Carta a las Reinas Magas (o Majas)
Roma, 5 de enero de 2021
Queridas Reinas Magas (o Majas):
Hubiera querido dirigirme a Vuestras Majestades por vuestros augustos nombres,
pero no estoy seguro de cuáles son. Es probable que os llaméis Melchora, Gaspara
y Baltasara, aunque me parece que no es buena idea limitarse a feminizar los nombres
de vuestros tres colegas varones. A Vuestras Majestades las veo mucho más creativas. A falta de información precisa, yo os
llamaré Irene, Leticia y Lux, que es como decir paz, alegría y luz. Creo que de esta forma vuestros nombres constituyen ya regalos en sí mismos, imprescindibles en
estos tiempos que corren.
Sabéis de sobra que 2020 ha sido un año duro, aunque podría utilizar otros
adjetivos más expresivos. Como a vosotras no os va mucho perderos en
reflexiones teóricas acerca de lo que ha significado la pandemia, de lo que
podemos aprender de la experiencia y de las perspectivas que se abren en 2021, prefiero pediros cosas concretas, que es vuestra especialidad. Sé que sois expertas en promover y “cuidar la vida”.
Tal vez algunas de vuestras compañeras feministas se enojen un poco por esta interpretación, que la consideren un residuo de la mentalidad patriarcal y cosas por el estilo, pero
os he visto en Belén tan pendientes de los detalles concretos, tan hacendosas y eficaces, que creo no
equivocarme. Animado por esta convicción, me atrevo a pediros que nos traigáis:
- Dosis de vacunas suficientes para vacunar a la mayor parte de la población, incluyendo la de países que disponen de pocos recursos.
- Más médicos y personal sanitario que, con sueldos dignos, puedan dedicarse a una atención de calidad a los enfermos.
- Más cuidadores en geriátricos y residencias de ancianos que atiendan con cariño y profesionalidad a nuestros mayores y sean recompensados como merecen.
- Iniciativas empresariales que permitan crear puestos de trabajo para todos, especialmente para aquellos que lo han perdido a causa de la pandemia.
- Nuevas propuestas culturales que nos ayuden a restaurar el alma herida a través de la belleza del arte.
Y, como sé que las tres sois unas buscadoras incansables de la estrella que
conduce a Dios, también os pido que:
- Nos ayudéis a caminar hacia una Iglesia más sinodal, con una real participación de las mujeres en la vida de la comunidad.
- Nos traigáis nuevas vocaciones al matrimonio, al sacerdocio y a las diversas formas de vida consagrada.
- Nos echéis una mano para construir comunidades vivas que sepan acoger a quienes están solos, buscan un sentido a sus vidas y padecen cualquier tipo de necesidad.
Haciendo honor a vuestros nuevos nombres, también os pido que nos traigáis gestos de paz (Irene), dosis de alegría (Leticia) y destellos de luz (Lux). Ya hemos tenido suficiente guerra, tristeza y oscuridad en el año que acaba de terminar.
Como supongo que mantenéis buenas relaciones con vuestros colegas
varones, no os olvidéis de decirles que este año tal vez podrían cambiar el
oro, el incienso y la mirra por un botiquín de primeros auxilios. Hay muchas heridas que
curar tras tantos meses de pandemia. Tiempo habrá para otros festejos.
Vuestro sincero admirador,
Gundisalvus
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