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jueves, 27 de abril de 2017

Todo cambia

Uno no gana para sustos. Cada día nos desayunamos con noticias que nos desconciertan. Parece que no hay nada seguro. Cambian las previsiones económicas. Cambian los gobiernos. Y cambian las ideas. Lo que hoy parece blanco mañana puede volverse negro. Zygmunt Bauman ha reflexionado con originalidad sobre esta modernidad líquida que vivimos. Pero antes que aparecieran sus obras más conocidas, el chileno Julio Numhauser compuso su famosa canción Todo cambia. La versión de Mercedes Sosa parece insuperable, pero al final pondré un vídeo que no le queda a la zaga. No sé cuáles fueron las fuentes de inspiración del compositor chileno, hoy exiliado en Suecia. Leyendo sus versos limpios, me acuerdo de las palabras del Eclesiastés, que tal vez pudieron influirle: “Todo tiene su momento y cada cosa su tiempo bajo el sol: tiempo de nacer y tiempo de morir; tiempo de plantar y tiempo de arrancar lo plantado; tiempo de matar y tiempo de sanar; tiempo de destruir y tiempo de construir; tiempo de llorar y tiempo de reír; tiempo de hacer duelo y tiempo de bailar; tiempo de arrojar piedras y tiempo de recogerlas; tiempo de abrazar y tiempo de separarse; tiempo de buscar y tiempo de perder; tiempo de guardar y tiempo de tirar; tiempo de rasgar y tiempo de coser; tiempo de callar y tiempo de hablar; tiempo de amar y tiempo de odiar; tiempo de guerra y tiempo de paz” (3,1-4).

La letra de la canción es tan clara que no necesita mucho comentario. Si todo cambia, “que yo cambie no es extraño”. A algunos católicos tradicionales, todo lo que implica cambio les suena a traición, casi como si fueran conceptos intercambiables. Identifican la fe con una realidad inmutable, porque la entienden, sobre todo, como una doctrina. Sin embargo, la fe, antes que doctrina, es vida. Y la vida, por esencia, es cambio continuo, desarrollo. Los cristianos creemos en el Espíritu Santo. En el Credo lo confesamos como Señor y Dador de vida. Él nos va llevando, casi sin darnos cuenta, a un conocimiento más profundo y pleno de la verdad. Hay cambios que pueden significar una alteración de la sustancia –una traición si se quiere–, pero hay otros que son expresión de vida, fidelidad a una verdad siempre abierta. Por paradójico que resulte, para ser fieles necesitamos cambiar, estar siempre en una actitud de escucha al Espíritu Santo que actúa en nosotros. 

Os dejo con el texto de la canción –cuyo verso final sorprende– y con la versión delicada del siempre sugerente Nahuel Pennisi.

Cambia lo superficial
Cambia también lo profundo
Cambia el modo de pensar
Cambia todo en este mundo

Cambia el clima con los años
Cambia el pastor su rebaño
Y así como todo cambia
Que yo cambie no es extraño

Cambia el más fino brillante
De mano en mano su brillo
Cambia el nido el pajarillo
Cambia el sentir un amante

Cambia el rumbo el caminante
Aunque esto le cause daño
Y así como todo cambia
Que yo cambie no es extraño

Cambia, todo cambia
Cambia, todo cambia
Cambia, todo cambia
Cambia, todo cambia

Cambia el sol en su carrera
Cuando la noche subsiste
Cambia la planta y se viste
De verde en la primavera

Cambia el pelaje la fiera
Cambia el cabello el anciano
Y así como todo cambia
Que yo cambie no es extraño

Pero no cambia mi amor
Por más lejos que me encuentre
Ni el recuerdo ni el dolor
De mi pueblo y de mi gente

Lo que cambió ayer
Tendrá que cambiar mañana
Así como cambio yo
En esta tierra lejana

Cambia, todo cambia
Cambia, todo cambia
Cambia, todo cambia
Cambia, todo cambia
Pero no cambia mi amor.


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