La coincidencia
entre los dos últimos dígitos del año de nacimiento y la edad de uno se da –en
el mejor de los casos– una sola vez en la vida, salvo en las contadísimas
excepciones de algunos centenarios. Los que nacimos en el ya lejano 1958
cumplimos este año 58 años. Esto no tiene la más mínima importancia para la
mayoría, pero pertenece al grupo de acontecimientos que permiten una reflexión
distendida a los que nos sentimos afectados por ellos. Hoy escribo pensando en
la gente de mi generación, entre los que cuento con algunos amigos. Famosos nacidos en este año son Michelle Pfeiffer, Annette Bening, Lolita Flores, Madonna, Andrea Boccelli, Vigo Mortensen, Alberto de Mónaco, Luz Casal, Michael Jackson o Tomatito. No he leído en ninguna parte que se vaya a celebrar una concentración mundial de los nacidos en 1958, “when perfection was born”. ¡Lástima!
Nacimos al final
de una década optimista (los 50) y fuimos niños durante la llamada “década
prodigiosa” (los 60). En España eran los años del turismo, el coche utilitario 600, la emigración a Europa, los polos de desarrollo, el bikini, la yenka, el boom demográfico, algunas revueltas obreras y estudiantiles, etc. Superada la guerra civil y la segunda guerra
mundial, se vivía en el mundo un momento de reconstrucción y esperanza en el
progreso. El rock and roll de Elvis Presley y el pop-rock de Los Beatles
se encargaban de poner la banda musical de unos tiempos acelerados y creativos, aunque en mis años infantiles sonaban también Marisol, Raphael, Rocío Dúrcal, Los Panchos, Manolo Escobar, Los Bravos, Los Brincos, Joan Manuel Serrat y otros muchos artistas nacionales cuyas canciones ponían en la radio. El Concilio Vaticano II representó una bocanada de aire fresco para la rígida Iglesia de entonces. A finales
de los 60 el Apolo 11 llegó a la Luna. Esa noche de julio de 1969
yo estaba en un campamento de verano en las montañas de León. Recuerdo bien con qué emoción infantil contemplábamos la Luna reunidos en torno al fuego. Es verdad que entonces existía la guerra fría entre el bloque comunista (liderado por la Unión Soviética)
y el bloque capitalista (liderado por los Estados Unidos) y que en España se
vivía una dictadura (o “dictablanda”, como dicen algunos), pero
por todas partes se respiraba un aire de cambio. Muchas ex-colonias –incluyendo Guinea Ecuatorial– se
convertían en países independientes. Se soñaba con una verdadera paz mundial –Juan XXIII había escrito la encíclica Pacem in Terris (1963)– y un desarrollo científico que erradicara el hambre y las desigualdades. Pablo VI lo ratificó con su encíclica Populorum progressio (1967).
En 1968 se produjo el fenómeno del mayo francés
y sus posteriores consecuencias. En ese mismo año se celebró la Conferencia de Medellín que oficializó el compromiso de la Iglesia latinoamericana con los pobres y el inicio de la teología de la liberación. De California llegaba casi al mismo tiempo la revolución hippy, los jóvenes de las flores. Naturalmente, yo era un niño y no participé en
ninguna manifestación contra el sistema capitalista, ni corrí delante de la policía ni supe calibrar lo que
estaba pasando. Esto vendría mucho después. No escribí pintadas del tipo “Debajo del asfalto está la playa”, “Prohibido prohibir” o “Seamos realistas, pidamos lo imposible”.
Me limitaba a ir al colegio, jugar en la calle con mis amigos, montar en bicicleta y en caballo y ver algunas series en televisión:
Daktari,
El agente de Cipol,
Bonanza, Daniel Boone, etc. Y,
por supuesto, Los Picapiedra, Galas del sábado
y otros programas de entretenimiento. ¡Hasta soportaba bien el Estudio 1 dedicado al teatro!
Recuerdo también las corridas de toros de El Cordobés, los partidos del Real
Madrid en la Copa de Europa, el triunfo de Massiel en Eurovisión y otras
muchas cosas que son como fotogramas en la película de nuestra vida. En
realidad, más que de una película, se puede hablar de una serie de televisión con
muchos capítulos. Es imposible resumirlos todos en un simple post que tiene más de evocación sentimental
que de crónica ordenada y objetiva.
A los del 58 la
transición política española nos pilló ya con más de 18 años –Franco murió en
1975 y la Constitución fue aprobada en 1978– aunque entonces solo se podía
votar a los 21. Fuimos jóvenes en la década de los 80 y, por tanto,
testigos-protagonistas de los muchos cambios sociales que entonces se
produjeron, aunque yo viví parte de este tiempo fuera de España, algo
descolgado de lo que sucedía en mi país. Tambien esta época tuvo su propia banda sonora: Simon & Garfunkel, Bob Dylan, Joan Baez, Carole King, Led Zeppelin, Supertramp, Cecilia, Mocedades, Silvio Rodríguez, Luis Eduardo Aute, Víctor Manuel, Miguel Ríos, Ana Belén, etc. Algunos de mis conocidos se implicaron muy activamente en la lucha política, llegando a ocupar cargos en partidos y sindicatos. La izquierda supo atraer a los más inquietos, incluyendo a muchos exseminaristas y sacerdotes secularizados. Fue también la década en las que nos
incorporamos al mercado laboral y asumimos compromisos vitales: matrimonio,
vida consagrada, sacerdocio, etc. La nuestra fue una generación que no conoció la famosa
EGB, aunque sí el COU. Entre algunos de nuestros coetáneos la droga hizo
estragos. La movida madrileña simbolizó, lúdica y dramáticamente, el nacimiento de un nuevo estilo de vida. Pedro Almodóvar se convirtió en su icono y reportero. Desde comienzos de los 70 el terrorismo fue también compañero de camino. Era
difícil imaginar una vida sin atentados. La reconversión industrial se llevó por delante muchos puestos de trabajo. España ingresaba en la Unión Europea y en la OTAN. En fin, demasiados ingredientes para
una ensalada que muchos no supieron aderezar en la debida proporción perdiéndose por el camino, pero que otros condimentaron con el aceite de la amistad y el vinagre de la alegría y la fiesta.
¿Y Dios? ¿Qué lugar
ocupa Dios en la vida de los que este año cumplimos 58 años? De niños fuimos
educados en el catolicismo tradicional y en las prácticas que entonces eran comunes en casi todas las familias: misa dominical, rosario frecuente, catequesis, primera comunión, romerías, etc. Disfrutamos/padecimos los ensayos de la
etapa posconciliar. El cura que me dio la primera comunión se casó al poco
tiempo. Con el cambio político, muchos creyeron que había llegado la hora de
desembarazarse del arnés católico que parecía consustancial al régimen
franquista. Otros engrosaron las filas de los indiferentes silenciosos. Y
algunos –¡cómo no!– maduraron una fe crítica y más personal en medio de un
ambiente que no la favorecía mucho. Quizá ahora, cerca de los 60 años, muchos de
mis coetáneos están entrando en una etapa de síntesis en la que la fe recibida
de niños, abandonada en la adolescencia y juventud y purificada por los muchos
avatares de la vida adulta, reaparece como brasa ardiente bajo las cenizas de
años de crisis e indiferencia. No hay dos historias iguales. Cada uno de nosotros
podría contar la suya. Aunque el escenario sea muy parecido, cada personaje representa su papel. Lo que importa es contemplar la trayectoria con
gratitud, sentido del humor y una buena dosis de esperanza. Invirtamos los
dígitos. Citémonos para cuando lleguen los 85. Mientras tanto, envío un saludo muy cordial a los amigos del 58 con la música nostálgica de la década prodigiosa.
Yo también soy del 58. GRACIAS. Muy bueno el resumen. Aunque, como tú dices, cada uno lo haya vivido de distinta manera. Ha sido bueno mirar hacia atrás. Que lleguemos a los 85. No perdamos la esperanza.
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