Este XXXIII Domingo del Tiempo Ordinario me sorprende en la Subiaco Retreat House de Nairobi, la capital de Kenia. Es un lugar tranquilo, hermoso y
fresco. La temperatura oscila entre los 17 y los 22 grados. Llegué anoche
después de un largo viaje dividido en dos etapas: Roma-Amsterdam (dos horas) y
Amsterdam-Nairobi (siete horas). Para colmo, el enorme Boeing 747 de KLM tenía estropeado el sistema informático que regula las pantallas, así que nos quedamos sin películas. Me dediqué a leer. Es la tercera vez que visito este atractivo país africano. Estaré
aquí reunido durante diez días con mis compañeros del gobierno general de los
claretianos y con todos los superiores mayores de los organismos de África. 2017
ha sido el año dedicado a este continente en el que viven y trabajan unos 580
misioneros. Necesitamos preguntarnos juntos qué está pasando en los países e
iglesias de África, qué nos pide Dios y hacia dónde debemos
encaminar nuestros pasos. Y debemos hacerlo de manera conjunta para que la
respuesta sea más significativa y eficaz. Comenzaremos el trabajo el lunes, así
que hoy domingo será un día de descanso y de saludos. Coincide con la
celebración de la primera Jornada
Mundial de los Pobres, sobre la que escribí el viernes pasado. Estoy seguro
de que tendrá una resonancia muy especial en la Eucaristía de este domingo, que presidiré a mediodía, y
tal vez en algún encuentro inesperado.
El Evangelio
de hoy es una historia que habla de audacia e inversiones. Creo que les
gustará mucho a quienes se mueven en el campo económico y empresarial. Jesús
nos propone una espera “emprendedora”. Mientras esperamos el final de la historia,
no podemos quedarnos con los brazos cruzados, víctimas de una prudencia mal
entendida. Tenemos que hacer fructificar los dones recibidos porque son un capital que Dios nos ha concedido para
hacer más digna la vida del mundo. No podemos refugiarnos en las dificultades
del momento histórico, en la búsqueda de seguridad o en nuestra falta de
recursos. Todos hemos recibido algo, “cada uno según su capacidad”. No sé si
esta última coletilla, copiada literalmente de la parábola de Jesús, gustará
mucho a quienes confunden la igualdad con el igualitarismo. Todos hemos sido
creados con igual dignidad, pero no con las mismas capacidades. Hemos sido enriquecidos
con dones muy diferentes para responder
a necesidades igualmente diferentes.
Y esto es hermoso. No atenta contra nada ni contra nadie. Refleja la
inconmensurable diversidad de Dios. Sacar partido de estos dones, ponerlos a “trabajar”
es lo que convierte la espera en un testimonio de esperanza. Dios no nos quiere
pasajeros aburridos que dormitan mientras esperan que llegue el tren o salga el
avión de la historia, sino peregrinos que hacen de la espera una preparación, una batalla.
En el ejercicio
de lectio divina que tuvimos en mi
comunidad el viernes por la noche, uno de mis hermanos nigerianos hizo un
apunte que me resultó iluminador. Jesús califica a quienes han hecho rendir los
talentos con dos palabras. Son administradores buenos y fieles. La
bondad y la fidelidad son, pues, las expresiones más claras de quienes son creativos
y audaces, no para satisfacer su ego, para brillar y ganar más, sino para
rendir gloria a Dios sacando partido de sus dones. Estas cualidades son premiadas
con algo que puede sorprender: el gobierno de diez y cinco ciudades respectivamente;
es decir, la bondad se premia con la responsabilidad. Cuanto mejor eres, cuanto
más has hecho fructificar los dones de Dios, mayor responsabilidad contraes con
respecto a los demás. Los premios de
Dios no son medallas olímpicas o cheques al portador, sino una mayor capacidad
de servir, de ponerse a disposición de los demás. Es interesante esta conexión
entre gracia y responsabilidad, entre dones y servicios. Quien no valora lo que
ha recibido tampoco tiene motivación para servir. Se dedicará solo a
aprovecharse de los otros, a plantear la vida como una “condena a muerte en
masa” o a matar el tiempo de espera divirtiéndose y alienándose. En fin, que
las historias de Jesús siempre llevan dinamita dentro. Feliz domingo.
Me ha gustado.Buen domingo, Gonzalo
ResponderEliminarUna filosofía de vida la parábola ee los talentos. Todo sería perfecto....
ResponderEliminarPiluca visontina