Tras un mes por
España, Perú, Bolivia y Reino Unido, estoy de nuevo en mi sede de Roma. La
verdad es que tenía ganas de regresar a casa. Al llegar a Italia me estremece
la noticia de los muertos a causa de un alud en la región de los Abruzos. Parece que ha sido consecuencia de los
terremotos que se produjeron anteayer. Están siendo meses de alta actividad
sísmica, como si la tierra fuera un reflejo de la sociedad y viceversa. En este
contexto de virulencia, hoy mismo Donald Trump jurará su cargo como 45 presidente de los Estados Unidos de América. Los análisis se disparan. Comienza un tiempo incierto. Yo soy, más bien, pesimista, lo confieso.
Van a ser frecuentes los golpes de timón porque me temo que Trump y su equipo
no tienen un proyecto definido para conducir el país, solo unas gotas de
instinto político para conectar con las frustraciones de la gente, pero eso no
es suficiente para gobernar con acierto. Con todo, un hispanista como Stanley G. Paine ha votado por él
como mal menor. Le parece que el sistema democrático norteamericano es lo
suficientemente sólido como para destituir al presidente si sobrepasa los límites
razonables. Esperemos que no tenga que llegarse a ese extremo.
En la foto
oficial como presidente electo aparece con corbata roja, una insignia con la
bandera estadunidense en la solapa izquierda de su chaqueta, el ceño fruncido y
los ojos semicerrados. No sonríe como Obama sino que apuesta por un rostro
serio, de hombre duro, como diciendo: “Van
a ver de lo que soy capaz”. Me parece que Trump representa el deseo de muchos
norteamericanos de no perder la supremacía de los Estados Unidos en el
concierto mundial, aunque ya se empieza a hablar del suicidio anglosajón. Con Obama se abrió camino el multilateralismo. A muchos de
sus conciudadanos les parecía un líder demasiado débil para seguir manteniendo
a Estados Unidos como primera potencia indiscutible. ¡Se parecía demasiado al
papa Francisco! El tiempo dirá por dónde se orientan las cosas. Pero me parece que
en esta época de globalización el mejor camino no consiste en construir
muros y defender solo los propios intereses olvidando las mutuas interconexiones. Estaré atento al discurso inaugural
del hombre de la corbata roja (tal vez hoy luzca una azul) para ver qué señales
emite, hacia dónde apunta su gobierno, cómo quiere involucrar a sus ciudadanos
en esta nueva etapa que se abre. Siempre hay que estar dispuestos a cambiar las
propias ideas (a menudo, prejuicios), cuando los hechos hablan claro.
P. Gonzalo: como siempre, me gusta mucho su reflexión. Me tomo la libertad de publicarla en mi cuenta que solo comparto con mis amigos. Buena estadía en Roma, espero que amaine la ola de frío, cesen los temblores de tierra y llegue pronto la primavera. Fraterno y respetuoso saludo.
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