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lunes, 27 de julio de 2020

Las identidades asesinas

Me inspiro en el libro homónimo del franco-libanés Amin Maalouf para la entrada de hoy, que quiero dedicar a la reapertura de la basílica de Santa Sofía en Estambul (Turquía) como mezquita musulmana. Durante más de mil años, desde el 360 al 1453, fue basílica cristiana-ortodoxa, con el breve paréntesis de 1204 a 1261 en que fue catedral católica de rito latino. Tras la conquista de Estambul por los otomanos, se transformó en mezquita musulmana hasta 1931, fecha en la que el espacio fue secularizado. Posteriormente, en 1935, se convirtió en museo. El pasado viernes, por decisión personal de Erdogan, presidente de Turquía, volvió a fungir como mezquita, a pesar de las protestas del papa Francisco, de otros líderes cristianos (sobre todo, ortodoxos) y de la UNESCO. El paso simbólico está consumado. Podría parecer que se trata de uno más de los muchos cambios que se han producido a lo largo de la historia, pero en el contexto actual tiene un significado más profundo.

Es verdad que cuando observamos la historia ha sido normal convertir los santuarios de una religión en lugares de culto de la potencia conquistadora o de la religión dominante. Muchos edificios romanos, por ejemplo, se transformaron en iglesias cristianas. En Roma abundan los ejemplos. Iglesias y catedrales del Medio Oriente o del sur de España acabaron siendo mezquitas. Algunas mezquitas (pensemos en la famosísima de Córdoba) se transformaron en catedrales. Esta continua resignificación era una forma visible de mostrar el poderío de los vencedores. 

Lo que a lo largo de la historia ha sido “normal”, resulta muy chocante en el siglo XXI. Cuando Erdogan ha tomado la decisión de reabrir Santa Sofía como mezquita musulmana está lanzando un claro mensaje. Basta ver y escuchar su discurso en el vídeo (con subtítulos en inglés) que he puesto al final de esta entrada. Erdogan, por más que no renuncie a la entrada de Turquía en la Unión Europea, se está convirtiendo en uno de los representantes del Islam combativo. Igual que Modi busca con denuedo hacer de la India un país hindú despreciando el pluralismo consagrado por la actual Constitución del país, Erdogan aspira a islamizar Turquía para convertirla en un polo de referencia en la lucha contra la “decadente” civilización occidental. Por desgracia, a pesar de los muchos esfuerzos de diálogo interreligioso e intercultural que se están realizando en el mundo, los fundamentalismos no dejan de crecer. Es posible ser musulmán en los países de cultura cristiana, pero no siempre es posible ser cristiano en algunos países de mayoría musulmana. Se puede ser comunista en los países libres, pero no es fácil ser libre en los países comunistas. Cada uno podemos pensar lo que nos parezca, pero hay hechos que son tozudos. 

Dicen que hoy será uno de los días más calurosos del verano. En algunos lugares de España la temperatura superará los 40 grados. Donde yo me encuentro, no creo que pase de los 32 en pleno mediodía. En cualquier caso, por la noche desciende a 14-16 grados, lo que permite dormir con tranquilidad. Necesitamos enfriar las altas temperaturas producidas por las identidades “excesivas”, que -en algunos casos- pueden convertirse en “asesinas”, por emplear la expresión de Maalouf. Es muy probable que la globalización del virus acelere el crecimiento de tantas identidades religiosas, nacionales, culturales, lingüísticas que se ven como refugios frente al enemigo exterior. En este río revuelto, Erdogan ha aprovechado ya para hacer su particular pesca. La grandeza y la fragilidad de los sistemas democráticos frente a los autocráticos estriba en las dificultades para dar respuestas contundentes a corto plazo. Esta lentitud es un factor que juega a favor de quienes como Ergodan, Putin, Xi Jinping y Modi quieren alterar la mesa de juego del mundo y aun las reglas. Veremos qué jugadas realizan en los próximos meses. La pandemia no está fuera de este juego. Más vale no pecar de ingenuos.


2 comentarios:

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