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martes, 7 de enero de 2020

Tiempo para la gratitud

El mismo día de mi nacimiento (el 7 de enero de 1958) mi abuelo materno cumplía 55 años, así que, desde entonces hasta su muerte, nuestros cumpleaños estuvieron siempre unidos. Este año se repite la misma secuencia que en 1958. Nací un martes y fui bautizado al domingo siguiente, que –como este año 2020– también se celebraba la fiesta del Bautismo del Señor. Cuando era joven no daba mucha importancia a estas coincidencias. Ahora, con el paso del tiempo, percibo en ellas un signo del amor de Dios. Nada sucede por casualidad. Ser bautizado el mismo día en que la Iglesia celebra el bautismo de Jesús refuerza el hecho de que soy hijo de Dios, amado desde siempre y para siempre. Escribo esta entrada después de haber celebrado la Eucaristía matutina con mi comunidad romana. Tras las vacaciones de Navidad, hoy hemos reanudado el ritmo ordinario. Eso significa que la oración ha comenzado a las 6,30 de la mañana. A esa hora el termómetro exterior marcaba 0 grados. ¡Menos mal que dentro de casa hay una temperatura templada, lo que contribuye a crear un ambiente de hogar! Con todos mis hermanos, he dado gracias a Dios por el don de la vida, por mi familia y mis amigos y, de una manera especial, por mi vocación misionera.

Alguna vez me preguntan qué me gustaría ser si tuviera la oportunidad de rebobinar la película de mi vida y comenzar a rodarla de nuevo. No tengo ninguna duda: me gustaría volver a ser misionero. Es verdad que me han gustado otras cosas (desde la arquitectura a la música o el periodismo) y que en ocasiones he añorado formar una familia, pero la riqueza de la experiencia misionera es tan honda que las dudas se han disipado pronto. Cuando veo a tantas personas perdidas, sin razones para vivir,  comprendo mejor hasta qué punto el don de la fe es una fuente de sentido, un horizonte de esperanza. Vivir en comunidad, aun en medio de tensiones y algunos sufrimientos, es un regalo que se hace más luminoso en el encuentro con personas que viven solas o aisladas. Renunciar a los propios proyectos para entregarse a la misión de anunciar el Evangelio puede parecer a primera vista una renuncia absurda, pero la verdad es que acaba convirtiéndose en una pasión. Así que, a la altura de los 62 años, curtido en algunas batallas, tengo más motivos para ser misionero que cuando hice mi profesión religiosa hace más de 40 años.

A lo largo de esta trayectoria, el Señor ha hecho que mi camino se cruzara con el de muchas personas de varios lugares del mundo. Es imposible recordarlas a todas, aunque, mientras escribo, me vienen a la mente muchos rostros y nombres. Yo no sería el mismo sin esta experiencia de encuentro. Si a veces se dice que “somos lo que comemos”, con mucha más razón debería decirse que “somos lo que amamos”. Cuando entramos en relación con una persona, se produce un fenómeno parecido al de los vasos comunicantes. Compartimos lo que somos y, en cierto sentido, nos nivelamos. En un día como hoy, quiero dedicar un tiempo prolongado a dar gracias a Dios por los muchos amigos y amigas con los que me he ido encontrando a lo largo de mi vida. Le encomiendo a quienes ya han fallecido (algunos en circunstancias muy trágicas) y oro por los que siguen caminando. Aunque solo fuera por esta razón, es bueno detenerse una vez año, alzar los ojos, mirar el camino recorrido y agradecer la presencia de los muchos compañeros de camino. ¿Qué sería de nuestra vida sin la fiesta de la amistad y la fraternidad?

3 comentarios:

  1. Muchísimas gracias, Gonzalo, por la bendición de tu vida, de tu testimonio misionero y como bloguero, específicamente, por aquí, que tanto bien hace a todos.
    Que el Señor te bendiga hoy especialmente y Nuestra Madre, de la que eres hijo de su Inmaculado Corazón, te cuide y lleve siempre de su mano. Un abrazo.

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  2. Me uno a tu acción de gracias por el don de la vida y también por considerarme entre ese grupo de amigos que han ido surgiendo en el recorrido de la vida.

    Muy bonito tu testimonio. Un abrazo

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  3. Un hermoso escrito para recordar lo importante que es Agradecer la vida y las experiencias.Te conocí haciendo vida esto en Chile, y lo que más recuerdo es lo mucho que agradecias el ser misionero. Gracias por compartir estos lindos textos llenos de experiencias y cariño!! Te abrazo a la distancia y agradezco a Dios por tu vida y vocación!!
    Vicky!!

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