En la primera entrevista que el jesuita Antonio Spadaro, director de La Civiltà Cattolica, le hizo al papa Francisco, en agosto de 2013, el Papa confiesa que uno de sus cuadros favoritos
es La vocación de san Mateo de Caravaggio (1571-1610), un pintor
temperamental y conflictivo, periférico, por usar uno de los calificativos
empleados a menudo por Francisco. De hecho, a Caravaggio le gustaba escoger como
modelos para sus cuadros a prostitutas, chicos de la calle o mendigos. Le
parecían más auténticos que los modelos profesionales de las familias acomodadas. Él mismo llevó una vida spericolata. Admirado y perseguido, murió en la plenitud de su vida artística.
En la entrevista, el Papa le cuenta a Spadaro que “cuando venía a Roma vivía siempre en Vía della Scrofa. Desde allí me acercaba con frecuencia a visitar la iglesia de San Luis de los Franceses y a contemplar el cuadro de la vocación de san Mateo de Caravaggio”. De ese cuadro destaca el dedo de Jesús: “Ese dedo de Jesús, apuntando así… a Mateo. Así estoy yo. Así me siento. Como Mateo”. Pero se reconoce, sobre todo, en la figura del recaudador de impuestos llamado a seguir al Maestro: “Me impresiona el gesto de Mateo. Se aferra a su dinero, como diciendo: ¡No, no a mí! No, ¡este dinero es mío! Esto es lo que yo soy: un pecador al que el Señor ha dirigido su mirada… Y esto es lo que dije cuando me preguntaron si aceptaba la elección de Pontífice”.
En la entrevista, el Papa le cuenta a Spadaro que “cuando venía a Roma vivía siempre en Vía della Scrofa. Desde allí me acercaba con frecuencia a visitar la iglesia de San Luis de los Franceses y a contemplar el cuadro de la vocación de san Mateo de Caravaggio”. De ese cuadro destaca el dedo de Jesús: “Ese dedo de Jesús, apuntando así… a Mateo. Así estoy yo. Así me siento. Como Mateo”. Pero se reconoce, sobre todo, en la figura del recaudador de impuestos llamado a seguir al Maestro: “Me impresiona el gesto de Mateo. Se aferra a su dinero, como diciendo: ¡No, no a mí! No, ¡este dinero es mío! Esto es lo que yo soy: un pecador al que el Señor ha dirigido su mirada… Y esto es lo que dije cuando me preguntaron si aceptaba la elección de Pontífice”.
Recuerdo estas palabras porque
hoy, 21 de septiembre, celebramos la fiesta de san Mateo
y porque en los últimos días los periódicos han escrito sobre recientes
investigaciones en torno a la muerte
de Caravaggio, acaecida cuando el artista milanés contaba solo 38 años.
Yo he visitado muchas veces la iglesia romana de san
Luis de los Franceses, contigua al Palazzo Madama,
sede del Senado italiano. Caminando por la nave izquierda, uno llega hasta la Capilla Contarelli.
Allí se encuentran tres telas de Caravaggio; una de ellas es el célebre cuadro La
vocación de san Mateo que tanto le gusta al papa Francisco. Se inspira en
un versículo del Evangelio de Mateo: “Jesús vio un hombre llamado Mateo,
sentado en el despacho de impuestos, y le dijo: «Sígueme», y Mateo se levantó y
le siguió” (Mt 9,9). Me ahorro las explicaciones
técnicas. El cuadro está dividido en dos mitades: la superior está dominada
por la ventana llena de luz; en la inferior, sentados en torno a una mesa, se observan cinco
hombres vestidos anacrónicamente a la usanza del siglo XVI. A la derecha del cuadro, de pie, se
yerguen las figuras de Jesús y de Pedro, ambos con túnicas intemporales, señalando
con la mano derecha al joven Mateo. Uno puede pasarse mucho tiempo escrutando los detalles y gozando de los célebres contrastes entre luz y tinieblas que tanto le gustan a Caravaggio, pero lo importante no es mirar desde fuera, sino meterse dentro. El cuadro no es una crónica, sino una provocación.
Me llama la atención la
mano de Jesús. Parece suspendida en el aire. No señala con la vehemencia con
que lo hace uno de los personajes sentados. Más que señalar, atrae hacia sí. El
de Jesús no es un dedo acusador, sino indicador. Ese dedo apunta a cada uno de
nosotros. En la monotonía de nuestra vida cotidiana podemos sentir que se abre
una ventana y que por ella entra la luz de Jesús. Podemos incluso ver su mano
extendida y hasta escuchar su voz: “Sí, te llamo a ti. No me importa lo que hayas
hecho en el pasado o lo que estés haciendo ahora. No he venido a juzgarte sino
a llamarte. Solo quiero que te vengas conmigo”. Cuando un ser humano escucha
esta voz y observa ese dedo empieza una batalla interior. Por una parte, como
Mateo, experimenta el atractivo casi irresistible de Jesús; por otra, recuenta
su dinero con las manos. Hay una tensión entre la vida vieja (sombría, pero
segura) y la vida nueva (luminosa, pero incierta). Levantarse de la mesa y
seguirle significa iniciar un camino para el que no existe mapa. Todo se basa
en la confianza. ¿Habrá hoy personas que se atrevan a dar el paso? ¿Estará el
dedo de Jesús señalándome a mí?
¡Ah, estupendo, Gonzalo!... El problema, creo yo, es el apego a nuestras posesiones y status (como le ocurriera al "joven rico" del evangelio). Desde Roma no sé si percibes los ecos de un problema serio que tenemos en España: la estratificación y consiguiente segregación y guetización de nuestros centros escolares en las ciudades (España según el informe Pisa es el tercer país de Europa donde menos conviven en nuestros centros escolares el alumnado de las distintas clases sociales y etnias, y este es un proceso que se ha acentuado en nuestro país en los últimos años) y en cuya dinámica están teniendo un papel determinante los centros concertados religiosos, como vehiculación para la división de las clases sociales (la clase social media y alta y algunos de la clase obrera que quieren alejarse de sus barrios) eligen los centros religiosos para sus retoños (en la mayor parte de los casos sin que les importe para nada ni la religión ni la pedagogía de estos centros; solo los compañeros que van a tener y que estos no sean de minorías étnicas). ¿Y qué hacéis desde las congregaciones religiosas al respecto? ¿Hacia dónde miran vuestros ojos? ... Y no me digas que también hacéis obras de caridad y misiones, q muy bien, ¿pero qué contribución estáis haciendo para que la infancia y adolescencia española convivan en pie de igualdad? Seguro que no te falta retórica para justificar vuestro papel... Pero la realidad es sangrante. Saludos cordiales.
ResponderEliminarHola, José Eugenio. No conozco con detalle el problema al que aludes en tu entrada, aunque sé que existe. Respecto de lo que están haciendo los colegios religiosos en España para resolverlo, no voy a responderte con ninguna retórica. No es mi estilo. Lo que acabo de hacer es preguntar a uno de los responsables de los claretianos que trabajan en este campo para que me proporcione información de primera mano. Lo que está claro es que, tanto para las escuelas públicas como para las concertadas, este es un desafío de primera magnitud. Intuyo que a menudo no es solo problema de los responsables de las instituciones, sino también de los padres de los alumnos, que no siempre están dispuestos a que sus hijos se eduquen en pie de igualdad con otros alumnos pertenecientes a etnias, nacionalidades, religiones o clases sociales diferentes. Este es un problema sangrante en la India. Acabo de visitar muchos de nuestros colegios en Kerala, Andra Pradesh y Maharastra. Te puedo asegurar que su esfuerzo por la integración, en contra del parecer de muchos padres, es superlativo. Quisiera conocer lo que está sucediendo en España. Gracias por abordar este asunto.
ResponderEliminarGracias por tu respuesta. Yo estoy en la Asociación de Enseñantes con Gitanos y te puedo asegurar que es un tema muy triste y doloroso: en la mayoría de las ciudades de España se huye de loS gitanos en los coles y la gente se pelea por codearse con la gente guapa (con capital económico,académico y social). Y los frailes y monjas q regentan centros escolares, felices de servir a dos señores (a la "educación humana y cristiana" y, a la vez, por acción u omisión, a la división de clases sociales). En fin, me encantaría q te enteraras bien.
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