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miércoles, 8 de marzo de 2017

Mucho más que trabajadora

Hoy es el Día Internacional de la Mujer Trabajadora. No acaba de gustarme mucho el título. Por una parte, me parece muy reductivo (la mujer es mucho más que trabajadora); por otra, resulta redundante (toda mujer es casi siempre trabajadora). Pero es el título que se ha impuesto, aunque se habla también del Día de la Mujer, sin adjetivos. La fiesta comenzó en Dinamarca en 1911, pero ya antes había habido diversas manifestaciones en otros lugares.  Poco a poco, se ha ido extendiendo a muchos países del mundo. Hoy en día es una fiesta casi universal. El tema que las Naciones Unidas han propuesto para este año 2017 es “Las mujeres en un mundo laboral en transformación: hacia un planeta 50-50 en 2030”. Se busca que en poco más de diez años esté equilibrado entre hombres y mujeres el acceso al trabajo. Hoy, aunque se han dado muchos pasos hacia la igualdad, persisten las diferencias salariales. Son un signo más de las muchas discriminaciones que aún siguen existiendo, sobre todo en algunos países y ámbitos culturales. En pleno siglo XXI cuesta entender por qué no hemos sacado todavía las consecuencias de algo que figura al comienzo mismo de la Biblia y que expresa el sueño de Dios para la humanidad: “Creó, pues, Dios al hombre a imagen suya, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó” (Gn 1,27). Bastaría esta sola frase para comprender que el ser humano solo existe como hombre o como mujer y que todos hemos sido creados a imagen de Dios; por tanto, que gozamos de la misma dignidad y de los mismos derechos.  Las cosas más obvias son, a menudo, las más olvidadas y pervertidas.

La historia muestra hasta qué punto este proyecto original no se ha realizado. Se ha llegado a usar la misma Palabra de Dios para justificar el dominio del varón sobre la mujer y todo tipo de discriminaciones, sin olvidar las religiosas. Incluso hoy, no es fácil encontrar a personas (hombres o mujeres) que se hayan librado de estos estereotipos y traten a todos como seres humanos iguales diferenciados. Mucho me temo que un cierto feminismo extremista está reproduciendo los mismos patrones discriminatorios que el machismo. Por eso es pertinente todavía –¡ojalá que no por mucho tiempo!– un día de la mujer. Yo no soy muy partidario de multiplicar los días temáticos porque, al final, todo se mide por el mismo rasero. Parece tan importante el día de la mujer como la jornada de una especie endémica de la Patagonia, pero reconozco que tiene su sentido reivindicativo y pedagógico. Es una forma de tomar conciencia y actuar. Creo que uno de los objetivos más urgentes es acabar con la violencia machista, que cada año se cobra la vida de miles de mujeres en todo el mundo. El principio la maté porque era mía es la expresión más detestable de una concepción injusta –y, en el fondo, cobarde– de las relaciones entre varones y mujeres.


Más allá de su significado político y social, hoy es uno de esos días en los que sin ningún rubor podemos pronunciar palabras como gracias, te quiero, lo siento dirigidas a las mujeres que son significativas en las vidas de cada uno de nosotros: madres, hermanas, esposas, hijas, sobrinas, nietas, ahijadas, cuñadas, abuelas, tías, primas, amigas, compañeras, colaboradoras... No se trata de querer superar las desigualdades a base de romanticismos hueros (una forma sutil y machista de dominación), sino de reconocer con gratitud todo lo que hemos recibido de las mujeres y seguir aprendiendo juntos el modo mejor de ser humanos. Solo de la gratitud –nunca del rencor o de la venganza– surgen los cambios más radicales y duraderos.

Desde estas líneas felicito a todas mis amigas y a las mujeres que a menudo se acercan a este Rincón de Gundisalvus. Muchas de las mejores cosas que conforman mi vida las he aprendido de vosotras: a veces de forma directa; otras, por contraste. Quizá algunas las vaya desgranado en futuros posts. ¡Feliz día!




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