Hoy a mediodía
salgo para Israel en compañía de otros 16 claretianos de varios países. La
peregrinación a Tierra Santa forma parte de la experiencia de cuatro meses de formación
permanente que ellos están viviendo. Yo voy como guía y acompañante espiritual.
Desde el año 1993 al 2000 viajé unas diez veces a Israel con otros grupos. La peregrinación
no me resulta, pues, una novedad. Pero, pasados ya muchos años desde la última
vez, abordo este nuevo viaje con un deseo especial: conceder menos tiempo a las
piedras muertas (restos arqueológicos,
templos, basílicas) que conozco bastante bien y más a las piedras vivas; es decir, a las pequeñas comunidades cristianas que
sobreviven a duras penas entre dos frentes.
Para muchos judíos los cristianos de Tierra Santa resultan
extraños, casi enemigos, porque la mayoría de los cristianos son árabes; para muchos
árabes resultan infieles, casi un estorbo, porque la mayoría de los árabes son
musulmanes. Y, sin embargo, los cristianos autóctonos son pobladores multiseculares
de estas tierras. No son extranjeros. Están en su casa. Descienden de aquellas
primeras comunidades que mantuvieron vivo el recuerdo de Jesús, de su madre y
de los apóstoles. Ellos –y no solo la tierra– constituyen ese “quinto”
evangelio que ayuda a comprender mejor los cuatro evangelios canónicos porque
constituyen su sustrato vital. Por desgracia, el éxodo de los cristianos
palestinos a otros países ha sido constante en las últimas décadas. Las visitas
de peregrinos de todos los rincones del mundo son un refuerzo moral para ellos
y también, en buena medida, un apoyo económico. Sin piedras vivas, las piedras
muertas acabarían siendo solo arqueología.
No es necesario
viajar a Tierra Santa para enamorarse de Jesús y seguirlo. La mayoría de los
cristianos nunca han pisado esta pequeña franja de terreno en la que se acumula
“mucha historia en poca geografía”. En el cristianismo, a diferencia del Islam,
no hay un precepto que obligue a viajar a los lugares sagrados una vez en la vida.
Es verdad que algunos santos (como Francisco de Asís, Ignacio de Loyola o
Carlos de Foucauld) tuvieron mucho interés en viajar a Jerusalén como expresión
concreta de su amor a la humanidad de Jesús. Pero son la excepción. La mayoría –incluyendo
a san Antonio María Claret– no pisaron la Tierra Santa de Israel sino otras
muchas “tierras santas” en las que la carne de Jesús sigue siendo mancillada y
crucificada (los pobres, los marginados, los emigrantes, los refugiados, etc.).
Esta es la peregrinación necesaria que todo creyente debe hacer. Y no solo una
vez en la vida sino cada día, porque “cada
vez que lo hicisteis con uno de estos pequeños, conmigo lo hicisteis” (Mt
25,40).
¿Por qué,
entonces, vamos nosotros a Israel y Palestina si no es necesario para ser un
buen cristiano y un buen misionero?
- Vamos porque queremos conocer mejor la tierra que fue escenario de los hechos centrales de la revelación de Dios.
- Vamos porque, conociendo la tierra (sus paisajes, sus pueblos, sus gentes), queremos comprender mejor la Palabra que se ha producido en ella.
- Vamos porque conociendo mejor la tierra y la Palabra producida en ella, queremos conocer mejor a Jesús para seguirlo y anunciarlo con más radicalidad.
- Vamos porque, en definitiva, queremos hacer a la inversa la ruta de la evangelización para que, volviendo a Galilea “donde la cosa empezó” (Hch 10,37), podamos revitalizar nuestra vocación de testigos-mensajeros de la alegría del Evangelio.
No sé si durante los próximos ocho días dispondré de tiempo y medios para compartir mi post diario con vosotros. En una peregrinación uno acaba agotado cuando llega la noche. Pero intentaré hacerlo porque Tierra Santa ofrece tantos estímulos que es casi imposible sustraerse a su provocación. Os pido –eso sí– a los amigos de este Rincón que nos acompañéis con vuestras oraciones.
Que tengas un buen viaje. Me da envidia sana; solo he estado una vez y no se nos olvida. Tenerte de guía espiritual en Tierra Santa sería lo más. Rezaremos por ti y si nos falta tu compañía, en forma de post, lo supliremos con el recuerdo y la oración. Un abrazo
ResponderEliminarGracias Gonzalo.Buen viaje para ti y para tus hermanos. Te acompaño con mi oración. Un abrazo
ResponderEliminarQué afortunado
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