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lunes, 22 de febrero de 2021

Ser pacíficos es inútil

(English below)

Lo leí anoche en la pancarta que abría una de las manifestaciones juveniles que tuvieron lugar en Barcelona: “Nos habéis enseñado que ser pacíficos es inútil”. Me sorprendió la frase. No sé si comprendí bien el alcance del mensaje. Intuyo que lo que quieren decir los miles de jóvenes que desde hace seis noches se echan a la calle es que si van de buenos por la vida nadie los escucha, que solo cuando se hace ruido o incluso se recurre a la violencia se empieza a hablar de sus reivindicaciones. Quizá los lectores americanos no saben que desde hace varios días se están produciendo violentas manifestaciones juveniles en algunas ciudades de España (sobre todo, en Barcelona y Madrid) como protesta por la encarcelación del rapero Pablo Hasél. Se discute sobre el derecho a la libertad de expresión y sus límites en las sociedades democráticas. El tema registra todos los matices posibles de una paleta cromática ya de por sí muy amplia. Más allá del caso singular, algunos expertos creen que la detención de Pablo Hasél ha sido el detonante que ha hecho estallar la rabia acumulada de muchos jóvenes. O quizá el desánimo producido por la crisis económica y la pandemia. Muchos ven que, a pesar de haber disfrutado de muchas ofertas formativas, su futuro es muy incierto.

A su manera, el nuevo primer ministro italiano Mario Draghi se refirió a este problema en su discurso de investidura ante el Senado. Traduzco sus palabras: 

Esta es nuestra misión como italianos: entregar un país mejor y más justo a nuestros hijos y nietos. A menudo me he preguntado si nosotros, y me refiero sobre todo a mi generación, hemos hecho y estamos haciendo por ellos todo lo que nuestros abuelos y padres hicieron por nosotros, sacrificándose sin medida. Es una pregunta que debemos hacernos cuando no hacemos todo lo necesario para promover el capital humano, la formación, las escuelas, las universidades y la cultura de la mejor manera posible. Es una pregunta a la que debemos dar respuestas concretas y urgentes cuando defraudamos a nuestros jóvenes obligándoles a emigrar de un país que, con demasiada frecuencia, no valora el mérito y aún no ha logrado una verdadera igualdad de género. Es una cuestión que no podemos eludir cuando estamos aumentando nuestra deuda pública sin haber gastado e invertido los mejores recursos posibles, que siempre son escasos. Cada despilfarro actual es una injusticia que cometemos con las generaciones futuras, un secuestro de sus derechos”. 

¿Cómo está incorporando nuestra sociedad a los jóvenes al mundo del trabajo y de la política? ¿Se trata de reproducir, sin más, el tipo de mundo que las anteriores generaciones hemos construido o de facilitarles los cambios que son necesarios?

Es obvio que, por edad, carácter y formación, me repugnan las imágenes de jóvenes quemando contenedores de basura, formando barricadas, rompiendo mobiliario urbano, lanzando adoquines contra la policía, asaltando algunas tiendas y negocios, robando ropa deportiva y otros artículos e insultando a las instituciones. Es obvio que, frente al grito “ser pacíficos es inútil”, yo recuerdo las palabras de Jesús: “Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios” (Mt 5,9). Es obvio, en fin, que la violencia engendra violencia. Pero lo que verdaderamente me inquieta es interpretar el significado de estas protestas y denunciar sus posibles manipulaciones. De no hacerlo, la mera represión policial y judicial será pan para hoy y hambre para mañana. Sé que, en el caso de Barcelona, se ha producido un extraño cóctel en el que se juntan las protestas por la encarcelación de Hasél, las reivindicaciones independentistas de muchos, las algaradas anarquistas y el desánimo por una pandemia interminable y una crisis económica y social cuyo alcance solo imaginamos. Quizá suene a cantinela inútil, pero me parece que la clave está en cuidar mucho más los procesos educativos y en considerar como máxima prioridad la inserción de los jóvenes en el tejido social (que incluye lógicamente el laboral) por encima de otros objetivos puramente economicistas. De lo contrario, estaremos asistiendo solo al comienzo de una serie de algaradas que pueden terminar en verdaderas revoluciones.

 

Being peaceful is useless

I read it last night on the banner that opened one of the youth demonstrations that took place in Barcelona: “You have taught us that being peaceful is useless.” I was surprised by the phrase. I don't know if I understood its message. I guess that what the thousands of young people who have been taking to the streets for the last six nights want to say is that if they go through life being good, nobody listens to them, that only when they make noise or even resort to violence do they start to talk about their demands. Perhaps American readers do not know that for several days now violent youth demonstrations have been taking place in some Spanish cities (especially in Barcelona and Madrid) in protest against the imprisonment of the rapper Pablo Hasél. The right to freedom of expression and its limits in democratic societies are being discussed. The topic registers all possible shades of an already very broad chromatic palette. Beyond the singular case, some experts believe that the arrest of Pablo Hasél has been the trigger that has exploded the accumulated rage of many young people. Or perhaps the discouragement produced by the economic crisis and the pandemic. Many see that, despite having enjoyed many training offers, their future is very uncertain.

In his own way, the new Italian Prime Minister Mario Draghi referred to this problem in his investiture speech to the Senate. I translate his words: 

“This is our mission as Italians: to hand over a better and fairer country to our children and grandchildren. I have often wondered whether we, and I am referring above all to my generation, have done and are doing for them all that our grandparents and parents did for us, sacrificing beyond measure. It is a question we must ask ourselves when we do not do all that is necessary to promote human capital, training, schools, universities, and culture in the best possible way. It is a question to which we must give concrete and urgent answers when we let down our young people by forcing them to emigrate from a country that too often does not value merit and has not yet achieved true gender equality. It is a question we cannot avoid when we are increasing our public debt without having spent and invested the best possible resources, which are always scarce. Every current waste is an injustice we do to future generations, a hijacking of their rights.” 

How is our society incorporating young people into the world of work and politics? Is it a matter of simply reproducing the kind of world that previous generations have built, or of facilitating the necessary changes?

It is obvious that, by age, character, and background, I am repulsed by the images of young people burning garbage containers, forming barricades, breaking urban furniture, throwing cobblestones against the police, assaulting some stores and shops, stealing sportswear and other items, and insulting institutions. It is obvious that faced with the cry “to be peaceful is useless”, I remember the words of Jesus: “Blessed are the peacemakers, for they shall be called children of God” (Mt 5:9). It is obvious, finally, that violence begets violence. But what really worries me is to interpret the meaning of these protests and to denounce their possible manipulations. Otherwise, mere police and judicial repression will be “bread for today and hunger for tomorrow.” I know that, in the case of Barcelona, there has been a strange cocktail in which the protests for the imprisonment of Hasel, the pro-independence demands of many, the anarchist riots, and the discouragement for an endless pandemic and an economic and social crisis whose scope we can only imagine go together. It may sound like a useless refrain, but the key is to take much more care of the educational processes and to consider as a top priority the insertion of young people into the social fabric (which logically includes the labor market) above other purely economic objectives. Otherwise, we will only be witnessing the beginning of a series of riots that could end in real revolutions.

3 comentarios:

  1. Todo lo que dices es verdad y nos obliga a reflexionar. Pero no podemos olvidar que siempre son los mismos y siempre hay detrás algunos que lo que buscan es “mover el árbol” y aprovechar los frutos que caigan. El desencadenante no es un individuo de padre millonario que se dedica a maltratar de palabra y también de obra a los que no “son como él”. El desencadenante son los aprovechados de la política y del poder que predican lo que no siembran.

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  2. Gracias Gonzalo por iluminar nuestra realidad, por tenernos paciencia, aunque no respondamos , si reflexionamos.
    Concepción Rodríguez.

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  3. HOla: Efectivamente creo que hay que cuidar mucho más los procesos educativos y desde muy pequeños inculcar que no todo vale, que hay que cuidar las formas, y si ya desde los colegios estamos dejando que los niños hagan lo que quieran y no tienen límites... mal pinta el tema. Me parece increible que la supuesta falta de libertad de expresión de pelee destruyendo negocios, tu ciudad y atacando a la policia y que encima algunos políticos les jaleen. Me ha parecido como la actuación de Trump al Capitolio pero duplicada. En fin. Un abrazo. Maria N.

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