Leo con estupor la noticia de que la misionera española Inés Nieves Sancho, de 77 años, ha sido decapitada en la República Centroafricana. Se añade a la tristeza
provocada por otra noticia reciente: la del asesinato
del misionero español Fernando Hernández, de 60 años, en Burkina Faso. El río de sangre no para de fluir. Ya
son
13 los cristianos asesinados en África en lo que va del mes de mayo. Es solo un indicador de un hecho alarmante: crece
en todo el mundo el
número de cristianos perseguidos. He estado muchas veces en África,
desde Guinea Ecuatorial, Nigeria y Congo hasta Kenia, Uganda y Tanzania. Me
siento muy atraído por un continente donde se respira vida y hospitalidad. Los misioneros
son apreciados y protegidos por sus comunidades. Pero eso no impide que algunos
desequilibrados y también grupos de musulmanes radicales los conviertan en blanco
de sus iras. Podría haber titulado la entrada de hoy “Los siguen matando”, pero
eso expresaría una fría distancia que contradice la esencial comunión entre
todos los seguidores de Cristo. Cuando matan a uno por defender su fe, todos
morimos un poco. No se trata de una concesión al sentimentalismo vigente, sino
una verdad de fe. La “comunión de los santos” implica solidaridad en las alegrías
y los sufrimientos.
No es África el
único lugar donde matan a los cristianos por el hecho de serlo. También se producen asesinatos y
martirios en Asia (sobre todo, en la India) y en América (hay documentados
varios casos recientes en México y Colombia). No se trata de poner el acento en
si los medios de comunicación informan suficientemente sobre estos casos o si
los demás cristianos mostramos compasión o nos escondemos detrás de la
indiferencia, después de una primera reacción indignada. La cuestión es más de
fondo. ¿Por qué está creciendo la cristianofobia en el mundo? Pareciera que seguir
a Jesús es peligroso. Para algunos extremistas hindúes y musulmanes,
ser cristiano significa ser representante de la cultura occidental, a la que
culpan de los males del mundo; por lo tanto, matar cristianos es una forma de
sacudirse el yugo de una opresión multisecular. Para otros, el cristianismo
representa una crítica de la cultura relativista, hedonista y depredadora que
quiere instalarse en el mundo. Los cristianos somos incómodos. Estorbamos. No
excluyo un componente satánico: el “espíritu del mal” no tolera que millones de
hombres y mujeres, en medio de sus propias limitaciones e incoherencias,
quieran hacer del amor el centro de sus vidas.
Vivimos tiempos
difíciles, no solo por la persecución sino también por la confusión. Muchas
personas no saben a qué atenerse. El supermercado de opiniones está tan surtido
que no resulta fácil escoger la más sensata. Uno puede pasar de un extremo al
otro casi sin darse cuenta. Dominan las emociones sobre los razonamientos. Todo
es muy fluido, casi gaseoso. En este contexto, ¿cuántos cristianos estarían
dispuestos a dar su vida por Jesús? ¿Es la fe un fenómeno sólido, líquido o gaseoso? Como no estamos seguros de que nos toque
vivir una encrucijada como ésta, lo mejor es desplazar la pregunta al contexto
de nuestra vida cotidiana: ¿Cuántos de nosotros estamos dispuestos a dar
testimonio de Jesús sin hacer de esta confesión un arma arrojadiza contra quienes
ven la vida de otra manera y sin escondernos vergonzantemente en una tolerancia mal entendida? Dar testimonio es una forma no violenta de vivir
y ofrecer la fe. La Iglesia primitiva se fue abriendo camino entre los paganos
porque hubo cristianos que, a pesar de las dificultades y persecuciones, no
temieron dar testimonio, confesar a Aquel en quien creían. Es verdad que nos
siguen matando de formas muy diversas (cruentas o no). Por eso mismo, si es
verdad que “la sangre de mártires es semilla de cristianos”, tenemos que
confiar en que surgirán nuevos testigos, hombres y mujeres que no sucumbirán al
miedo de ser perseguidos y ridiculizados, sino que confesarán con humildad y alegría
la propia fe. Mientras, oramos por quienes han sido vilmente asesinados. La
Iglesia no puede olvidarlos.
¡¡AMÉN!!
ResponderEliminarNo es nada fácil seguir a Jesús... Gracias por poner un poco de luz en todo este tema y ayudarnos a tener un poco más de coraje para seguir adelante.
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