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miércoles, 27 de diciembre de 2017

Materia de Eucaristía

Ayer por la tarde el aeropuerto de Roma-Ciampino estaba en calma. Se ve que a la gente no le gusta viajar el día de san Esteban. Yo volé de Roma a Lisboa sin grandes sobresaltos. Tuve tiempo para pensar en quienes están viviendo experiencias de dolor y sufrimiento. A veces, la enfermedad o la muerte parecen cebarse en estos días familiares. Es también un tiempo propicio para recordar a quienes ya no están. Hay personas que lo hacen con serenidad, pero otras no pueden sobreponerse a la tristeza y la melancolía. Hay personas solas; peor aún, personas de las que nadie se acuerda. El problema no es la soledad, sino el hecho de no interesar a nadie. Cuando los problemas económicos se ciernen sobre una familia (desempleo, deudas, sueldos bajos), estos días parece que las estrecheces se multiplican porque por todas partes ponen el listón de las expectativas demasiado alto. Yendo de mi casa al aeropuerto, vi grandes carteles que anunciaban un espectáculo musical titulado La fiava di Natale (La fábula de Navidad). La industria del entretenimiento sigue aprovechando el tirón Disney: ternura, belleza, dulzura y sueños. Quizás es un modo de buscar una huida en el mundo onírico para compensar su escasez en el mundo real.

El planeta sigue su rumbo, como si nada hubiera sucedido. Es un barco que no se detiene. ¿Quién puede hacerse cargo de siete mil quinientos millones de historias? ¿A quién le interesamos de verdad? Me hago estas preguntas en el día en que la Iglesia celebra la fiesta de san Juan, el apóstol de Jesús, el autor del Evangelio que lleva su nombre. Dentro de unas horas presidiré la Eucaristía internacional en la capelinha de Fátima. Será el momento para poner todas las preocupaciones, sueños y preguntas sobre el altar. Junto al pan y al vino, constituirán la materia eucarística. Solo el Espíritu de Dios tiene la capacidad para transformar todo en el cuerpo de Cristo. Esta palabra –transformación– tiene un profundo sentido natalicio. Todo nacimiento es parábola de la gran transformación que Dios realiza a partir de la nada. Le pediré al Señor que nos ayude a transformar todo lo que cada uno vivimos en Eucaristía.

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