo nos
da una tregua antes del subidón de temperaturas pronosticado para el fin de
semana. El cielo está cubierto, aunque no se esperan lluvias. Por la ventana abierta
de mi cuarto madrileño, en el quinto piso de un edificio robusto, entra una suave
brisa matutina. Repaso los compromisos que me aguardan. Me hago el firme
propósito de ser portador de “buenas noticias”, pero no porque vaya a revelar
nada espectacular, sino simplemente porque voy a intentar descubrir la belleza de
las cosas más sencillas: desde un desayuno vegetariano hasta una buena
conversación en torno a un café con hielo.
No necesitamos nada extraordinario para
ser felices, sino la fuerza “extraordinaria” para descubrir que Dios nos ha
dejado infinidad de mensajes de amor en las realidades más cotidianas. Si
conseguimos leerlos y descifrarlos, entonces no necesitamos anhelar nada más. Solo
Dios basta. Esta obviedad, patente para los hombres y mujeres contemplativos,
puede constituir la más agradable sorpresa que un ser humano puede experimentar
tras muchos años de búsqueda insatisfecha.
Buena reflexión
ResponderEliminarGracias Gonzalo por tu consejo de: “ser contemplativos de manera que nos lleve a ser portadores de buenas noticias”
ResponderEliminarTu reflexión me lleva a otra: Las noticias “sensacionales” nos alejan de la realidad… Personajes que luchan para ganarse la fama y son aplaudidos y en cambio, no se valora ni se aplaude a aquella mujer que está gastando su vida para cuidar a sus familiares ancianos y enfermos, a la que, en medio de muchas dificultades está criando y educando a sus hijos, en el silencio de la pobreza… Y así podríamos descubrir tanta belleza y evangelización en el silencio de muchos hombres y mujeres que están dando su vida a favor de…!
A menudo encontramos “un vacío”, en nosotros, de todo tipo: material, espiritual, que nos lleva a anhelar aquello que no tenemos y nos lleva a estar siempre en búsqueda para llenarlo y tan cerca que lo tenemos "a la vuelta de la esquina".