En las once horas
que duró el vuelo entre Roma y Hong Kong tuve tiempo de ver tres películas. Empecé
con Julieta
(2016), la última de Almodóvar, que me gustó más que las anteriores por la
historia que propone y por la sobriedad con que la narra, hasta el punto de que –salvo por algunas escenas un poco atrevidas– casi no parece una obra almodovariana. Para
cambiar de estilo, seguí con Frozen
(2013), una película de animación de la factoría Disney con los típicos
ingredientes a los que nos tienen acostumbrados: efectos digitales vistosos, música espectacular,
ternura, etc. Y terminé con una recentísima producción italiana titulada La mia famiglia a soqquadro (2017) que ni siquiera se ha estrenado todavía en los cines. El título se podría traducir como “Mi
familia en ruinas”. Se trata de una comedia a la italiana, un poco esperpéntica,
pero con un mensaje claro que me hizo pensar. Cuenta la historia de Martino, un
muchacho de 11 años que, al empezar la secundaria, se encuentra frente a una
realidad que no imaginaba: ¡sus padres aún no se han separado! Es el único de la clase que todavía tiene a
sus padres viviendo juntos. La suya es una familia insoportablemente anormal. Poco a poco, empieza a sentir
envidia de los viajes lujosos, de las vacaciones y de los regalos que sus
compañeros reciben de sus padres separados y de sus respectivos nuevos compañeros
y compañeras que se esfuerzan por conquistar el cariño de los hijos a base de obsequios.
Entonces a Martino le brota la diabólica idea de intentar por todos los medios
que sus padres se separen para así ser un chico como todos; es decir, un chico normal. De este modo podrá obtener los
mismos beneficios que el resto de sus amigos. Con ayuda de una compañera de
clase que tiene experiencia del tema, urde las tramas más absurdas para
enemistar a sus padres. Pero, por desgracia, la situación se le va de las
manos. Cuando finalmente consigue que su madre eche a su padre de casa, la
trama se precipita. Sin embargo, no todo está perdido. La película tiene un
final feliz al más típico estilo Hollywood.
Es evidente que
el director ha querido hacer una parodia de las múltiples variedades familiares que hoy se dan en las sociedades occidentales, no tanto en las de Oriente. Son
de tal calibre que para el pobre Martino vivir en una familia formada por un
papá, una mamá y un hermanito que se quieren, es algo anormal. ¡Él, que era el alumno
más brillante, se sentía al mismo tiempo el más raro de su clase! Para ser normal quería lo que, salvo excepciones,
ningún niño desea: que sus padres se separen. ¿Qué es ser normal o anormal hoy
en día? Recuerdo que cuando era adolescente uno de los insultos más repetidos
era: “No seas subnormal”. Hoy se consideraría muy ofensivo. Hace tiempo que no
se lo escucho a nadie. Normalidad
es un concepto equívoco. En sentido sociológico,
equivale a lo que predomina en un determinado grupo social. Por ejemplo, si la mayoría
de los hombres lleva el pelo largo, se considera normal llevarlo así. Si la mayoría de las parejas conviven antes
del matrimonio o ni siquiera se casan, casi todos consideran que es normal comportarse así. El argumento es
muy repetitivo: ¡Todos lo hacen así, no quiero ser un bicho raro! Pero hay una normalidad todavía más
esquiva: la psicológica. Se suele
considerar una persona psicológicamente normal aquella cuyas actitudes y
conductas se ajustan a lo que un determinado grupo entiende por madurez. Aquí
aumentan significativamente las discrepancias porque el concepto de madurez es también muy lábil. Y no digamos cuando nos adentramos en el terreno de
la normalidad axiológica. ¿Qué
valores son los normales en una
sociedad humanizada? Muchas personas reducen la normalidad axiológica a la puramente
sociológica. Por ejemplo, si en un determinado país hay un gran porcentaje de
mujeres que practican el aborto o de hombres que recurren a la prostitución, entonces
abortar y explotar sexualmente a la mujer son conductas normales (entran dentro
de la norma, de lo aceptable y aun de lo admirable).
Martino, sin
saberlo, padecía esta confusión, que es muy común en nuestras sociedades pluralistas.
Los valores no provienen tanto de las realidades en sí mismas cuanto del
consenso social que se dé en torno a ellos. Es evidente que en nuestra sociedad
separarse y divorciarse es una práctica muy común; luego, el divorcio es un
valor que asegura el bienestar y la autonomía de los cónyuges en caso de
discrepancia o incompatibilidad manifiesta. Y lo mismo se aplica a otras muchas
realidades. Lo que vale es lo que se lleva. Estamos viviendo también esta ecuación
en el campo de la política. Mucha gente sensata está en contra de las políticas
de Duterte en Filipinas o de Trump en los Estados Unidos porque las consideran descabelladas y en algunos cosas vulneran los derechos humanos. Sin embargo, el
argumento de sus partidarios para defender a estos dos presidentes suele ser
siempre el mismo: ¡Han sido elegidos por la mayoría, la gente los ha votado!
Los valores, pues, dependen del número de votos que uno consiga.
Este es –como la
historia nos enseña repetidamente– el sofisma que conduce a los populismos y a
las dictaduras. Pero no aprendemos. No somos ya capaces de percibir los valores en sí mismos. Creemos que no
existe una verdad objetiva, aunque su búsqueda sea ardua y para ello se
requiera un trabajo interdisciplinar. La verdad la determinan las urnas o la práctica
de la mayoría, aun cuando sea objetivamente irracional e inhumana. En momentos
como estos la confusión campa a sus anchas. Necesitamos profetas seculares; es decir,
personas con una gran clarividencia intelectual y una gran altura moral (ambas
deben ir unidas) que nos ayuden a discernir lo que es verdadero, bueno y bello
en esta difícil encrucijada que estamos viviendo. Personas que con sencillez le
puedan decir al pequeño Martino que no es ningún tipo anormal sino un gran afortunado porque puede gozar de una familia en la que
todos se quieren. Que este ideal humano llegue a ser considerado como algo anormal indica hasta qué punto estamos viviendo una crisis más profunda de lo que imaginamos. Pero lo más grave es que no seamos capaces de darnos cuenta y de reaccionar, que permanezcamos como anestesiados, a expensas de lo que los medios de comunicación nos vayan presentando como normal. Os dejo con el trailer de la película.
Y como hoy me he puesto un poco solemne (aunque no trágico), conviene dar un toque de humor también italiano (napolitano por más señas). Me encanta esta interpretación de Renato Carosone y sus muchachos de un tema famoso y muy bailable. ¡Hasta el Papa americano de José Mota se atrevió con él en 2011 (es decir, dos años antes de que fuera elegido el argentino Jorge Mario Bergoglio)! ¡Claro que americano para los italianos quiere decir ciudadano de los Estados Unidos de América, no habitante del continente! En esto, por desgracia, siguen la acepción inglesa del término.
Habrá que buscar el video de Mota en otro sitio pues RTVE lo tiene bloqueado en España por motivos de derechos de autor.
ResponderEliminarPor lo menos me dicen que en Seoul no dejan ver la 2.
Un abrazo.
https://youtu.be/mF5ObvnmBzw
ResponderEliminarMuy bueno el artículo, como todos los días, pero este a mi me trae recuerdos. Estuve interna en las Escolapias de Soria, de los 10 a los 16 años. Una de las monjas, Madre Elisa Julián, nos daba una charla en semana que, a pesar de que mas de una vez nos fastidiaba xq nos quitaba recreos, luego a mi personalmente me han venido muy bien en la vida. Recuerdo una frase sobre todo que mis hijas se han hartado de escuchármela: "lo general no quiere decir que sea lo normal (o lo bueno)". Me la has recordado, Gonzalo. Lo que pasa que en esta sociedad que vivimos, hay cosas ya que son tan habituales, que nos hemos acostumbrado. Se cansa uno a veces de parecer un bicho raro...somos débiles, ja,ja. Por eso este artículo tuyo da mucha moral!!
ResponderEliminarRecuerdas a las monjitas q llegaron a Vinuesa allá por el 63?. Pues la Hna. Nieves falleció el 31 de dcbre pasado en Santa Fe. Eran de N. Sra. del Calvario. Era una maestra extraordinaria. Este verano le diremos un funeral en Vinuesa xq coincidiremos mas alumnas en esas fechas. Si estuvieras allí, sería estupendo que dijeras la misa.
Gracias x seguir escribiendo, gracias.
Piluca Visontina.