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domingo, 6 de diciembre de 2020

Estamos siempre en camino

Una hipotética vía que fuera desde Babilonia hasta Jerusalén, desde el exilio a la patria, es un poderoso símbolo para explicar que el Señor siempre está viniendo a nosotros y que nosotros somos invitados a ir hacia él. Es el camino de la libertad y de la consolación, el sueño de quienes nos sentimos esclavos y desolados. Este me parece el mensaje central del II Domingo de Adviento

¿Conecta con lo que estamos viviendo a finales de este año 2020, que la revista Time ha calificado de manera exagerada como “the worst year ever” (el peor año de la historia)? Creo que sí. También nosotros necesitamos escuchar las palabras del profeta Isaías que se proclaman en la primera lectura de hoy: “Consolad, consolad a mi pueblo, –dice vuestro Dios–; hablad al corazón de Jerusalén, gritadle, que se ha cumplido su servicio, y está pagado su crimen, pues de la mano del Señor ha recibido doble paga por sus pecados.»” (Is 40,1). No es suficiente con que alguien nos pase la mano por encima del hombro y nos repita el mantra de que “todo irá bien”. Necesitamos un consuelo que cambie la realidad o, por lo menos, nuestra actitud ante ella. Solo Dios puede darnos esta consolación profunda porque solo él tiene el poder para hacerlo. Nosotros nos convertimos en humildes mediaciones de su consuelo.


En un domingo como hoy, mientras oigo la lluvia que cae sobre Roma incesantemente desde la pasada noche, mi meditación se convierte en oración:

  • Consuela, Señor, a quienes, tras casi un año de insidiosa pandemia, han perdido a algunos seres queridos sin poder despedirse de ellos como hubieran deseado. No permitas que su recuerdo esté lleno de amargura. Hazles ver que Tú los has acogido en tu  seno y que, en Ti, pueden entrar en comunión invisible con ellos.
  • Consuela, Señor, a quienes han perdido su trabajo y atraviesan una situación económica muy precaria; sobre todo, a aquellos que sienten la impotencia de no poder atender a las necesidades de su familia. Activa la solidaridad de todos nosotros para que nadie se quede sin lo necesario.
  • Consuela, Señor, a las personas ancianas que se han visto calificadas durante este año como “personas de alto riesgo” y a menudo han sido aisladas sin consideración a sus imperiosas necesidades afectivas. Haz que encontremos nuevos modos de relación para que no se sientan solas y pronto puedan experimentar la terapia de los besos y los abrazos.
  • Consuela, Señor, a las muchas personas que ven agotada su capacidad de resistencia y que han empezado a experimentar rabia, depresión, irritabilidad y miedo. Ayúdales a caer en la cuenta de que, con tu ayuda, podemos ser fuertes en la prueba, de que Tú tienes mucha paciencia con nosotros, porque no quieres que nadie perezca, sino que todos se conviertan (cf. 2 Pe 3,9).

En momentos de crisis, Dios siempre envía algunos profetas que nos ayudan a mantener la esperanza y nos indican cómo preparar el camino al Señor que viene. Juan el Bautista es una figura del pasado, el gozne entre los dos testamentos. Pero hoy también hay figuras, cercanas o lejanas, que nos invitan a la conversión, a dejarnos bautizar con el agua del Espíritu Santo, a ponernos en camino. Cuando, dentro de unos años, recordemos esta dura prueba de la pandemia, nos preguntaremos si hemos sido capaces de leerla como un “signo de los tiempos” (y, por lo tanto, como una llamada a la conversión) o nos hemos limitado a sufrirla, soportarla y comentarla. Si “sabemos que a los que aman a Dios todo les sirve para el bien” (Rm 8,28), ¿cómo hacer que esta pandemia nos sirva para ser mejores, purificar nuestra fe y sanar nuestro egoísmo? ¿Cómo podemos abrir un nuevo camino de vuelta a Dios y de cercanía a las personas? 

Si algo me impresionó el pasado viernes durante la reunión Zoom que tuvimos algunos lectores de este Rincón, es que hay “signos de esperanza” en medio del desierto que estamos atravesando. Siempre podemos abrir los ojos y ver lo mucho que Dios está haciendo en nuestro tiempo a través de hombres y mujeres que saben leer la situación, no pierden el tiempo en quejas insustanciales y se aprestan a echar una mano. Las autoridades nos invitan una y otra vez a “quedarnos en casa” para evitar los contagios. La Palabra de Dios nos invita a “ponernos en camino” para llevar la consolación de Dios a quien más lo necesite.

¿Cómo no escuchar en este domingo el famoso fragmento de El Mesías de Haendel basado en el texto de Isaías 40 que leemos en la primera lectura de hoy?



1 comentario:

  1. Me he fijado en el titulo de hoy “estamos siempre en camino”… Da la idea de movimiento… no podemos quedar parados… caminamos hacia un encuentro.
    Me ha gustado y me ha sido motivo de reflexión lo que escribes: “… el Señor siempre está viniendo a nosotros y nosotros somos invitados a ir hacia él…”
    Escribes también: “Necesitamos un consuelo que cambie la realidad o, por lo menos, nuestra actitud ante ella.” Lo necesitamos y creo que, a pesar de la dificultad, será más fácil cambiar nuestra actitud que esperar que cambie, por el momento, la realidad que vivimos. Gracias Gonzalo por haber convertido tu reflexión en oración y haberlo compartido... Un abrazo.

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