Creía que sabía
muchas cosas de él, pero ahora no estoy tan seguro. Algunas las aprendí de niño
y se han quedado grabadas en mi disco duro. Los estudios posteriores apenas han
modificado los rasgos esenciales. Otras me sorprenden cuando menos imaginaba. Su
nombre latino, con el que es conocido en las lenguas occidentales, es Jesus. Pero,
en realidad, en su lengua materna, debía de sonar como Yeshua. El arte occidental lo pinta de
mil maneras, pero no sabemos cómo era. Ni siquiera el asunto de la barba y la
melena tienen algún fundamento sólido.
Era un campesino de una pequeña provincia
del imperio romano llamada Palestina. Se movió, sobre todo, por su Galilea
natal con algunas incursiones en Judea. Murió a las afueras de la ciudad santa,
Jerusalén.
Casi todo lo que sabemos de él nos viene a través de cuatro
composiciones llamadas evangelios. Existe otra literatura apócrifa que en los últimos
años se ha querido explotar, pero, en general, es pura bazofia. El intento no
ha ido demasiado lejos por falta de rigor. Por más esfuerzos que se han hecho
de reducirlo a un mito, a un producto de su contexto sociocultural o incluso a
un extraterrestre, no se ha logrado erradicar su nombre o disminuir su influjo.
Casi todas las religiones imaginan a Dios como un Ser fuera, lejos, arriba. Yeshua hablaba de Él como de alguien que
está dentro, cerca, abajo. Lo expresó a través de historietas que la tradición
llamó parábolas. Y también de unos cuantos gestos para aliviar un poco la vida
de algunos leprosos, paralíticos, sordos, cojos, ciegos, mudos, enfermos
psíquicos… No vino a predicar ningún método para maquillar el dolor o esconder
el sufrimiento humano. Y mucho menos para pasar de puntillas sobre la tremenda y
escandalosa paradoja de creer en un Dios bueno que permite el mal. Más bien, cargó con él, lo hizo suyo, se dejó
derrotar. No abandonó en la cuneta a ningún desgraciado. Desde dentro, perforó el
mal y su expresión suprema: la muerte.
Esta historia me
suena, pero necesito escucharla una y otra vez, de múltiples maneras, para que la
excesiva familiaridad no mate su fuerza.
Muchas gracias. Soy seguidora de este rincón. Me encanta lo que escribes y sobre todo me ayuda.
ResponderEliminarGracias Gonzalo
Me alegra de que te sientas a gusto en este rincón. Sabes que puedes colaborar también con tus puntos de vista sobre los diversos temas.
EliminarMuchísimas gracias Gonzalo. Breve pero intenso. Me siento identificada con el primer párrafo y el último. Me gusta el enfoque que le has dado.
ResponderEliminar