Las nuevas tecnologías de
la comunicación están trastocando los viejos esquemas de derecha-izquierda y de
conservadores-progresistas. Incluso está alterando las clases sociales. Teniendo
en cuenta el acceso a estas tecnologías, la socióloga Belén Barreiro,
antigua directora del Centro de Investigaciones
Sociológicas (CIS), opina que se están configurando cuatro grupos
sociales en España: los analógicos
empobrecidos (que suelen votar al PSOE); los analógicos acomodados (que optan por el PP); los digitales empobrecidos (que son más
bien de Podemos), y los digitales
acomodados (que se identifican con Ciudadanos). Según estas
investigaciones, el factor digital, unido al económico, es el verdadero elemento
discriminador en el actual mapa social. La opinión de una socióloga no es una
palabra definitiva, pero introduce un punto de vista interesante para saber lo
que nos está pasando. Quienes no se desenvuelven bien en el mundo digital son los
nuevos parias sociales, aunque su
nivel adquisitivo siga siendo alto. Esto ya es perceptible, pero lo será mucho
más en el futuro. Los cambios tecnológicos van a transformar muchas cosas en
la próxima década. Es tal la velocidad con la que se están produciendo que vamos con la lengua fuera, como si alguien nos estuviera empujando
a un ritmo que no podemos seguir. De hecho, los trastornos por estrés y
ansiedad, ya muy generalizados entre la población de las sociedades
occidentales, aumentarán por la presión y las nuevas preocupaciones que
conlleva la automatización y el miedo al desempleo tecnológico. Por otra parte,
la carrera por la eficiencia y la productividad en las empresas y las
dificultades para conciliar las responsabilidades laborales con las familiares
están produciendo conductas domésticas y laborales insalubres. Hay una nueva marginación digital-económica que se une a las tradicionales y crea una nueva clase periférica. Este es un terreno abonado para todo tipo de promesas mesiánicas, tanto de sesgo político como religioso.
De hecho, una de las tentaciones recurrentes
en épocas de cambio y de crisis como la que estamos viviendo es el populismo, término
polisémico donde los haya, pero que
tiene algunos rasgos identificadores como la simplificación dicotómica (o
blanco o negro, no hay matices), el igualitarismo social (recelo de la excelencia), el
predominio de los planteamientos emocionales sobre los racionales (con la
invención de “relatos” que alimentan la pasión), la movilización social (la calle
habla, el pueblo tiene la palabra), el hiperliderazgo carismático (o conmigo o
contra mí), el oportunismo, etc. No es difícil encontrar algunos de estos
rasgos en movimientos nacionalistas y xenófobos actuales. Las modernas tecnologías
de la comunicación favorecen mucho las propuestas populistas porque permiten un
acceso casi universal a la información y facilitan la difusión instantánea de mensajes y proclamas.
Basta ver el uso que de ellas están haciendo todos estos movimientos (desde el
famoso blog de Beppe Grillo, el
fundador del movimiento italiano 5 Stelle,
hasta las conferencias y mítines telemáticos de otros líderes políticos o el recurso continuo a Twitter del presidente Donald Trump).
La “receta” que Belén Barreiro recomienda para evitar los populismos de cualquier signo se compone de tres o cuatro ingredientes conocidos. Todos ellos pasan por una regeneración moral y un crecimiento económico: subir los sueldos de los trabajadores, no evadir sino pagar más impuestos para proporcionar a los ciudadanos mejores pensiones y servicios y, ante todo, evitar la corrupción. Todo lo demás (incluidas las apelaciones sentimentales a la defensa de la propia identidad cultural o las imposiciones legales) pueden sonar bien, pero resultan poco eficaces. Los partidos que acierten a encontrar fórmulas con estos ingredientes lograrán el apoyo de la mayor parte del electorado. ¿Será esto así? El tiempo nos dirá si las predicciones de esta socióloga se basan en un análisis objetivo de lo que está pasando. A mí me parecen interesantes, pero no suficientes. El ser humano necesita mucho más que bienestar económico, aunque este amortigüe otras muchas reivindicaciones. No olvido las palabras de Jesús: “No solo de pan vive el hombre, sino de toda palabra salida de la boca de Dios” (Mt 4,4). Es sabido que las mejoras económicas (sobre todo, la construcción de una gran clase media que reduzca al mínimo los grupos de ricos y pobres) contribuyen a la estabilidad social, pero los seres humanos necesitamos también libertad, espiritualidad, salud, solidaridad, belleza, cultura... ¡Hasta el gran estratega Publio Cornelio Escipión organizaba en Siracusa representaciones teatrales de obras de Plauto para sus soldados antes de emprender la campaña de África! Y el papa Francisco, además de proporcionarles a los mendicantes de Roma servicios higiénicos, duchas y comida, los invita a contemplar la Capilla Sixtina, a ir al circo, o a un concierto de música en la sala Pablo VI del Vaticano. En cualquier caso, son tantos los cambios y las estrategias, que a veces tenemos la impresión de no poder más, de ir con la lengua fuera.
La “receta” que Belén Barreiro recomienda para evitar los populismos de cualquier signo se compone de tres o cuatro ingredientes conocidos. Todos ellos pasan por una regeneración moral y un crecimiento económico: subir los sueldos de los trabajadores, no evadir sino pagar más impuestos para proporcionar a los ciudadanos mejores pensiones y servicios y, ante todo, evitar la corrupción. Todo lo demás (incluidas las apelaciones sentimentales a la defensa de la propia identidad cultural o las imposiciones legales) pueden sonar bien, pero resultan poco eficaces. Los partidos que acierten a encontrar fórmulas con estos ingredientes lograrán el apoyo de la mayor parte del electorado. ¿Será esto así? El tiempo nos dirá si las predicciones de esta socióloga se basan en un análisis objetivo de lo que está pasando. A mí me parecen interesantes, pero no suficientes. El ser humano necesita mucho más que bienestar económico, aunque este amortigüe otras muchas reivindicaciones. No olvido las palabras de Jesús: “No solo de pan vive el hombre, sino de toda palabra salida de la boca de Dios” (Mt 4,4). Es sabido que las mejoras económicas (sobre todo, la construcción de una gran clase media que reduzca al mínimo los grupos de ricos y pobres) contribuyen a la estabilidad social, pero los seres humanos necesitamos también libertad, espiritualidad, salud, solidaridad, belleza, cultura... ¡Hasta el gran estratega Publio Cornelio Escipión organizaba en Siracusa representaciones teatrales de obras de Plauto para sus soldados antes de emprender la campaña de África! Y el papa Francisco, además de proporcionarles a los mendicantes de Roma servicios higiénicos, duchas y comida, los invita a contemplar la Capilla Sixtina, a ir al circo, o a un concierto de música en la sala Pablo VI del Vaticano. En cualquier caso, son tantos los cambios y las estrategias, que a veces tenemos la impresión de no poder más, de ir con la lengua fuera.
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