Aunque sea lunes, tengo que volver sentimentalmente al sábado por la tarde. Después de una semana muy cargada,
tuve la oportunidad de pasar varias horas con un matrimonio amigo mío que vino
de Madrid para disfrutar del fin de semana en Roma. En seis horas nos hicimos 15
kilómetros a pie callejeando por el corazón de la ciudad, desde la Piazza del Popolo hasta
el Trastévere, pasando por los lugares emblemáticos del centro histórico. Como en otras
ocasiones he hablado ya de mis paseos
romanos, no quiero repetirme ahora. Prefiero destacar algunos momentos que
hicieron del recorrido del sábado una experiencia diferente. La temperatura y
la luz eran impropias de estas alturas de octubre. Hacía calor. Nos iluminaba una suave luz “velazqueña”, como la calificó mi amigo, arquitecto de profesión y muy sensible al arte. Pudimos
caminar con calma en medio de la riada de turistas que se concentraban en los
lugares favoritos: escalinata de la Plaza de España, Fontana de Trevi, etc.
Antes de encaminarnos al famoso barrio trastiberino,
paseamos por la plaza de san Pedro durante ese momento mágico en el que el día
se despide por detrás de la cúpula de la basílica con una luz entre rosácea y anaranjada. No es fácil describir lo que se experimenta en medio de la plaza, abrazados
por las cuatro filas de columnas berninianas y transportados a otro tiempo y
quizás también a otro espacio que no se mide en metros cuadrados. Los
atardeceres en la plaza de san Pedro tienen algo muy especial.
Para quienes nunca
han visitado el barrio del Trastévere, les diré que es un típico barrio romano
que se encuentra en la ribera occidental del río Tíber. De ahí el nombre. Sus calles adoquinadas y
sus casas medievales, mezcladas con infinidad de trattorie, pizzerías, restaurantes y tiendas de artesanía, le
confieren un particular atractivo. Los fines de semana se llena de italianos y turistas.
El sábado apenas se podía dar un paso. Había colas para comer una pizza o tomar
un aperitivo, pero sin el agobio y la tensión que se observan en otros lugares turísticos.
Muchos se arremolinaban en torno a artistas callejeros o se sentaban en algunas
escalinatas para escuchar temas de Pink Floyd interpretados por músicos
entraditos en años. Mi amigo se sabía la letra de alguna de las canciones. En el Trastévere todo transcurre con calma y buenos modos, con esa belleza popular que parece un elixir contras las prisas y el aislamiento que hoy nos matan.
Nosotros,
después de tomar nuestra consabida pizza y regarla con cerveza o naranjada, nos
acercamos a la basílica
de Santa Maria in Trastevere. Yo no les di muchas explicaciones a mis amigos, pero les aseguré
que les iba a encantar. Me gustaría que ellos mismos dijeran lo que sintieron. La
belleza deslumbrante del espacio inundado de luz, la majestuosidad de los mosaicos, la presencia de numerosas personas
de todas las edades que llenaban la iglesia para la Eucaristía vespertina y la
música suave de los cantos creaban una atmósfera tan sugestiva que nos costó
arrancarnos de allí. A mi amiga la veía como embelesada. Creo que ni ella ni su marido imaginaban algo semejante en el corazón del
Trastévere. Tuve que explicarles que todo era fruto de las sorpresas del Espíritu Santo y del trabajo de la comunidad laical
de Sant’Egidio, que este año celebra las bodas de oro de su fundación.
Pudimos ver de cerca al fundador, el historiador italiano Andrea Riccardi.
Acostumbrado a verlo en televisión, de traje y corbata, en su etapa como ministro de Cooperación Internacional e Integración (2011-2013), me sorprendió verlo como uno más,
mezclado con toda la gente, vestido con sencillez.
A la salida, nos
hicimos varias preguntas: ¿Por qué en muchas partes de Europa (incluyendo
nuestra querida España) parece que el cristianismo está languideciendo y aquí,
en medio del barrio más típico de Roma, surge una comunidad tan floreciente, tan abierta? ¿Por qué esta comunidad laical ha encontrado la fórmula para combinar una liturgia sencilla
y bella con un compromiso solidario con los pobres del barrio? ¿Por qué es tan sensible a los conflictos contemporáneos y realiza tantas tareas de intermediación
en favor de la paz y la justicia? Cuando uno examina las estadísticas de la Iglesia Católica 2018,
cae en la cuenta de que decrece en Europa el número de sacerdotes y de
religiosas y, en general, el número de bautizados. Al mismo tiempo, surgen
nuevas realidades (la de Sant’Egidio no es tan nueva porque ya ha cumplido 50
años) que presentan una cara fresca de la Iglesia en un ambiente muy
secularizado. Lo que sucede cada tarde
en la basílica de Santa María in Trastevere es todo un símbolo. El Evangelio
sigue diciendo mucho a los hombres y mujeres de hoy cuando se vive con
autenticidad, sencillez y belleza. Todos los años, el día de Navidad, la basílica
se convierte en un espacioso
y bellísimo comedor social. Los pobres se sienten en su casa. ¿No nos están
indicando hechos como estos la dirección en la que tenemos que caminar?
Cansados de tantas explicaciones teóricas, necesitamos la fuerza de los “milagros”
prácticos. Nosotros, entre paseo y pizza, fuimos testigos de uno de ellos. La cosa
no quedará solo en eso. Gracias, Iván y Pilar.
Gonzalo: ¡¡Qué suerte más grande han tenido esos amigos tuyos!! Poder recorrer Roma a pie contigo durante toda una jornada...
ResponderEliminarLes pediré que me cuenten... :-)
Un abrazo.
Gonzalo, muchas gracias por la acogida en tu casa, lo pasamos genial! Pero sobre todo la tarde que pasamos contigo en Roma fue estupenda! El fin de esa tarde en Santa Maria in Trastevere fue genial, y lo que sentí en ese momento lo describes a la perfectamente, sorprendió mucho ver la entrega y alegria en la Eucaristía y al acabar la misma, ademas de lo impresionante que me pareció la iglesia. Un abrazo
ResponderEliminarQuerido Gonzalo, eres un guía excepcional de Roma. Disfrutamos una barbaridad cada paso del intenso recorrido que nos habías propuesto. Y creo que fue providencial que, al final de la tarde, decidieses ir al Trastévere y pasar por la basílica de Santa María in Trastévere para que conociésemos la comunidad de Sant´Egidio. Un alegre descubrimiento para nosotros, no sólo por la belleza del templo, sobre todo por la atmósfera que pudimos compartir durante los minutos que estuvimos allí. Nos llenó de esperanza presenciar la celebración de una comunidad tan viva, abierta y alegre por seguir a Jesús. De hecho pensamos que se trataba de una celebración especial, por la emoción de la gente, la música y la cantidad de personas que había, y sin embargo nos contestaron que se trataba de un día normal. Simplemente celebraban la eucaristía siendo conscientes de lo que significa.
ResponderEliminarMuchas gracias por todo, un abrazo,
Iván.
Que maravilla de tarde pasasteis! Que gozada Roma y que haya comunidades asi.
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