Hoy es la fiesta litúrgica de los santos Cirilo y Metodio, pero todo el mundo asocia el 14 de febrero a san Valentín y el “día de los enamorados”. La existencia de san Valentín y su testimonio
cristiano importan poco. Para la gran mayoría, incluso en países de culturas no
cristianas como Arabia Saudita o Japón, el día de san
Valentín es el día de los enamorados o el día del amor y la amistad. Creo
que en España se introdujo la fiesta a mediados de los años 50 del siglo pasado
como una forma de incentivar la venta de regalos. Hoy sigue siendo
fundamentalmente eso: una fiesta comercial. Es curioso que cuanto más se
celebran estas fiestas románticas, más frágiles y quebradizas parecen ser las relaciones amorosas. Se ve que andamos escasos de oxitocina,
la hormona responsable de crear o fortalecer vínculos de proximidad y relación
entre las personas. Leo que se trata de una pequeña proteína descubierta en
1906 por el farmacólogo inglés Henry Dale. Se
fabrica en el cerebro, en las neuronas del hipotálamo y se deposita bajo él en
la glándula hipófisis. Su nombre deriva del griego. Está compuesto de dos
palabras que significan “nacimiento rápido”. Por si alguien pierde el juicio y
va a pedirle a su médico de cabecera una dosis de oxitocina, leo en El País de hoy que “debemos ser muy prudentes a la hora de valorar los efectos y las
funciones de la oxitocina. No hay duda de que es una hormona prosocial, es
decir, una hormona que contribuye, aunque de manera todavía muy desconocida, a
establecer o reforzar vínculos entre las personas, no necesariamente de
carácter sexual. Pero sería una simplificación y un error considerar que ella
sola es la responsable de esos vínculos en un cerebro donde coexisten multitud
de sustancias químicas, muchas de ellas hormonas también o neurotransmisores,
que interactúan de forma compleja para generar los sentimientos y el
comportamiento de las personas. Son demasiados los factores que influyen en las
interacciones y los vínculos sociales humanos como para simplificarlos en una
hormona”.
Con o sin
hormona, el enamoramiento goza hoy de muy buena salud. Por todas partes se
ensalza la fuerza de la atracción entre un hombre y una mujer (o entre personas
del mismo sexo). Sin este elemento, a muchas de las novelas, películas y
canciones que se producen les faltaría el ingrediente principal. Es como si
todo el universo dependiera de esta fuerza que arrastra a los seres humanos y
que ha recibido infinidad de nombres. Puede ser vista como una fuerza divina o
como un mero baile hormonal. ¿Por qué de vez en cuando se desencadena una atracción
casi irresistible entre dos personas? ¿Qué sucede en realidad cuando se produce
el fenómeno del enamoramiento? ¿Cuánto
suele durar la fase del enamoramiento en una relación? Todo ha sido sometido
a examen, pero no es fácil sacar conclusiones. Hay personas que coleccionan
muchos enamoramientos de corta duración y otras que saben convertir el
enamoramiento inicial en una relación estable que va madurando con el paso del
tiempo. Este suele ser el desafío de toda relación y también la causa de las
mayores frustraciones. En realidad, cuando nos enamoramos no hemos aprendido todavía
a amar. La persona que nos atrae es una luz que se enciende en la caverna de nuestra
soledad para hacernos ver sus dimensiones exactas. Esa luz –que se puede apagar en cualquier
momento– no basta para hacer de la atracción una respuesta de amor. Se requiere
un lento aprendizaje del “arte de amar”. Cuando se olvida esto, el fracaso está
asegurado de antemano.
¿Se puede amar
sin morir a uno mismo? La respuesta cultural es que sí; la realidad es que no. Si
amar significa la capacidad de darse, esto es imposible sin salir de uno mismo
para ir al encuentro del otro. La trampa del enamoramiento consiste en creer
que vamos a ser felices cuando encontremos a la mujer de nuestros sueños o al príncipe
azul. Toda la publicidad juega siempre con este señuelo. No importa que la
experiencia nos diga una y otra vez que es falso. Caemos en sus dulces garras
como adolescentes que lo experimentan por vez primera. Amar no consiste en
encontrar a la persona que encaje con nuestra soledad, sino en aprender a
desarrollar la capacidad que todos los seres humanos tenemos de dar y de
darnos. Cuando esta capacidad permanece atrofiada, haremos de cualquier
encuentro interpersonal una herramienta al servicio de nuestros intereses y deseos;
es decir, manipularemos a la otra persona, la incorporaremos al almacén de
nuestra soledad como una pieza de caza o un objeto decorativo. Y luego nos
quejaremos de que no nos entienden o de que el amor es un mito. Si hoy tuviera
que pedirle algún deseo a san Valentín, sería éste: que el enamoramiento sea un
camino hacia el amor y no su sustituto.
11 años de nuestro matrimonio, más que 4000 días de decirnos sí a nuestro compromiso matrimonial. Pasado por todos los misterios de nuestra vida desde los gozosos hasta gloriosos, sin evitar el dolor y la fragilidad, doy testimonio de que sigo enamorado de mi esposa. No por ser la más bella que realmente es para mí, no por la suave delicadeza y su amabilidad sino por un simple estar cerca de mi. Enamorado a pesar de ser tan imperfecta cómo yo soy. Enamorado cada día más y más... La fuerza de sacramento del matrimonio es la oxitocina para nuestra relación. Buen día para todos
ResponderEliminar