Recuerdo haber
leído en algún libro del hermano Roger Schutz de Taizé
una aplicación del funambulismo a la vida espiritual. El funambulista camina
sobre una cuerda o un alambre tensada procurando mantener el equilibrio para no
caerse. Si, preocupado por su estabilidad, dirigiera su mirada a los pies, es
muy probable que pronto perdiera el equilibrio. Normalmente, el buen
funambulista mira de frente al punto al que se dirige. Esta mirada, que parece
alejarse del lugar en el que se encuentra, es precisamente la que le ayuda a
dar pasos firmes. Creo que hoy muchos de
nosotros andamos por la vida como funambulistas que hacen lo indecible por no
caerse del fino alambre de la vida cotidiana. Hacemos equilibrios para mantener
un buen tono anímico, una economía saneada y una confianza básica en que las
cosas irán mejor. Estos equilibrios ordinarios se han visto alterados por la
pandemia, hasta el punto de que algunos se han precipitado en el abismo de la
desesperación o temen que pueda suceder en las próximas semanas.
¿Qué hacer
para no caernos? El funambulista nos ofrece una lección que es útil para la
vida. No debemos perder tiempo en mirarnos a nosotros mismos y en abandonarnos
a sentimientos victimistas. Si perdemos la perspectiva de adónde queremos
llegar, es fácil que no podamos mantener el equilibrio y nos caigamos. Lo
esencial es siempre mirar al frente, que el cuerpo siga a los ojos. Solo cuando
sabemos nuestra meta encontramos el punto de equilibrio y las fuerzas para
seguir dando pasos certeros.
Hoy celebramos la
fiesta de santa
Teresa de Jesús. Este año se cumplen 50 años desde su proclamación como doctora de la Iglesia por el papa Pablo VI. Si ha habido una mujer que se ha visto obligada a
caminar por un fino alambre, ha sido ella. Su vida estuvo llena de problemas en
un siglo extremadamente complejo. Pudo haberse caído. Lo que la salvó fue mirar
siempre al frente, a la humanidad de Jesús como camino hacia Dios. Nos lo
cuenta en el Libro de su vida: “Con tan buen amigo presente -nuestro Señor
Jesucristo-, con tan buen capitán, que se puso en lo primero en el padecer,
todo se puede sufrir. Él ayuda y da esfuerzo, nunca falta, es amigo verdadero.
Y veo yo claro, y he visto después, que para contentar a Dios y que nos haga
grandes mercedes quiere que sea por manos de esta Humanidad sacratísima, en
quien dijo Su Majestad se deleita”. Si estas palabras provinieran de una
persona superficial, que ha llevado una vida muelle, no tendrían ningún
crédito. Pero vienen de una santa que ha sido forjada en la fragua del sufrimiento,
que sabe por experiencia lo que significa mantener el equilibrio cuando los
vientos empujan y cuando parecen menguar las fuerzas. Solo la confianza en “tan
buen amigo” (Jesús) le permitió seguir adelante y llegar a la meta.
A medida que la
pandemia se alarga y se recrudece, se hace más pesada la pandemia anímica.
Muchas personas pierden las ganas de vivir y se abandonan a sentimientos de
derrota. O se dedican a autoexplorarse demasiado en un intento vano por
mantenerse a flote. Lo esencial es alzar la mirada y contemplar el horizonte,
hacer nuestras las palabras de Pablo: “Todo sucede para el bien de los que
aman a Dios” (Rm 8,28). Incluso esta pandemia puede ser vivida como gracia
si confiamos en Jesús. Como dice santa Teresa, “Él ayuda y da esfuerzo,
nunca falta, es amigo verdadero”. Ese “nunca falta” hay que entenderlo al
pie de la letra. Nunca es nunca. También ahora, en esta coyuntura, está junto a
nosotros, se hace cargo de nuestra situación, nos consuela y nos da fuerza y
equilibrio para no caernos del alambre y seguir caminando. Os invito a
reflexionar sobre estas palabras de Teresa escuchando una hermosa versión de su
famoso “Nada te turbe” realizada por el sacerdote y músico italiano Marco Frisina.
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