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sábado, 6 de junio de 2020

Se buscan mediadores

Ayer, por primera vez después de más de tres meses, me interné en el corazón de Roma a bordo del autobús 53, que me dejó a cuatro pasos de la Fontana de Trevi. Hacer buena parte del recorrido solo en un autobús urbano y contemplar la Fontana con media docena de turistas son experiencias que nunca había tenido. Es cierto que la gente puede moverse libremente por la ciudad y que las mascarillas solo son obligatorias en espacios cerrados o medios de transporte públicos, pero la verdad es que todo funciona a medio gas. La falta de turistas hace de Roma una ciudad un poco más apagada, pero por eso mismo más hermosa y vivible. 

Hacia las tres y media de la tarde estaba ya frente a las puertas de la Universidad Pontificia Gregoriana en la que yo mismo estudié hace casi 40 años. El motivo de mi visita era participar en la defensa de la tesis doctoral del P. Antonio Bellella Cardiel, un misionero claretiano de Madrid. Siguiendo los estrictos protocolos sanitarios, solo pudimos participar cinco personas, además del doctorando y los miembros del tribunal. Por suerte, el acto fue retransmitido por el canal de YouTube de la universidad, así que los familiares y amigos pudieron seguirlo desde sus casas. A la entrada, una de las chicas de la recepción nos midió la temperatura (36,3 grados era la mía), nos invitó a lavarnos las manos con gel hidroalcohólico y nos indicó el camino hacia el aula C012 donde se iba a desarrollar la ceremonia académica.

Hacía tiempo que no participaba en algo semejante. El presidente del tribunal, un jesuita argentino, nos permitió quitarnos las mascarillas dado que entre los asistentes se garantizaba sobradamente la distancia de seguridad. Tras una breve oración inicial y los saludos de rigor, el doctorando dispuso de treinta minutos para presentar su tesis. Intervinieron luego los profesores Miguel Coll (director de la tesis) y Nicolás Álvarez de las Asturias Bohorques (censor, que intervenía por videonferencia desde Madrid). Por el tenor de sus observaciones y preguntas, se notaba que ambos habían leído a fondo la obra y que les había gustado mucho. Ambos reconocieron su valía. Alabaron el tema escogido, la investigación realizada en numerosos archivos, el texto claro y bien trabado y las conclusiones finales. Hay que reconocer que la obra del profesor Bellella, que yo mismo he leído parcialmente, es un riguroso trabajo de investigación histórica por el que merece ser felicitado. De hecho, creo que todos los miembros del tribunal lo hicieron de muy buena gana. 

Es muy probable que a los lectores de este Rincón el tema de la tesis no les sugiera casi nada. Si lo traigo hoy aquí es por las repercusiones que tiene para entender mejor nuestra situación actual. El título de la tesis es: “Un mediador en tiempo de conflictos. La obra de Juan Postius, CMF, en la Segunda República Española (1931-1936)”. La Segunda República Española duró poco más de un lustro. Abundan las interpretaciones de diverso signo. Para algunos, fueron años gloriosos en los que España se subió de nuevo al tren de la modernidad laica. Para otros, exacerbó las tensiones que se venían arrastrando desde el siglo XIX y dividió al país en dos mitades irreconciliables. Fueron, en cualquier caso, años muy complejos en los cuales las relaciones entre el poder político y la Iglesia se caracterizaron por constantes tensiones. En ese clima, destacaron algunas personas –como el claretiano Juan Postius Sala (1876-1952)– que intentaron una ardua tarea de mediación, en buena medida fracasada  (o mejor, atropellada). El P. Postius, movido por sus ideales cristianos y con una amplia formación jurídica, procuró por todos los medios buscar el encaje legal de la Iglesia (y, más específicamente, de las órdenes y congregaciones religiosas) en el nuevo orden republicano, pero no consiguió evitar las tensiones que condujeron finalmente a la guerra.

No se puede resumir una tesis voluminosa en unas cuantas líneas, pero sí se puede extraer una lección que es válida para hoy. A menudo, los conflictos surgen cuando solo vemos las razones que avalan nuestros puntos de vista y no hacemos un esfuerzo sincero por abrirnos a otras visiones, aun cuando no las compartamos. Solo el esfuerzo de cruzar a la otra orilla e incursionar en territorio desconocido puede ayudarnos a descubrir puntos de encuentro y vías de solución. Hay personas que tienen esta capacidad diplomática. Otras, por el contrario, parecen estar hechas de granito porque no se mueven ni un milímetro de sus posiciones. En sociedades complejas como las actuales, necesitamos personas expertas en la “mediación”, en tender puentes entre los diversos, en buscar salida a los conflictos mediante una unidad superior que trascienda los puntos de vista de las partes enfrentadas. En los tiempos del coronavirus y en la crisis que nos acompañará en los próximos meses o años, será difícil encontrar salidas sin personas de este tipo. Los líderes del “conmigo o contra mí” son buenos para enardecer a sus seguidores y demonizar a sus adversarios, pero apenas sirven para encontrar respuestas eficaces, que es lo que más estamos necesitando. Nos sobran sentimientos belicosos y nos faltan propuestas y compromisos prácticos.

1 comentario:

  1. Gran entrada y cuán necesarias son esas cualidades que mencionas no solo en los líderes y responsables políticos, sino en todas y cada una de las personas que habitamos en este curioso mundo.

    ¿Habría alguna posibilidad de leer la tesis del Padre Antonio?

    PD: Ya era hora de que respirases aire fresco romano.

    Pablo M.

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