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jueves, 22 de abril de 2021

Encuentros en el desierto


He empezado a preparar la conferencia que dentro de un mes tendré que pronunciar en la 49/50 Semana Nacional para Institutos de Vida Consagrada, que este año será en formato digital. El tema que me han adjudicado se titula “Espiritualidad de la vida consagrada en la sociedad de la información”, así que no tengo más remedio que engolfarme otra vez en asuntos que me gustan, como la revolución digital, el impacto de Internet en nuestras vidas y cosas por el estilo. Para no incurrir en tópicos, estoy todavía en la fase de documentación, tratando de ver qué está cambiando en el complejo mundo de las comunicaciones y cómo nos está afectando a los consagrados. 

Este sencillo blog me sirve de laboratorio para testar algunas reacciones que se pueden extender a otras áreas del océano (o desierto, según se mire) de Internet. El Rincón de Gundisalvus recibe una media de unas 400/500 visitas diarias. Algunos de los lectores son asiduos. De vez en cuando hacen comentarios en el espacio reservado para ello o expresan sus reacciones en el enlace que todos los días cuelgo en Facebook y Twitter. También sugieren temas o envían vídeos interesantes. Las mujeres suelen ser más atrevidas y participativas que los varones. Nada nuevo bajo el sol. Más de uno me ha dicho que aguarda la entrada de cada día con expectación y que le ayuda a ponerse en forma espiritual, sobre todo en este prolongado tiempo de pandemia. Este solo hecho justifica con creces el pequeño esfuerzo diario.

Hay otro segundo grupo de lectores que también son asiduos, pero en “modo Nicodemo”; es decir, de manera anónima y nocturna, sin dejar huella de su paso y sin expresar la más mínima reacción. Predomina en ellos una mezcla de curiosidad y distancia. Les gusta ver sin ser vistos. Quizás en algún caso se da un cóctel de admiración y timidez. Otros (tercer grupo) son visitantes esporádicos. Pinchan el enlace de Facebook cuando el título les parece interesante o cuando les gusta la foto que lo acompaña. Aparecen y desaparecen con total libertad. No pertenecen al grupo de amigos del Rincón. Nunca se les ocurriría, por ejemplo, participar en los encuentros digitales que periódicamente se organizan. Y hay, finalmente, un pequeño grupo de visitantes ocasionales, que se han topado con el blog por casualidad mientras tecleaban en el buscador de Google algún término que los ha remitido a él. Entran una o dos veces y ya no vuelven. Todos son bienvenidos. Internet nos asegura una gran libertad de movimientos, sin el peso de fidelidades sobrevenidas. 

Entre los visitantes del último grupo, a veces se dan sorpresas como la que nos propone la primera lectura de la misa de hoy. El diácono Felipe se encuentra con un funcionario etíope en el camino que va de Jerusalén a Gaza, en medio del desierto. Lo que sucede allí se asemeja mucho a lo que les pasó a los dos discípulos que se dirigían a Emaús, solo que aquí se presenta un itinerario bautismal y allí uno eucarístico. El funcionario está leyendo el profeta Isaías. Lee, pero no entiende. Felipe se ofrece para explicárselo. La conversación termina con el bautismo en las aguas de algún oasis. 

Internet es un océano (o un desierto, si nos atenemos al escenario mencionado en el encuentro entre el funcionario etíope y el diácono Felipe) en el que pueden darse encuentros inesperados que cambian la vida de una persona. He sido testigo de algunos. Por eso, me gusta más hablar de “milagros” que de “peligros”. Y así quiero subrayarlo en la conferencia que estoy preparando para el 22 de mayo. Internet es ya nuestro ambiente, por más que señalemos una y otra vez sus límites y riesgos. En él nos movemos y comunicamos. ¿Cómo prepararnos para los encuentros que pueden cambiar una vida? ¿Qué tipo de Felipes se requieren hoy para acompañar la búsqueda de muchas personas que “leen, pero no entienden”, que quisieran encontrar a Dios, pero se pierden en los mil vericuetos de la existencia? Este es uno de esos desafíos que los consagrados no podemos pasar por alto. Pero para responder a él necesitamos la audacia y la preparación del diácono Felipe, que bien podría ser nombrado “patrono de los que buscan en el desierto”.

Los madrileños se preguntan quién ganó ayer el debate entre los seis aspirantes a presidir la Comunidad de Madrid. Quedan pocos días para las elecciones autonómicas que tendrán lugar el próximo 4 de mayo. Por lo leído, fue un debate muy polarizado entre el bloque de izquierdas y el de derechas. Las encuestas digitales señalan una clara ganadora, pero serán las urnas quienes den el dictamen final. La política sigue siendo un campo demasiado minado. ¿No habrá otra forma de participación y corresponsabilidad ciudadana que no pase necesariamente por la mediación partidista? Espero que la encontremos. 

Yo prefiero recordar que hoy, 22 de abril, celebramos la Jornada Internacional de la Tierra, una más en el rosario de jornadas que pretenden despertar nuestra conciencia ecológica. Creo que, a medida que abrimos los ojos y vemos el deterioro del planeta, estas acciones van cobrando importancia, pero no es suficiente con tomar conciencia. Hay que pasar a la acción, modificar los modos de producción y los hábitos de consumo. En este campo, como en tantos otros de la vida, “ojos que no ven, corazón que no siente”. Hasta que no veamos que la subida de los océanos se “come” algunas de  nuestras playas favoritas, mientras no nos escandalicemos contemplando horrorizados las islas de plástico que navegan por los mares o veamos que terrenos otrora feraces se han desertificado, no acabaremos de tomar en serio este desafío. Esperemos que sea antes de traspasar el temido punto de no retorno.

1 comentario:

  1. Espero que compartas la conferencia tras esa semana. Vivimos el inicio de una nueva era y toda reflexión sobre este nuevo mundo es necesaria y bienvenida 🙂

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