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domingo, 19 de noviembre de 2017

Buenos y fieles

Este XXXIII Domingo del Tiempo Ordinario me sorprende en la Subiaco Retreat House de Nairobi, la capital de Kenia. Es un lugar tranquilo, hermoso y fresco. La temperatura oscila entre los 17 y los 22 grados. Llegué anoche después de un largo viaje dividido en dos etapas: Roma-Amsterdam (dos horas) y Amsterdam-Nairobi (siete horas). Para colmo, el enorme Boeing 747 de KLM tenía estropeado el sistema informático que regula las pantallas, así que nos quedamos sin películas. Me dediqué a leer. Es la tercera vez que visito este atractivo país africano. Estaré aquí reunido durante diez días con mis compañeros del gobierno general de los claretianos y con todos los superiores mayores de los organismos de África. 2017 ha sido el año dedicado a este continente en el que viven y trabajan unos 580 misioneros. Necesitamos preguntarnos juntos qué está pasando en los países e iglesias de África, qué nos pide Dios y hacia dónde debemos encaminar nuestros pasos. Y debemos hacerlo de manera conjunta para que la respuesta sea más significativa y eficaz. Comenzaremos el trabajo el lunes, así que hoy domingo será un día de descanso y de saludos. Coincide con la celebración de la primera Jornada Mundial de los Pobres, sobre la que escribí el viernes pasado. Estoy seguro de que tendrá una resonancia muy especial en la Eucaristía de este domingo, que presidiré a mediodía, y tal vez en algún encuentro inesperado.

El Evangelio de hoy es una historia que habla de audacia e inversiones. Creo que les gustará mucho a quienes se mueven en el campo económico y empresarial. Jesús nos propone una espera “emprendedora”. Mientras esperamos el final de la historia, no podemos quedarnos con los brazos cruzados, víctimas de una prudencia mal entendida. Tenemos que hacer fructificar los dones recibidos porque son un capital que Dios nos ha concedido para hacer más digna la vida del mundo. No podemos refugiarnos en las dificultades del momento histórico, en la búsqueda de seguridad o en nuestra falta de recursos. Todos hemos recibido algo, “cada uno según su capacidad”. No sé si esta última coletilla, copiada literalmente de la parábola de Jesús, gustará mucho a quienes confunden la igualdad con el igualitarismo. Todos hemos sido creados con igual dignidad, pero no con las mismas capacidades. Hemos sido enriquecidos con dones muy diferentes para responder a necesidades igualmente diferentes. Y esto es hermoso. No atenta contra nada ni contra nadie. Refleja la inconmensurable diversidad de Dios. Sacar partido de estos dones, ponerlos a “trabajar” es lo que convierte la espera en un testimonio de esperanza. Dios no nos quiere pasajeros aburridos que dormitan mientras esperan que llegue el tren o salga el avión de la historia, sino peregrinos que hacen de la espera una preparación, una batalla.

En el ejercicio de lectio divina que tuvimos en mi comunidad el viernes por la noche, uno de mis hermanos nigerianos hizo un apunte que me resultó iluminador. Jesús califica a quienes han hecho rendir los talentos con dos palabras. Son administradores buenos y fieles. La bondad y la fidelidad son, pues, las expresiones más claras de quienes son creativos y audaces, no para satisfacer su ego, para brillar y ganar más, sino para rendir gloria a Dios sacando partido de sus dones. Estas cualidades son premiadas con algo que puede sorprender: el gobierno de diez y cinco ciudades respectivamente; es decir, la bondad se premia con la responsabilidad. Cuanto mejor eres, cuanto más has hecho fructificar los dones de Dios, mayor responsabilidad contraes con respecto a los demás. Los premios de Dios no son medallas olímpicas o cheques al portador, sino una mayor capacidad de servir, de ponerse a disposición de los demás. Es interesante esta conexión entre gracia y responsabilidad, entre dones y servicios. Quien no valora lo que ha recibido tampoco tiene motivación para servir. Se dedicará solo a aprovecharse de los otros, a plantear la vida como una “condena a muerte en masa” o a matar el tiempo de espera divirtiéndose y alienándose. En fin, que las historias de Jesús siempre llevan dinamita dentro. Feliz domingo.

2 comentarios:

  1. Una filosofía de vida la parábola ee los talentos. Todo sería perfecto....
    Piluca visontina

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