La Cuaresma de
este año llega tempranera. Hace poco más de un mes que terminamos el tiempo de
Navidad. No sé si tenemos el cuerpo para “volver a la escuela” del Evangelio.
Nos hemos acostumbrado a tele-todo. Hay muchos que tele-trabajan,
tele-estudian, tele-celebran y tele-disfrutan. El prefijo “tele” es una palabra
griega que significa “lejos” o “a distancia”. ¿Puede uno también tele-convertirse?
Hoy la
palabra de Dios nos habla, más bien, de volver a casa. Y el papa
Francisco, en su mensaje
para esta Cuaresma nos dice que es “un tiempo para renovar la fe, la
esperanza y la caridad”. Por fuera, la vida va a continuar como siempre. A
diferencia de lo que sucede con la Navidad, la Cuaresma no ha sido secuestrada
por el comercio. No hay signos externos que denoten que hemos entrado en un
tiempo especial. Uno que no sea cristiano no percibe nada, a no ser un mayor
movimiento en torno a las iglesias para recibir la imposición de la ceniza,
que este año, por motivo del Covid, será “por
vía aérea”, sin contacto facial. Se podría decir que la procesión va “por
dentro”. Cada uno de nosotros estamos invitados a hacer una peregrinación
interior que nos haga caer en la cuenta de que “mirad, estamos subiendo a
Jerusalén...” (Mt 20,18).
Me he preguntado
qué rasgos podría tener esta segunda Cuaresma marcada por la pandemia. El año
pasado nos vimos sobrepasados por la sorpresa, el desconcierto, la cascada de
muertes y el temor. Este año, con cifras de contagiados y muertos muy parecidas
(o en algunos casos superiores) a las que tuvimos en marzo de 2020, parece que
hemos aprendido a convivir con el sufrimiento. Desaparecido el factor sorpresa,
vamos integrando esta pesadilla en nuestro ritmo cotidiano. Los seres humanos
tenemos una extraordinaria capacidad para digerir todo. Podemos vivir en paz y en
guerra, satisfechos y con hambre, a bajas temperaturas y derretidos por el
calor, con bonanza económica y con carestía. Solo necesitamos tiempo y un propósito que nos
empuje a vivir. O, por lo menos, a sobrevivir.
¿Somos mejores hoy que hace un
año como se decía en las primeras semanas de la pandemia, víctimas quizá de un
voluntarismo exagerado? ¿Necesitamos una nueva Cuaresma litúrgica cuando llevamos
un año de Cuaresma existencial? ¿Cómo seguir creyendo que una nueva travesía
del desierto nos llevará a la tierra prometida? O, si se prefiere, ¿habrá
Pascua tras 40 días de ayuno, oración y limosna? El cansancio producido por la pandemia
mina también nuestra resistencia espiritual y la confianza en que Dios va escribiendo
su obra en los renglones torcidos de la historia.
Sí, estas
preocupaciones me parecen muy pertinentes. Por eso, en un año tan probado como
este necesitamos seguir confiando en la sabiduría milenaria de la Iglesia que
nos invita a prepararnos para la Pascua con los tres medios clásicos: el
ayuno, la limosna y la oración. Los tres están interconectados, pero cada
uno de ellos nos ayuda a renovar una de las tres relaciones básicas que
sostienen nuestra vida.
- Mediante el ayuno aprendemos a relacionarnos con las
cosas, con el mundo, de una manera sobria, no posesiva ni dominadora.
- La
limosna es un símbolo de una forma nueva de relacionarnos con las personas en
cuanto hermanos y hermanas (“fratelli tutti”), no en cuanto competidores,
adversarios o enemigos.
- La oración restaura nuestra relación con Dios Padre.
Se
podría decir que los tres dinamismos nos ayudan a una “puesta a punto” porque
la experiencia nos dice que las tres relaciones se deterioran más de lo que nos
gustaría. Es curioso que cuando los cristianos orillamos estos medios por
considerarlos obsoletos, otras corrientes espirituales y terapéuticas los
recogen y reciclan presentándolos como el no va más de la liberación personal y
de la modernidad. El caso del ayuno, sobre todo, es paradigmático.
No es
necesario insistir sobre los
beneficios del ayuno para la salud integral, sobre el sentido de la limosna
entendida como solidaridad o sobre la necesidad de la oración
en un mundo secularizado. Lo que importa es tomarnos un tiempo para ver
de qué modo podemos hacer nuestros estos caminos teniendo en cuenta nuestra
edad, estado de salud y disposición interior. Aunque no haya signos externos en
nuestras calles que nos recuerden que ya ha empezado la Cuaresma, es necesario
que “la procesión vaya por dentro”.
ENCUENTRO ZOOM DE CUARESMA
Día: Viernes, 19 de febrero.
Hora: de 6 a 7,30 de la tarde (hora de España e Italia).
Tema: Antivirus de Cuaresma.
Enlace:
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