Hoy, Domingo de Ramos, se lee en la Eucaristía el relato de la pasión de Jesús. Como
estamos en el ciclo C, este año corresponde leer la versión de Lucas, el
evangelista de la misericordia. Su larga narración está salpicada de pequeños
detalles –ausentes en los otros evangelistas– que, en línea con todo su Evangelio, acentúan la actitud
misericordiosa del Maestro: habla de la actitud de servicio al final de la
cena, se prepara para su agonía (lucha) con una oración intensa, suda gotas de
sangre, cura al soldado al que Pedro le ha cortado de un tajo una oreja, mira a
Pedro con amor, perdona a los responsables de su muerte “porque no saben lo que hacen” (Lc 23,34), etc. Por otra parte,
solo Lucas añade al final de la cena unas palabras de Jesús que han sido incorporadas
a las plegarias que se recitan en la celebración de la Eucaristía. Todos las hemos oído –y, a veces,
escuchado– infinidad de veces: “Haced
esto en conmemoración mía” (Lc 22,19). Estas palabras constituyen una
invitación a hacer de nuestra vida entera una Eucaristía, una verdadera fracción,
no solo un gesto litúrgico repetitivo e inocuo.
Este domingo celebraré
la Eucaristía a las 10 de la mañana en la parroquia de Progreso,
un pueblo grande a media hora de Montevideo. Cuando, al final de la consagración,
pronuncie las palabras “Hagan esto en
conmemoración mía” (en tercera persona del plural, como se acostumbra en
Latinoamérica), me acordaré de todos los lectores de este Rincón dispersos por varios lugares del mundo. Me acordaré de
quienes, en los próximos días, se van a entregar en cuerpo y alma al servicio
pastoral de las comunidades en pueblos y ciudades. Pensaré
en quienes van a participar en las celebraciones litúrgicas, a veces haciendo grandes
esfuerzos debido a la edad o a la lejanía de los lugares de culto. No olvidaré
a aquellos amigos que, por diversas razones, no van a sintonizar con el espíritu
de estos días santos porque creen que no son para ellos, porque no les dicen nada,
porque consideran que se trata de ritos insignificantes en una sociedad que desde
hace muchos años camina en otra dirección. Oraré por quienes sufren en sus
carnes una “semana santa” hecha de sufrimiento a causa de la soledad, la
crisis, el vacío o la depresión.
La Eucaristía
sintetiza la esencia de la Semana Santa. Celebrarla con fe nos introduce en el
misterio del Jesús que acepta su pasión y muerte como consecuencia de una vida
planteada a contracorriente de los valores de este mundo: el poder, la
dominación, el prestigio, etc. Que algunos de los que lo aclaman en su ingreso
triunfal en Jerusalén (¡Hosanna al hijo de David!) lo insulten camino del patíbulo (¡Crucifícalo!) muestra a las claras la
ambivalencia de todo ser humano, incluidos los que nos consideramos seguidores
de Jesús. En pocos segundos podemos pasar del entusiasmo a la indiferencia e
incluso al desprecio. Una fe que no ha sido acrisolada por la prueba no es más
que una expresión de fanatismo o de rutina cultural.
¿Cuántos bautizados reniegan de su fe al cabo de unos años? ¿Cuántos la viven como si fuera una mera costumbre que en estos días de Semana Santa se expresa a través de algunos ritos cargados de belleza y emoción? Cada vez que alguna persona me pregunta por qué los cristianos tenemos que participar en la Eucaristía no sé si reír y llorar. La respuesta me parece tan obvia que no admite muchos matices: ¡Porque la fe es Eucaristía! No es cuestión de ritos, sino de vida. Es el mensaje nítido que Lucas nos transmite en el largo relato de la Pasión que será leído hoy en todas las iglesias del mundo. ¡Ojalá hagamos “eso” en memoria de Jesús dejándonos tomar, bendecir, partir y repartir! Una vida, hecha pedazos, pedazos de Eucaristía, es el modo mejor de participar en la pasión y muerte de Jesús. ¡Bendita Semana Santa para todos!
¿Cuántos bautizados reniegan de su fe al cabo de unos años? ¿Cuántos la viven como si fuera una mera costumbre que en estos días de Semana Santa se expresa a través de algunos ritos cargados de belleza y emoción? Cada vez que alguna persona me pregunta por qué los cristianos tenemos que participar en la Eucaristía no sé si reír y llorar. La respuesta me parece tan obvia que no admite muchos matices: ¡Porque la fe es Eucaristía! No es cuestión de ritos, sino de vida. Es el mensaje nítido que Lucas nos transmite en el largo relato de la Pasión que será leído hoy en todas las iglesias del mundo. ¡Ojalá hagamos “eso” en memoria de Jesús dejándonos tomar, bendecir, partir y repartir! Una vida, hecha pedazos, pedazos de Eucaristía, es el modo mejor de participar en la pasión y muerte de Jesús. ¡Bendita Semana Santa para todos!
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