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viernes, 14 de febrero de 2020

Hasta que la oxitocina nos separe

Hoy es la fiesta litúrgica de los santos Cirilo y Metodio, pero todo el mundo asocia el 14 de febrero a san Valentín y el “día de los enamorados”. La existencia de san Valentín y su testimonio cristiano importan poco. Para la gran mayoría, incluso en países de culturas no cristianas como Arabia Saudita o Japón, el día de san Valentín es el día de los enamorados o el día del amor y la amistad. Creo que en España se introdujo la fiesta a mediados de los años 50 del siglo pasado como una forma de incentivar la venta de regalos. Hoy sigue siendo fundamentalmente eso: una fiesta comercial. Es curioso que cuanto más se celebran estas fiestas románticas, más frágiles y quebradizas parecen ser las relaciones amorosas. Se ve que andamos escasos de oxitocina, la hormona responsable de crear o fortalecer vínculos de proximidad y relación entre las personas. Leo que se trata de una pequeña proteína descubierta en 1906 por el farmacólogo inglés Henry Dale. Se fabrica en el cerebro, en las neuronas del hipotálamo y se deposita bajo él en la glándula hipófisis. Su nombre deriva del griego. Está compuesto de dos palabras que significan “nacimiento rápido”. Por si alguien pierde el juicio y va a pedirle a su médico de cabecera una dosis de oxitocina, leo en El País de hoy que “debemos ser muy prudentes a la hora de valorar los efectos y las funciones de la oxitocina. No hay duda de que es una hormona prosocial, es decir, una hormona que contribuye, aunque de manera todavía muy desconocida, a establecer o reforzar vínculos entre las personas, no necesariamente de carácter sexual. Pero sería una simplificación y un error considerar que ella sola es la responsable de esos vínculos en un cerebro donde coexisten multitud de sustancias químicas, muchas de ellas hormonas también o neurotransmisores, que interactúan de forma compleja para generar los sentimientos y el comportamiento de las personas. Son demasiados los factores que influyen en las interacciones y los vínculos sociales humanos como para simplificarlos en una hormona”.

Con o sin hormona, el enamoramiento goza hoy de muy buena salud. Por todas partes se ensalza la fuerza de la atracción entre un hombre y una mujer (o entre personas del mismo sexo). Sin este elemento, a muchas de las novelas, películas y canciones que se producen les faltaría el ingrediente principal. Es como si todo el universo dependiera de esta fuerza que arrastra a los seres humanos y que ha recibido infinidad de nombres. Puede ser vista como una fuerza divina o como un mero baile hormonal. ¿Por qué de vez en cuando se desencadena una atracción casi irresistible entre dos personas? ¿Qué sucede en realidad cuando se produce el fenómeno del enamoramiento? ¿Cuánto suele durar la fase del enamoramiento en una relación? Todo ha sido sometido a examen, pero no es fácil sacar conclusiones. Hay personas que coleccionan muchos enamoramientos de corta duración y otras que saben convertir el enamoramiento inicial en una relación estable que va madurando con el paso del tiempo. Este suele ser el desafío de toda relación y también la causa de las mayores frustraciones. En realidad, cuando nos enamoramos no hemos aprendido todavía a amar. La persona que nos atrae es una luz que se enciende en la caverna de nuestra soledad para hacernos ver sus dimensiones exactas. Esa luz –que se puede apagar en cualquier momento– no basta para hacer de la atracción una respuesta de amor. Se requiere un lento aprendizaje del “arte de amar”. Cuando se olvida esto, el fracaso está asegurado de antemano.

¿Se puede amar sin morir a uno mismo? La respuesta cultural es que sí; la realidad es que no. Si amar significa la capacidad de darse, esto es imposible sin salir de uno mismo para ir al encuentro del otro. La trampa del enamoramiento consiste en creer que vamos a ser felices cuando encontremos a la mujer de nuestros sueños o al príncipe azul. Toda la publicidad juega siempre con este señuelo. No importa que la experiencia nos diga una y otra vez que es falso. Caemos en sus dulces garras como adolescentes que lo experimentan por vez primera. Amar no consiste en encontrar a la persona que encaje con nuestra soledad, sino en aprender a desarrollar la capacidad que todos los seres humanos tenemos de dar y de darnos. Cuando esta capacidad permanece atrofiada, haremos de cualquier encuentro interpersonal una herramienta al servicio de nuestros intereses y deseos; es decir, manipularemos a la otra persona, la incorporaremos al almacén de nuestra soledad como una pieza de caza o un objeto decorativo. Y luego nos quejaremos de que no nos entienden o de que el amor es un mito. Si hoy tuviera que pedirle algún deseo a san Valentín, sería éste: que el enamoramiento sea un camino hacia el amor y no su sustituto.



1 comentario:

  1. 11 años de nuestro matrimonio, más que 4000 días de decirnos sí a nuestro compromiso matrimonial. Pasado por todos los misterios de nuestra vida desde los gozosos hasta gloriosos, sin evitar el dolor y la fragilidad, doy testimonio de que sigo enamorado de mi esposa. No por ser la más bella que realmente es para mí, no por la suave delicadeza y su amabilidad sino por un simple estar cerca de mi. Enamorado a pesar de ser tan imperfecta cómo yo soy. Enamorado cada día más y más... La fuerza de sacramento del matrimonio es la oxitocina para nuestra relación. Buen día para todos

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