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martes, 9 de agosto de 2016

Volare

Los que nacimos en 1958 cumplimos este año (o hemos cumplido ya) 58 años. Esta coincidencia entre el año de nacimiento y la edad es una excusa para dar gracias a Dios por el don de la vida. Y también para rememorar algunos hitos que han marcado nuestro camino. Precisamente en 1958 se hizo famosa la canción italiana Volare (su verdadero título es Nel blu dipinto di blu). Con ella Domenico Modugno ganó el festival de San Remo de aquel año y representó a Italia en el festival de Eurovisión, quedando en tercer lugar. Después, se convirtió en un clásico del karaoke internacional y fue versionada infinidad de veces por diversos cantantes. Me he acordado de ella porque hoy estoy volando de Lima a Madrid en un vuelo que dura casi 12 horas. Hay tiempo para soñar, dormir y desvariar un poco.

Todo vuelo es una aventura, aunque hoy se han automatizado muchas tareas, disminuyendo así la incertidumbre.  Ahora es posible facturar por internet, de modo que llegas al aeropuerto con tu flamante tarjeta de embarque impresa a color en tu casa y hermosamente arrugada en no sé qué bolsillo de la maleta de mano. Con algo de suerte te pones en la cola del Drop-off y entregas el equipaje en pocos minutos. Claro, que todo se puede torcer si antes que tú llega un grupo de turistas japoneses o una excursión escolar. Entonces no tienes más remedio que armarte de paciencia. La velocidad también depende de la competencia y actitud de los empleados. Los hay simpáticos, eficientes y facilitadores. Y los hay –sobre todo en un continente de cuyo nombre no quiero acordarme– lentos, quisquillosos e incompetentes. Si no sobrepasas el peso permitido y llevas tu documentación en orden (billete, pasaporte, visado, etc.) puedes pasar a la zona de embarque. Aquí comienza el suplicio. 

En primer lugar, como potencial terrorista que todos somos, tienes que someterte al control de seguridad. (En algunos países se podría calificar casi de acoso). Siempre hay un agente que repite con mejor o peor humor: “Cinturones, relojes, ordenadores, líquidos, chaquetas… en las bandejas, por favor”. Y uno comienza el proceso de despojamiento, que es como un curso acelerado de humildad. Se quita el cinto y el reloj, coloca la chaqueta plegada, abre la funda del ordenador, mete los líquidos en una bolsita de plástico… y, cuando todo parece proceder con orden, he aquí que suena un pitido en el detector de metales y se enciende una luz roja en la parte superior: ¡Otra vez me olvidé unas monedas en el bolsillo pequeño del pantalón!

El control policial suele ser rápido en casi todos los lugares, sobre todo desde la introducción del pasaporte electrónico. Pero hay países –de cuyo nombre tampoco quiero acordarme– en los que este trámite puede demorarse hasta 15 minutos. Pareciera que el funcionario de turno recibe un dólar por cada minuto que se entretiene con los pasajeros. Si uno no está familiarizado con estos aprendices de la Gestapo notará sudoración en las manos, ligera taquicardia e incontinencia verbal (mayormente a base de palabrotas y expresiones malsonantes, dichas por lo bajini, por supuesto). Superado este trámite, uno entra ya en la zona de espera. Si está infectado de compritis aguda, encuentra todo tipo de tiendas, bares y restaurantes. Si pasa de consumismo inútil, puede buscarse un rincón tranquilo, leer un libro o teclear un post rápido para su blog personal. Esto último es lo que suelo hacer yo cuando no he tenido tiempo antes.

La subida al avión es también un ritual más o menos organizado según las diferentes compañías aéreas. Si uno parte de Italia, la aglomeración y el desorden están asegurados. En otros lugares se entra por número de filas u otros criterios más o menos racionales. ¡Por fin, después de dos o tres horas de controles, esperas y aburrimiento, colocas el equipaje de mano “en el compartimento superior” (como dice la megafonía de a bordo), te arrellanas en tu asiento, abres la bolsa de plástico que contiene la manta y los auriculares, ojeas la revista de cortesía que ofrece la aerolínea y te dispones a disfrutar del vuelo!

Cuando estás buscando en la pantalla táctil una película interesante o divertida aparece por el estrecho pasillo una señora inmensa cargada con dos o tres bolsas de mano y piensas: ¡Ojalá pase de largo!. No has terminado de esbozar este pensamiento cruel cuando los 130 kilos de exuberancia femenina se desploman sobre el asiento de al lado y parte del tuyo. No te da tiempo a reaccionar. La susodicha señora toma posesión del asiento, coloniza el reposabrazos, empieza a sacar objetos de sus bolsos y monta un bazar en el exiguo espacio de su asiento y parte del tuyo. Lo único que se te ocurre entonces es suspirar: “¿Qué he hecho yo, Señor, para merecer esto?”. Entonces, como un desesperado, buscas en los álbumes clásicos de la sección musical de la pantalla. Y sí, aparece el temita de Modugno. Señores pasajeros, compañera inmensa como el océano, preparémonos para… volare.

ITALIANO
ESPAÑOL

Penso che un sogno così 
non ritorni mai più:
mi dipingevo le mani e la faccia di blu,
poi d'improvviso venivo dal vento rapito
e incominciavo a volare nel cielo infinito...

Volare... oh, oh!...
cantare... oh, oh, oh, oh!
nel blu, dipinto di blu,
felice di stare lassù.

E volavo volavo felice più in alto del sole 
ed ancora più su,
mentre il mondo pian piano spariva 
 lontano laggiù,
una musica dolce suonava soltanto per me...

Volare... oh, oh!...
cantare... oh, oh, oh, oh!
nel blu, dipinto di blu,
felice di stare lassù.

Ma tutti sogni nell'alba svaniscon perché,
quando tramonta, la luna li porta con sé,
Ma io continuo a sognare negli occhi tuoi belli,
che sono blu come un cielo trapunto di stelle.

Volare... oh, oh!...
cantare... oh, oh, oh, oh!
nel blu degli occhi tuoi blu,
felice di stare quaggiù.


E continuo a volare felice più in alto del sole ed ancora più su,
mentre il mondo pian piano scompare negli occhi tuoi blu,
la tua voce è una musica dolce che suona per me...

Volare... oh, oh!...
cantare... oh, oh, oh, oh!
nel blu degli occhi tuoi blu,
felice di stare quaggiù.

Nel blu degli occhi tuoi blu,
felice di stare quaggiù,
con te!


Creo que un sueño como éste 
nunca regresa:
me pintaba las manos y la cara de azul,
luego, de repente, era arrebatado por el viento y comenzaba a volar en el cielo infinito...

Volar... ¡oh oh!...
cantar... ¡oh, oh, oh, oh!
En el azul, pintado de azul,
feliz de estar allá arriba.

Y volaba, volaba, feliz de subir más alto que el sol e incluso más arriba,
mientras el mundo lentamente desaparecía allá abajo, 
una dulce música sonaba solo para mí...

Volar... ¡oh oh!...
cantar... ¡oh, oh, oh, oh!
En el azul, pintado de azul,
feliz de estar allá arriba.

Pero todos los sueños desaparecen al alba porque,
cuando atardece, la luna se los lleva consigo,
pero yo sigo soñando con tus bellos ojos,
azules como el cielo tachonado de estrellas.

Volar... ¡oh oh!...
cantar... ¡oh, oh, oh, oh!
En el azul de tus ojos azules,
feliz de estar aquí abajo.

Sigo volando feliz más alto que el sol y más alto aún,
mientras el mundo desaparece lentamente en tus ojos azules,
tu voz es dulce música que suena para mí...

Volar... ¡oh oh!...
cantar... ¡oh, oh, oh, oh!
En el azul de tus ojos azules,
feliz de estar aquí abajo.

En el azul de tus ojos azules,
feliz de estar aquí abajo
¡contigo!




1 comentario:

  1. Gracias por poner un poco de humor a la vida y resaltar el tema de la paciencia que se encuentra en todas partes, hagas lo que hagas, estés donde estés.

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