Si hay algo que une hoy a los jóvenes de todo el mundo es el uso generalizado del teléfono móvil (no conozco ni a uno solo que no disponga de al menos un aparato) y la preocupación por el futuro del planeta. Algunos ya hablan de la “ecoangustia” como una enfermedad juvenil moderna cuyo síntoma más visible es el temor que les produce a muchos jóvenes tener
que vivir en un planeta cuya sostenibilidad no está asegurada. Por eso, han secundado en masa las invitaciones
de Greta
Thunberg a exigir a los políticos un cambio de actitud y de estrategia. Las calles de muchas ciudades se han llenado de jóvenes inconformistas que gritaban consignas como: “No hay planeta B”, “Cool kids saving a hot planet”, “Ni un grado más, ni una especie menos”, “Hay más plástico que sentido común”, “Si no actuamos hoy no habrá un mañana”, “Cambiemos el sistema, no el clima”, “Fridays for future”, etc. El asunto es de extrema gravedad. No podemos vivir como si no nos afectara, como si fuera solo cuestión de “los de arriba”.
El periodista norteamericano David Wallace-Wells, autor de un libro publicado recientemente en español, El planeta inhóspito, cree que la subida de temperaturas es inevitable y que todos los paisajes del mundo van a cambiar, pero para él, “el problema no es la negación del cambio climático, es la indiferencia”. Pensando en el futuro inmediato, considera que “estabilizar el clima del planeta nos obliga a eliminar completamente las emisiones de carbono. No vale con reducir las emisiones, hay eliminarlas. A no ser que nos imaginemos a los ocho mil millones de habitantes del planeta renunciando a desplazarse o haciéndose veganos, lo que necesitamos es inventar proteínas no animales y lograr viajar sin avión sin marca de carbono y eso representa cambios de política a gran escala”. ¿Caminaremos en esta dirección?
El periodista norteamericano David Wallace-Wells, autor de un libro publicado recientemente en español, El planeta inhóspito, cree que la subida de temperaturas es inevitable y que todos los paisajes del mundo van a cambiar, pero para él, “el problema no es la negación del cambio climático, es la indiferencia”. Pensando en el futuro inmediato, considera que “estabilizar el clima del planeta nos obliga a eliminar completamente las emisiones de carbono. No vale con reducir las emisiones, hay eliminarlas. A no ser que nos imaginemos a los ocho mil millones de habitantes del planeta renunciando a desplazarse o haciéndose veganos, lo que necesitamos es inventar proteínas no animales y lograr viajar sin avión sin marca de carbono y eso representa cambios de política a gran escala”. ¿Caminaremos en esta dirección?
David Wallace-Wells sabe que hay “negacionistas”,
personas que niegan que esto esté sucediendo: “Dirigirse al 10% o 20% que no cree en el cambio climático sería perder
el tiempo. Es más o menos el mismo porcentaje de los estadounidenses que cree
que en la Tierra viven alienígenas. Y a esa gente le diría: miren a su
alrededor, escuchen las noticias, contemplen lo que ocurre solo con 1,1 grados
de subida de las temperaturas. Ahora mismo la temperatura del planeta es más
elevada de lo que ha conocido la humanidad en su historia. Y vamos a tener en
el mejor de los casos un aumento de la temperatura del doble: veremos ciudades
en Oriente Próximo y Asia en las que hará tanto calor que no se podrá salir a
la calle en verano, habrá mil millones de refugiados climáticos. Y estamos
hablando de 2040 o 2050. Y eso implica construir ciudades completamente nuevas.
Necesitamos mostrar que actuar rápidamente es esencial para todos”. En este
clima de preocupación por el clima –valga la redundancia– me he atrevido a
escribir una breve...
Carta a Greta Thunberg
Hola, Greta:
No te conozco más
que a través de los medios de comunicación social. Hasta ahora, para mí la única Greta conocida era Greta Garbo, sueca como tú, actriz memorable. Como buena nórdica, hablas
un inglés correcto, con dicción clara y mejor sintaxis. La expresión de tu
rostro me resulta un poco hosca, como si estuvieras enfadada con el mundo,
aunque últimamente se te ha visto sonreír un poco. A medida que te has hecho famosa,
los periódicos y las televisiones han dicho muchas cosas sobre ti y no todas amables: que si padeces
el síndrome de Asperger (lo que explicaría, en parte, tu manera “obsesiva” de abordar el
cambio climático), que si eres un juguete en manos de unos padres excéntricos y
manipuladores, que si las empresas “verdes” te han convertido en un símbolo “inocente” para incrementar sus dividendos, que si estás patrocinando una especie de religión climática para rellenar los vacíos dejados por las religiones tradicionales… y muchas otras lindezas. Como
comprenderás, no conozco los entresijos de tu ascensión estelar. No dudo de que
algo de esto pueda ser cierto, pero eso no tendría que desviarnos demasiado del
asunto que abordas con tanta pasión. Tu intervención
del pasado 23 de septiembre en la ONU (por cierto, ¿cómo te las arreglaste para
llegar tan arriba?) tiene tintes apocalípticos. Muchos medios de todo el mundo
se hicieron eco de tus críticas airadas a los políticos y de tu apelación a la necesidad de cambiar de
mentalidad antes de que sea demasiado tarde.
No sé si eres
creyente o no. Es posible que habiendo nacido en Suecia engroses el número de
agnósticos y ateos, pero no es raro que tu compromiso pueda nacer de tu fe en Dios y en Jesús. Quiero decirte que, antes de que tú lanzaras este grito
desesperado, el papa Francisco había publicado ya hace cuatro años una larga carta
titulada Laudato
Si’ en la que abordaba de manera valiente y sistemática la necesidad
de cuidar nuestra casa común. No podemos concebir hoy una espiritualidad que
no sea ecológica. El cuidado del planeta es una de las obligaciones
fundamentales de quienes creemos en Dios como creador de todo y en el ser
humano como “administrador” –no dueño absoluto– de la creación. La carta influyó
en muchas personas (incluyendo bastantes políticos), pero creo que no logró el
impacto mediático que has logrado tú con tus pancartas, sentadas, ayunos, viajes
transoceánicos en barco (no en avión) y diversas intervenciones en distintos foros, incluyendo las Naciones Unidas.
No soy ingenuo
para pensar que todo en torno a ti es trigo limpio. Imagino que, una vez
convertida en símbolo, habrá muchos oscuros intereses detrás de tu persona. Es
inevitable. En medio de esa vorágine, quiero rescatar y valorar el ánimo que has dado a muchos jóvenes para que
levanten su voz en contra de un estilo de vida consumista y contaminante. Es
probable que muchos de ellos –como denuncian sus críticos– se lancen a la calle
enarbolando pancartas y luego sean incapaces de regar las plantas de su casa o
de clasificar la basura, dejen las calles sucias después de una marcha o un botellón o disfruten conduciendo coches contaminantes, pero estas incoherencias no anulan el significado de
sus reivindicaciones; más bien, nos animan a ser consecuentes con lo que
defendemos. Todos somos más incoherentes de lo que nos gustaría.
Nada más, querida
Greta. No sé si, como tantos otros jóvenes famosos, acabarás siendo un juguete
roto, víctima prematura de la fama, o podrás seguir madurando tu propuesta. El
tiempo lo dirá. Sea como fuere, quiero agradecerte tu coraje y la habilidad
para traer al primer plano de nuestra atención un problema del que depende el
futuro de nuestro planeta. A veces, personas hipersensibles y testarudas como tú son las que ponen en marcha o dinamizan los movimientos sociales de transformación.
Te deseo lo mejor en tu lucha. No decaigas. Espero que muchos coetáneos recojan tu antorcha.
Te deseo lo mejor en tu lucha. No decaigas. Espero que muchos coetáneos recojan tu antorcha.
Me ha parecido una auténtica maravilla el modo en que te haces esco de algo importante sin caer en lo que a menudo nos pasa.
ResponderEliminarConfundimos la bandera con el objetivo.
Es poco edificante comprobar que en muchas ocasiones alguien quiere capitalizar para "su grupo o ideología" algo objetivamente bueno y por considerarse el impulsor quiere echar a todo aquel que se sume a la iniciativa.
Esta niña plantea dudas pero nos llama la atención sobre algo que ya está encima de la mesa y de la responsabilidad de todos. Si alguien se quiere aprovechar no podemos dejar que se desaproveche la ocasión de reflexionar, reaccionar y actuar.
Gracias por dar valor al mensaje y ayudarnos a ser imparciales.