Podría buscar otro tema, pero resulta difícil mirar para otro lado en estos tiempos convulsos que vivimos. En el supermercado de Internet uno encuentra un poco de todo:
desde visitas virtuales a algunos de los mejores museos hasta juegos para entretener
a los niños en casa, recetas de cocina para una vida en cuarentena u oraciones
a diversos santos impetrando su protección contra la pandemia. La creatividad
no tiene límites. Al final, como denuncia con gracejo andaluz un vídeo que me
ha llegado a través de WhatsApp, no vamos a tener un minuto libre para descansar.
Son tantas las ofertas que nos llegan (clases de yoga, series televisivas,
juegos on line, lecturas recomendadas,
actos simbólicos en las ventanas, cadenas de oración, etc.) que ni siquiera
vamos a disfrutar un poco de los beneficios de la soledad y del silencio. Es
como si todos sintiéramos una especie de horror
vacui que hay que rellenar a toda costa. Al final, uno cae en la cuenta de
que el problema no es matar el tiempo de forma más o menos entretenida, sino cultivar
algunas actitudes que nos permitan afrontar eficazmente la crisis.
La primera es la
confianza en que podemos superarla. En Italia se ha hecho viral la frase “tutto andrà bene” (todo saldrá bien). Indica
una gran confianza en la fuerza de la vida, en la capacidad de los seres
humanos para afrontar los problemas y, en definitiva, en Dios como fundamento
de todo. Los cristianos creemos en el Dios “amigo de la vida”. Jesús nos ha
dicho con claridad que nuestro Padre no es un Dios de muertos sino de vivos (cf. Lc 20,38),
que quiere siempre que todos sus hijos e hijas vivan con dignidad. Esta
convicción nos da la fuerza para no desesperarnos, para seguir combatiendo la
pandemia con todos nuestros recursos. La confianza en que ce la faremo está detrás de los
científicos que buscan desesperadamente una vacuna contra el Covid-19, del personal sanitario que, arriesgando su salud y a veces su vida, se esfuerza por acompañar a los
enfermos, de los agentes sociales que intentan poner orden en estos
momentos de confusión. No hay lucha sin confianza en la victoria. No activamos
nuestras energías cuando nos abandonamos al fatalismo, cuando tiramos la toalla
o cuando sospechamos que “tutto andrà
male” (todo saldrá mal).
Para los creyentes, la fuente primigenia de la confianza es la oración. Por eso, se nos invita estos días a intensificar nuestros tiempos de escucha de la Palabra de Dios y de una plegaria que nazca del corazón. Dado que no podemos visitar las iglesias, el propio hogar se convierte en esa iglesia doméstica en la que todos sus miembros pueden encontrar cada día un momento para orar juntos. Pueden servirse del Rosario, de la Liturgia de las Horas o de cualquier otro modo.
Para los creyentes, la fuente primigenia de la confianza es la oración. Por eso, se nos invita estos días a intensificar nuestros tiempos de escucha de la Palabra de Dios y de una plegaria que nazca del corazón. Dado que no podemos visitar las iglesias, el propio hogar se convierte en esa iglesia doméstica en la que todos sus miembros pueden encontrar cada día un momento para orar juntos. Pueden servirse del Rosario, de la Liturgia de las Horas o de cualquier otro modo.
La segunda
actitud es la responsabilidad. Abundan en Internet los llamamientos por parte
de médicos, periodistas y otras personas a quedarse en casa y no colapsar los
servicios de urgencias de los hospitales. Me cuesta aceptar cómo sigue
habiendo personas inconscientes que no acaban de entender la gravedad de la
crisis que estamos viviendo y que, con sus comportamientos irresponsables,
ponen en riesgo su salud y la de los demás. Tanto en España como en Italia las
fuerzas del orden están imponiendo muchas multas a estos “criminales”. Ha
pasado ya el tiempo de la frivolidad y de las bromas. Solo es posible hacer
frente a una crisis de estas dimensiones cuando todos sin excepción asumimos
nuestra cuota de responsabilidad y pensamos no solo en salvarnos nosotros, sino
en el bien común.
Esto nos lleva a la tercera actitud: la solidaridad. En toda
crisis hay personas que pierden (los más débiles) y personas que ganan (los más
aprovechados). Resulta doloroso comprobar que algunos desalmados que están haciendo
negocio vendiendo mascarillas o gel clínico a precios prohibitivos. Gracias a
Dios, abundan mucho más quienes en estos días multiplican los gestos de cercanía
y solidaridad con las personas ancianas (sobre todo, las que viven solas), las
personas de la calle o las que, por diversas circunstancias, acusan más el peso
de la crisis. Si el egoísmo inventa formas de explotación, la solidaridad es
más creativa. ¡Ojalá la crisis del Covid-19 despierte en nosotros el sentido
de pueblo, de comunidad, y de esta forma superemos el individualismo cultural
que estaba royéndonos el alma desde hacía mucho tiempo!
Hola Gonzalo, ¿cómo estás tu y tus hermanos de Comunidad? ¿cómo va la recuperación del accidente?
ResponderEliminarSí, tienes razón hay personas inconscientes de la gravedad de la crisis... pero también las hay que lo son por su ignorancia... me encuentro con todo.
Estamos saturados de información y luego hay personas que no la saben "digerir". Este es mi trabajo estos días, ir aclarando conceptos para que la gente sea más consciente de lo que está pasando y como consecuencia más responsable y se cuiden más ellos para evitar contagios y por lo tanto mejorar la salud de los demás.
Bravo!
ResponderEliminarGracias por tus palabras, en estos momentos tan particulares y desconcertantes. Como bien dices, ojalá acrecentemos nuestra confianza en el Señor y nos demos cuenta que no podemos controlar todo, que seamos responsables y solidarios haciendo esas pequeñas cosas que nos acercan a los demás, una llamada, un correo... como muestra de que verdaderamente nos importan los demás. Gracias, Gonzalo, por estar ahí y regalarnos palabras de ánimo.
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