Uno no gana para
sustos. Cada día nos desayunamos con noticias que nos desconciertan. Parece que
no hay nada seguro. Cambian las previsiones económicas. Cambian los gobiernos.
Y cambian las ideas. Lo que hoy parece blanco mañana puede volverse negro. Zygmunt Bauman ha
reflexionado con originalidad sobre esta modernidad
líquida que vivimos. Pero antes que aparecieran sus obras más
conocidas, el chileno Julio Numhauser compuso
su famosa canción Todo cambia. La versión de Mercedes Sosa parece
insuperable, pero al final pondré un vídeo que no le queda a la zaga. No sé
cuáles fueron las fuentes de inspiración del compositor chileno, hoy exiliado
en Suecia. Leyendo sus versos limpios, me acuerdo de las palabras del
Eclesiastés, que tal vez pudieron influirle: “Todo
tiene su momento y cada cosa su tiempo bajo el sol: tiempo de nacer y tiempo de
morir; tiempo de plantar y tiempo de arrancar lo plantado; tiempo de matar y tiempo
de sanar; tiempo de destruir y tiempo de construir; tiempo de llorar y tiempo
de reír; tiempo de hacer duelo y tiempo de bailar; tiempo de arrojar piedras y
tiempo de recogerlas; tiempo de abrazar y tiempo de separarse; tiempo de buscar
y tiempo de perder; tiempo de guardar y tiempo de tirar; tiempo de rasgar y
tiempo de coser; tiempo de callar y tiempo de hablar; tiempo de amar y tiempo
de odiar; tiempo de guerra y tiempo de paz” (3,1-4).
La letra de la
canción es tan clara que no necesita mucho comentario. Si todo cambia, “que yo cambie no es extraño”. A algunos
católicos tradicionales, todo lo que implica cambio les suena a traición,
casi como si fueran conceptos intercambiables. Identifican la fe con una
realidad inmutable, porque la entienden, sobre todo, como una doctrina.
Sin embargo, la fe, antes que doctrina, es vida. Y la vida, por esencia, es
cambio continuo, desarrollo. Los cristianos creemos en el Espíritu Santo. En el
Credo lo confesamos como Señor y Dador de
vida. Él nos va llevando, casi sin darnos cuenta, a un conocimiento más
profundo y pleno de la verdad. Hay cambios que pueden significar una alteración
de la sustancia –una traición si se quiere–, pero hay otros que son expresión
de vida, fidelidad a una verdad siempre abierta. Por paradójico que resulte,
para ser fieles necesitamos cambiar, estar siempre en una actitud de escucha al Espíritu Santo que actúa en nosotros.
Os dejo con el
texto de la canción –cuyo verso final sorprende– y con la versión delicada del
siempre sugerente Nahuel Pennisi.
Cambia lo
superficial
Cambia también lo
profundo
Cambia el modo de
pensar
Cambia todo en
este mundo
Cambia el clima
con los años
Cambia el pastor
su rebaño
Y así como todo
cambia
Que yo cambie no
es extraño
Cambia el más
fino brillante
De mano en mano
su brillo
Cambia el nido el
pajarillo
Cambia el sentir
un amante
Cambia el rumbo
el caminante
Aunque esto le
cause daño
Y así como todo
cambia
Que yo cambie no
es extraño
Cambia, todo
cambia
Cambia, todo
cambia
Cambia, todo
cambia
Cambia, todo
cambia
Cambia el sol en
su carrera
Cuando la noche
subsiste
Cambia la planta
y se viste
De verde en la
primavera
Cambia el pelaje
la fiera
Cambia el cabello
el anciano
Y así como todo
cambia
Que yo cambie no
es extraño
Pero no cambia mi
amor
Por más lejos que
me encuentre
Ni el recuerdo ni
el dolor
De mi pueblo y de
mi gente
Lo que cambió
ayer
Tendrá que
cambiar mañana
Así como cambio
yo
En esta tierra
lejana
Cambia, todo
cambia
Cambia, todo
cambia
Cambia, todo
cambia
Cambia, todo
cambia
Pero no cambia mi amor.
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