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martes, 4 de diciembre de 2018

Cuestión de prioridades

Creo que en España mucha gente sigue hablando todavía de los resultados de las elecciones andaluzas del domingo pasado. Cuando hace casi un par de meses escribí en este blog que había que prestar atención al fenómeno Vox recibí críticas muy duras. Para evitar malentendidos, tuve que aclarar que no apoyaba a esta nueva formación política. (En otras ocasiones, por algunas entradas en este blog, me acusaron de apoyar a Podemos). En realidad, me limité a decir que “en vez de despachar estas reacciones con la etiqueta de ultraderecha, más nos valiera hacer un profundo examen de conciencia para ver por qué la democracia se ha deteriorado tanto y qué es lo que se puede hacer para reformar todo lo que se ha ido anquilosando o alejando de las preocupaciones y necesidades de los ciudadanos”. Pues bien, la irrupción de Vox en el parlamento andaluz con 12 diputados ha venido a confirmar mis sospechas, sin que esto suponga que yo sea un avezado analista político. Creo que Vox es más que una tormenta de verano (o de otoño en este caso). Jugará sus cartas en las elecciones europeas, municipales y generales. Su llegada, en línea con lo que ya ha sucedido en otros países europeos,  supone una fuerte llamada de atención. Las 100 medidas que el partido propone para “la España Viva” −y que me he leído un poco a la carrera− son muy desiguales. Algunas me parecen sensatas (de hecho, se las he oído a mucha gente en la calle); otras, disparatadas; muchas, completamente impracticables en las actuales circunstancias. Como sucede con este tipo de movimientos, expresan más una protesta contra el sistema vigente que una alternativa bien fundamentada y articulada. Pero ahí están. Y como se dice ahora con una expresión que no me gusta mucho− parece que han llegado para quedarse.

Lo que sucedió el pasado domingo por la noche contrasta con lo que viví un día antes. El sábado, después de la cena, vi la película “Pope Francis. A Man Of His Word” (El papa Francisco. Un hombre de palabra) del director alemán Wim Wenders. Dura una hora y media. Me emocioné en varias ocasiones. Me resultó muy creíble. Ya sé que algunas personas se la tienen jurada a este Papa. Les cae mal por su desparpajo, sus formas poco solemnes, su escaso bagaje intelectual, sus opiniones políticas y su querencia por una Iglesia pobre y de los pobres. Incluso les cae mal por el mero hecho de ser argentino. El domingo pasado, Moisés Naím, columnista de El País, escribía un artículo titulado ¿En qué se parece el Vaticano a la FIFA? Después de afirmar −no sin razón− que “hay pocas actividades humanas que despierten tantas pasiones como la religión y el deporte" añadía: "El catolicismo es una de las religiones con más creyentes y el fútbol es el deporte con el mayor número de aficionados. El Vaticano lidera el catolicismo y la FIFA —La Federación Internacional de Fútbol Asociado— regenta este deporte” . Termina con una constatación curiosa: “Actualmente, las figuras más representativas del catolicismo y del fútbol a nivel mundial son dos hombres argentinos: el papa Francisco y Lionel Messi”. Quizá eso explique un poco más por qué ambos son figuras controvertidas.

El discurso de Vox −que se considera una formación inspirada en el catolicismo− suena muy distinto al discurso del papa Francisco. No es que no haya convergencias en algunos valores sustanciales. Lo que ocurre es que las prioridades son muy diferentes. Mientras al Papa se le ve estremecido por la pobreza en el mundo y por la suerte de los inmigrantes, Vox pone el acento en proteger los intereses de los españoles frente a las amenazas de los que llegan de fuera de las fronteras. Mientras el Papa tiene una mirada global, Vox quiere asegurar la grandeza de España. Las comparaciones podrían multiplicarse. Es muy probable que ambas voces estén refiriéndose a problemas candentes, pero los acentos son muy distintos porque, en el fondo, se trata de una cuestión de prioridades. ¿Qué es ahora lo más urgente en el contexto mundial? ¿Dónde se está jugando la suerte del planeta y, con él, la de la humanidad? Ya sé que a muchas personas agobiadas por el paro, desanimadas por la corrupción o hartas de ver cómo sus pueblos se llenan de inmigrantes musulmanes, estas cuestiones les parecen muy abstractas. Sin embargo, nunca hay soluciones eficaces en el nivel local sin tener una visión global. Hoy todo está conectado. Aunque hay muchos objetivos deseables, el buen político se centra en los prioritarios. Confieso que me convence más la manera de proceder del papa Francisco.




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