Siempre me ha
gustado la canción Gracias
a la vida, de la cantante chilena Violeta Parra
(1917-1967). En los años 70 se convirtió en un himno de una generación rebelde
y soñadora que no renunciaba a la fuerza revolucionaria de la poesía. Hay
innumerables versiones, algunas muy logradas, como la de la argentina Mercedes Sosa, que
difundió la composición de Violeta Parra en el mundo hispanohablante, la de Cecilia o la de Joan Baez. Incluso Raphael ha hecho suya
esta canción en numerosas ocasiones. Hoy quisiera proponer mi versión. Me
limito a unos mínimos, aunque decisivos, retoques redaccionales: la sustitución
del artículo la que precede a la
palabra vida por el nombre Dios; y la sustitución de el hombre por el Señor. Sé que es una temeridad alterar la obra de un poeta, pero esta
pequeña cirugía –que no supone una falta de respeto– responde a mi forma de
entender la vida a la que la canción da gracias. Solo explicito mi fe. Para mí,
“la vida” es Dios. En Él “vivimos, nos
movemos y existimos” (Hch 17,28). El hombre por antonomasia es Cristo, el
Señor: “He ahí al Hombre” (Jn 19,5). Para
mí, hoy, la canción suena así:
Gracias a Dios-vida, que me ha dado tanto.
Me dio dos
luceros, que cuando los abro,
perfecto
distingo lo negro del blanco,
y en el alto
cielo, su fondo estrellado,
y en las
multitudes, al Señor que yo amo.
Gracias a Dios-vida que me ha dado tanto.
Me ha dado el
oído que en todo su ancho
graba noche y
día grillos y canarios,
martillos,
turbinas, ladridos, chubascos
y la voz tan
tierna de mi bien amado.
Gracias a Dios-vida que me ha dado tanto.
Me ha dado el
sonido y el abecedario.
Con él, las
palabras que pienso y declaro:
madre, amigo,
hermano y luz alumbrando
la ruta del
alma del que estoy amando.
Gracias a Dios-vida que me ha dado tanto.
Me ha dado la
marcha de mis pies cansados.
Con ellos
anduve ciudades y charcos,
playas y
desiertos, montañas y llanos
y la casa
tuya, tu calle y tu patio.
Gracias a Dios-vida que me ha dado tanto.
Me dio el
corazón que agita su marco
cuando miro el
fruto del cerebro humano,
cuando miro el
bueno tan lejos del malo,
cuando miro el
fondo de tus ojos claros.
Gracias a Dios-vida que me ha dado tanto.
Me ha dado la
risa y me ha dado el llanto,
así yo
distingo dicha de quebranto,
los dos
materiales que forman mi canto
y el canto de
ustedes que es el mismo canto,
y el canto de
todos que es mi propio canto.
Gracias a Dios-vida, gracias a Dios-vida.
El paso del tiempo
nos ayuda a entender que “por la gracia de Dios soy lo que soy” (1 Cor 15,10),
que no hay nada valioso en nuestra vida que no lo hayamos recibido como don. Cuando
somos niños jugamos a menudo el papel de víctimas para conseguir nuestros
deseos. Un buen llanto abre muchas puertas. Cuando somos adolescentes y jóvenes
nos volvemos reivindicativos, queremos comernos el mundo. Nos sentimos protagonistas
de más cosas de las que hacemos. Es normal. Sin esa energía no emprenderíamos
proyectos de futuro ni llegaríamos a ser responsables de nuestra vida. La responsabilidad
juvenil y adulta sustituye a la dependencia infantil. Llega un momento –creo que
estoy entrando en él– en que nos hacemos más conscientes de nuestros límites.
Entonces caemos en la cuenta de que no lo podemos todo, de que necesitamos
ayuda, de que siempre la hemos necesitado. Nos volvemos agradecidos. La etapa de
la gratitud (a Dios, a nuestros padres, hermanos y amigos, a la sociedad, a la
vida) es una etapa eucarística. Le ofrecemos a Dios nuestra pobreza y también
nuestros pequeños logros para que transforme todo en cuerpo de Cristo.
La canción de
Violeta Parra me estremece por su belleza, pero adivino en ella un toque
melancólico y quizá desesperanzado. Por eso, les pido prestadas a mis amigos de
Brotes de Olivo otras palabras que no solo transmiten gratitud sino que confiesan al
destinatario: “Hoy, Señor, te daré las gracias por mi vivir”. Refuerzan la
alegría y la esperanza. Gracias de corazón, amigos.
Querido amigo,
ResponderEliminarGracias por tus palabras, por la forma de ser agradecido a Quien más ha hecho por cada uno de nosotros. Me haces feliz y me ayudas a ser agradecido. Te deseo que pases en Lima un feliz día agradecido. Un abrazo de hermano.