En los últimos
días me he encontrado de cerca con varias personas en paro. He tenido oportunidad de escuchar sus quejas. Ayer, por el
contrario, celebramos el Día Internacional de los Trabajadores. El contraste es hiriente.
Sé que estamos
tocando un asunto delicado y complejo. Hace años que un economista amigo mío me hizo una advertencia un poco intempestiva: "Es mejor que los curas no habléis de estas cosas, no tenéis ni idea". Tal vez llevaba razón en cuanto a algunos aspectos técnicos, pero el discurso va más allá. Para no quedar atrapados por los pormenores
reservados a los especialistas es mejor mirar la cuestión a distancia. Lo que se ve entonces es un panorama desolador.
El principio capitalista de “máximo beneficio con mínimo coste” ha producido
infinidad de bienes y servicios (esta es la parte positiva), pero ha dejado en la cuneta a millones de
seres humanos (esta es la parte inadmisible). La automatización de los procesos de producción (incluyendo la robótica) hace cada vez menos necesario el trabajo humano. Siguiendo
la terminología clásica, el capital se impone al trabajo. Esto, que parece un
enorme avance en la evolución humana, es, en realidad, un fenómeno irracional.
¿Por qué? Porque es un sistema que no logra incorporar al mayor número posible
de personas a la cadena productiva y, por tanto, a su integración social.
Desde el punto de vista económico, es un
gran fracaso. Las personas excluidas tienen que ser ayudadas –en el mejor de los
casos– con coberturas de desempleo y diversas formas de beneficencia, lo que
supone un enorme costo económico. Pero, sobre
todo, desde el punto de vista humano, el sistema está produciendo hombres y mujeres con
la dignidad herida. ¿Cómo se siente una persona que a los 45-50 años pierde su
trabajo y no logra encontrar otro? ¿Cómo afronta su situación personal y familiar? ¿A quién le importa lo que le sucede? La depresión, el mal humor y otros problemas
físicos y psíquicos suponen un coste añadido. Naturalmente, el directivo encargado de "flexibilizar la plantilla" o sencillamente de "echar al personal" solo se preocupa de que sus jefes le den una palmada en la espalda por el trabajo bien hecho. No sabe que, por la misma lógica de exclusión, tal vez mañana le toque a él salir con una mano delante y otra detrás.
Yo admiro a Bill Gates, a Steve Jobs y a Mark Zuckerberg por la revolución que han producido en las últimas décadas.
Las tecnologías de la información y la comunicación han cambiado la sociedad.
Pero admiraría muchísimo más a alguien que fuera capaz de crear riqueza
incorporando a la mayoría de la población (incluyendo los países en desarrollo)
a un trabajo justo y digno. Esta sí sería una verdadera revolución. Inventar un
nuevo robot o, sobre todo, diseñar una astuta operación de especulación financiera
me parecen operaciones de matones de barrio, no de genios creadores.
Necesitamos una generación de personas innovadoras con una visión social
amplia. Si la humanidad no logra afrontar este problema y sigue “descartando” a
millones de personas porque resultan sobrantes en el sistema productivo que
hemos inventado, será un inmenso fracaso de consecuencias imprevisibles.
Nada de esto es
posible sin un profundo cambio de conciencia, que es moral, desde luego, pero
también de pura racionalidad. Nada hay más racional que procurar el bien de
todos los seres humanos, sin dejar a ninguno sin trabajo. Siempre he sido contrario
a sistemas sociales demasiado proteccionistas porque crean una absurda cultura
de la dependencia, infantilizan a las personas y las hacen fácilmente manipulables. Pero defiendo a capa y espada
que, tanto los poderes públicos como las iniciativas privadas, coloquen en
primer lugar a la persona y hagan todo lo posible por brindarle las
oportunidades que necesita para su desarrollo personal y familiar. No es necesario esperar a que se produzca un milagro. Cuando esta conciencia impregna las pequeñas decisiones de cada día, acaba creando un ambiente en el que es posible decisiones de más envergadura.
Es un asunto de altura. Y como se trasluce de tus palabras, de altura de miras. Es tremendo que impede el corto plazo en todos los analisis economicos. Si no crece el beneficio cada ejercicio parece que las emoresas entran en perdidas. Luego añadir a tus palabras que hay trabajos que nadIe quiere hacer y la realidad de que la vida es cada vez más larga y los que se encuentran bien quieren seguir trabajando y las legislaciones lo favorecen porque con la pension el vivir de cada dia se hace complicado. Hace falta que caminemos con decision y altura de miras en la búsqueda de soluciones para que la gente no se sienta inutil para saber dedicar el tiempo tambien en trabajos sociales.
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