En Roma ha amanecido un día luminoso y fresco. La ciudad se mueve con aparente calma, pero todavía
no hemos recuperado el ritmo de los meses anteriores a la pandemia. Los estudiantes están terminando
un curso académico cuya segunda mitad ha sido rara. Se multiplican los
exámenes on line. Muchos se preguntan si durante los próximos meses de
julio y agosto se recuperará el turismo o seguiremos padeciendo las consecuencias
de la crisis. En este contexto de progresiva recuperación de la normalidad y de
incertidumbre, celebramos hoy la solemnidad del Sagrado
Corazón de Jesús. El texto del evangelio de Mateo que la liturgia
propone para hoy parece escrito para los tiempos que vivimos: “Venid a mí
todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré. Cargad con mi yugo
y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis vuestro
descanso. Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera” (Mt 11,28-30). Jesús
nos invita a ponernos en camino, a acercarnos a él. Nos ve como “cansados y
agobiados”. Estamos cansados porque llevamos casi cuatro meses confinados o
con medidas restrictivas y ya nos hemos hartado de los supuestos beneficios
del aislamiento doméstico. Pero, lo peor de todo es que podemos estar “agobiados”
por el peso de lo que hemos vivido y de lo que nos aguarda. Naturalmente, este
agobio tiene manifestaciones muy diversas según las personas. No es
lo mismo haber vivido a salvo del coronavirus y sus repercusiones emocionales
y económicas que haber padecido en carne propia sus consecuencias. Por mucho
que agobien las noticias de las televisiones, lo que de verdad “agobia” es
haber experimentado de cerca hasta qué punto un virus puede cambiar en pocas
horas o días la vida de una persona, una familia o una comunidad.
Sentir que Jesús
se hace cargo de este agobio, que no estamos solos, es el comienzo de un camino
de recuperación. La invitación que Jesús nos hace luego resulta incomprensible
para quienes siempre han vivido en contexto urbano, pero muy clara para quienes
proceden del mundo rural. Podemos imaginar una yunta de bueyes uncida a un yugo
que la mantiene unida mientras arrastra un peso. Me vienen a la memoria recuerdos
de mi infancia. He visto muchas veces esta estampa de bueyes tirando de un
carro cargado de hierba, de cieno o arrastrando pinos. Imaginemos ahora que esa
extraña yunta está formada por Jesús y cada uno de nosotros, unidos ambos por
el mismo yugo. Es interesante notar que la palabra “cónyuge” (aplicada a los
esposos) tiene la misma raíz. Significa el que comparte el yugo con otra persona.
Los “cónyuges” son también “consortes” porque comparten la misma suerte. Cuando
dos están unidos por el mismo yugo no puede ir cada uno en direcciones
opuestas. Deben caminar a la par. El yugo de Jesús (que, en definitiva, es la
cruz) es “ligero” porque casi todo el peso recae sobre él. La clave,
pues, para soportar el peso de la vida es “uncirnos” [el corrector automático de mi ordenador se empeña en escribir unirnos; se ve que el verbo uncir le parece obsoleto] a Jesús, entrar en íntima
comunión con él, caminar junto a él, seguir su misma suerte.
Hoy se habla de eliminar
todos los yugos que “subyugan” (es decir, avasallan, sojuzgan, o dominan violentamente)
a los seres humanos. El “yugo” se ha convertido en un símbolo de opresión. En
las últimas semanas se han multiplicado las manifestaciones en Estados Unidos y
otros países en contra del inveterado yugo del racismo. Sin embargo, Jesús no
se refiere al “yugo” como símbolo de esclavitud, sino de libertad, de descanso:
“encontraréis vuestro descanso”. Su “yugo” (en definitiva, su cruz) no
es opresor porque es expresión de amor, el fruto de alguien que se presenta a
sí mismo como “manso y humilde de corazón”, en línea con los que son bienaventurados
por el mismo motivo. Nos hace bien meditar este mensaje en estos tiempos del
coronavirus en que necesitamos restaurar la confianza en nosotros mismos, en
los demás y en Dios. Frente al “yugo” insoportable de la pandemia, se nos
ofrece el “yugo” ligero de Jesús. Unidos a él, podemos cargar con la existencia
porque casi todo el peso recae sobre sus hombros.
Gracias Gonzalo, por esta idea y explicación del "yugo". Después de leerlo resulta más fácil entrar en esta dinámica.
ResponderEliminarGracias Gonzalo.
ResponderEliminarHe visto que se me había pasado esta entrada y me ha encantado por los matices que acabas de introducir en mi vida. Todos los días se aprenden muchas cosas. Hoy acaba de comenzar y ya voy bendecido por mucho tiempo. Gracias.