Un amigo que
ahora es misionero en Timor Oriental solía utilizar una frase cada vez que
quería señalar el comportamiento extravagante de alguien: “Es más raro que
un perro verde”. Sé que existen conejos azules en los Estados Unidos, pero
hasta hace poco nunca había visto un perro verde. Por fin vi uno el pasado
lunes en la zona Covid-19 del aeropuerto de Fiumicino. Ahí estaba
apostado, como queriendo controlar el espacio. Las orejas erguidas acentuaban
su actitud vigilante. El verde eléctrico de su pelo contrastaba con el blanco
clínico de las paredes. Ahora puedo decir que los perros verdes existen, aunque
estén hechos de resina o plástico. La vida está llena de cosas raras. Si todo
respondiera siempre a nuestras expectativas, acabaríamos por morir de aburrimiento.
La vida es programación, pero también desorden. Es cálculo, pero también
fantasía. Es ingeniería, pero también música. Es comida, pero también
literatura. Es soledad, pero también compañía. Abrazar todos sus extremos –
incluso sus contradicciones − nos hace sufrir más, pero también nos
dilata.
Ayer, durante
algo más de hora y media, tuvimos el primer Encuentro Zoom de los amigos
de este Rincón. Había personas de España, Italia, Estados Unidos,
Argentina, Guatemala, Costa Rica, Panamá, Colombia, República Dominicana… En algunos
momentos nos juntamos 35. Después de una brevísima presentación,
oramos unidos. Luego, sirviéndome de diapositivas, fui poniendo nombre a
algunas de las preocupaciones causadas por la pandemia. Traté de iluminarlas a
partir de ese “rosario existencial” que es la vida humana en la que se combinan
los misterios gozosos, luminosos, dolorosos y gloriosos. En efecto, nuestra
vida está traspasada de gozo, luz, dolor y gloria. Cuando perdemos la
perspectiva del conjunto, nos cuesta dar sentido a cada uno de los momentos
aislados. Ni el gozo ni el dolor son absolutos. Después – tal como había
anunciado hace tres días − escogí algunas pistas de la exhortación Gaudete et Exsultate del papa Francisco que nos pueden ayudar a vivir el momento
presente con esperanza: aguante, paciencia y mansedumbre [112-121]; alegría y
sentido del humor [122-128]; audacia y fervor [129-139]; en comunidad
[140-146]; en oración constante [147-157]. Les pedí a algunos de los
participantes que leyeran uno o dos párrafos. A esta presentación siguió un diálogo
en el que varios de ellos compartieron cómo están viviendo este tiempo. Alguno estaba
diagnosticado de Covid-19. La vida siempre tiene más fuerza que cualquier
reflexión. Terminamos con el vídeo de la hermosa Oración apostólica
de Claret.
En esta confusa
situación que estamos viviendo, a veces pienso que los cristianos somos como “perros
verdes”, personas un poco extrañas que, sin apartarse del mundo, viven de otra manera.
Jesús nos ha enseñado a vivir el dolor con esperanza, las ofensas desde el
perdón, la muerte abiertos a la vida plena. No estamos exentos de las vicisitudes
de cualquier ser humano, pero se nos ha concedido la fuerza del Espíritu santo
para traspasarlas y darles un sentido. Si siempre es necesario esto, en momentos como los actuales es imprescindible. No vamos a inventar una vacuna de la noche
a la mañana, pero sí podemos poner escucha y compasión en las relaciones
interpersonales. Cuando muchos se sienten tentados de tirar la toalla, nuestra
serenidad debe transmitir la certeza de que el Señor sufre y camina con
nosotros, no se desentiende de nuestras preocupaciones. Cuando la rabia
degenera en violencia (como vimos ayer en Barcelona y Burgos, por ejemplo), mantenemos
la calma y buscamos alternativas. Como el “perro verde” de Fiumicino, estamos
vigilantes para que, a los efectos deletéreos del virus, no se añada la
devastación producida por la angustia, la violencia y la desesperanza.
Buenas tarde, hoy sere breve porque soy Misionera Claretiana, o sea de la familia. y estamos de retiro. Me gusta lo de viajar con el atillo porque me recuerda a Claret, quiero mucho a N/ Padre Fundador, soy Claretiana por Él. Era muy joven cuando lei su autobiografía. A los 18 años decidí ser Misionera y me marchaba de unas Misioneras Seglares. Al comentarlo con mi confesor, Claretianp, me dijo ¿no sabes que hay Claretianas?- Nolo sabía, siempre agradeceré al P. Albert habermelas dado a conocer y haberme acompañado al noviciado junto con mi madre, una santa mujer.
ResponderEliminarAnte todo, muchísimas gracias, Gonzalo, por el encuentro de ayer… Por toda tu entrega para hacer llegar el mensaje… Me ha hecho mucho bien confirmar aquello que sé, que, esparcidos por el mundo somos muchos los que estamos haciendo camino en una misma dirección.
ResponderEliminarLeyendo, lo que has escrito hoy, después de reflexionarlo mucho y con la vista puesta en el Rosario de la Vida, mensaje que nos diste ayer, he descubierto que es una realidad a la que no le daba importancia cuando dices: “No estamos exentos de las vicisitudes de cualquier ser humano, pero se nos ha concedido la fuerza del Espíritu santo para traspasarlas y darles un sentido”. De ahí puede venir la serenidad que en muchos momentos experimentamos, sin darle mucho valor , serenidad que nos lleva, como escribes, a “transmitir la certeza de que el Señor sufre y camina con nosotros, no se desentiende de nuestras preocupaciones”.
Un abrazo.