El equinoccio de primavera -y, con él, el comienzo de una nueva estación- se producirá hoy al filo de las 11 de la noche. Diremos adiós al invierno y nos dispondremos a
vivir el tiempo de las flores, aunque en mi caso durará poco porque tengo
previsto un largo viaje al hemisferio sur dentro de unos días. Allí regresaré
al otoño. Este juego de estaciones parece inocuo, pero nos afecta más de lo que
creemos. No deja de ser una hermosa metáfora cósmica del ciclo de la vida y la
muerte. También en esto, como en tantas otras cosas, la naturaleza se convierte
en maestra. De ahí que quienes saben leer el “libro de la naturaleza” son
personas más sabias que quienes lo ignoran o lo emborronan. En cualquier caso,
hoy no quería escribir sobre este asunto meteorológico, sino sobre una visita a
mi comunidad de Roma.
El viernes vino a nuestra
casa un hombre joven de la India. Se llama Shaji Mathew. Está casado y tiene
varios hijos. El domingo habló en todas las misas de nuestra basílica del
Corazón de María. El lunes dirigió nuestra oración de la tarde. No ha venido
como turista, ni siquiera como peregrino. Ha venido a Roma como embajador del
dolor, pero también de la resistencia y la esperanza. A través de su testimonio
personal y de grandes fotografías tomadas por él mismo hace unos años, ha querido
mostrarnos el horror sufrido por los cristianos en el estado indio de Orissa. Comenzó
su relato como si fuera una película de terror: “Imaginad que estáis en vuestra
casa. Es de noche. Estáis acostados con vuestra esposa e hijos. De repente,
pasada la media noche, escucháis fuertes ruidos que vienen del exterior. Con un
poco de miedo, abrís la ventana y contempláis a una muchedumbre enfurecida con
antorchas en las manos. Veis que comienzan a incendiar la pequeña iglesia del
poblado y algunas casas vecinas. Alguien llama a la puerta de vuestra casa. Os negáis
a abrir. Insisten con golpes y gritos. Cuando, al final, abrís la puerta, un
grupo se abalanza. Uno del grupo, armado con un machete, descarga un golpe
sobre vuestro brazo. Comenzáis a sangrar. Las llamas van rodeando todo…”. Varias
decenas de cristianos fueron asesinados y otros muchos (en torno a 18.000)
sufrieron heridas y vejaciones. Sucedió hace diez años, pero el recuerdo
no se ha borrado.
Me he referido en varias
ocasiones en este Rincón a la
persecución de nuestros hermanos cristianos en varias partes del mundo. Son
creyentes perseguidos, pero no eliminados. En contextos difíciles han aprendido a vivir la espiritualidad martirial. La cristianofobia no cesa. Seguir a Jesucristo no es en todas partes un camino de rosas. Se ha convertido en algo muy peligroso. De
hecho, el año pasado, más de 4.000 cristianos perdieron su vida por profesar la fe en Jesús. Es difícil hacerse a
la idea de lo que esto supone hasta que uno no se acerca a las víctimas, hasta
que no escucha historias de carne y hueso. Shaji nos pidió que contempláramos en silencio
las fotos expuestas en el largo y ancho pasillo de la planta baja de nuestra casa.
Nos entregó a cada uno una vela. Debíamos colocarla delante de la foto que más
nos tocara el corazón. Después, en un papelito escribimos nuestros
sentimientos. De rodillas, ante un brasero, fuimos depositando esos papelitos
para que el fuego los consumiera. A cambio, recibimos otro papelito con un
versículo bíblico impreso. A mí me tocó un texto que todavía me sigue dando vueltas: “Confía
en el Señor de todo corazón y no te fíes de tu propia inteligencia; en todos
tus caminos tenlo presente, y él allanará tus sendas” (Prov 3,5-6).
¡¡¡¡Qué dolor!! Cuántas veces nos quejamos de pequeños inconvenientes y qué fácil es poder decir que somos cristianos aunque fallemos tanto en practicarlo. Y esta gente, y tantos otros perseguidos, ni pueden vivir en silencio como cristianos; tampoco les dejan.
ResponderEliminar¿Conoce Iglesia Perseguida su situación? ¿Reciben alguna ayuda?
Seguro que todos haremos oración por ellos aunque no hagamos ese gesto de los papelitos y confiamos en que Dios se acercará a ellos y los "aliviará" pero también podemos ayudarles de otro modo.