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sábado, 27 de febrero de 2016

El acuerdo "imposible"

Hablemos de política antes de que alguien me diga que no quiero mojarme con temas calientes. Sigo de cerca la situación de mi país, aunque vivo en Italia. Después de las elecciones del pasado 20-D, está resultando complejo formar un nuevo gobierno en España. Es verdad que el PSOE y C’s han firmado un acuerdo “para un gobierno reformista y de progreso”, pero sus 130 diputados no son suficientes para obtener los 176 votos que se requieren para la mayoría absoluta en las Cortes. Podemos ha quedado excluido. A menos que haya sorpresas de última hora, es posible que nadie supere la votación de investidura y que, por tanto, se convoquen nuevas elecciones.

Se está escribiendo y hablando tanto de este asunto que no es fácil orientarse. Tengo parientes y amigos podemitas. Basta seguir sus cuentas de Facebook: canonizan a Pablo Iglesias y sus colegas y demonizan a Rajoy y los suyos sin tomarse mucho tiempo en matices. O se defiende a “la casta” (curiosa categoría copiada del italiano Beppe Grillo) o se está con “la gente” (curiosa transformación del clásico concepto de pueblo). Pura dialéctica marxista pasada por Photoshop. Tengo también familiares y conocidos que son votantes del PP o del PSOE bastante avergonzados, la verdad teniendo en cuenta los numerosos casos de corrupción que están saltando en ambos partidos. Una persona muy cercana milita en Izquierda Unida. Y luego estoy yo, ejemplo de irresponsabilidad, porque –por razones que no vienen a cuento– no voté en las pasadas elecciones.


¿Qué hacer cuándo cuatro partidos aspiran a formar parte del gobierno pero ninguno por sí solo puede lograrlo? Esta pregunta inquietaría a muy pocos en Italia. Hay una larga tradición al respecto. Felipe González, el viejo líder socialista, ya dijo con ironía que preveía en España “un parlamento a la italiana, pero sin italianos para gobernar”; es decir, sin personas adiestradas en el arte de caminar hacia “convergencias paralelas”, chocante tesis atribuida al político democristiano Aldo Moro en relación al “compromesso storico” entre la Democracia Cristiana y el Partido Comunista.  

El periodista inglés John Carlin, con la ironía que le caracteriza, sostiene que la ausencia en español de un término semejante al inglés compromise (verbo y sustantivo) indica la falta de una verdadera cultura del pacto en España. Él llega a atribuir este hecho al influjo del dogmatismo católico que ha creado una mentalidad extremista e inquisitorial interiorizada incluso por aquellos laicistas que reniegan de la religión. Aparte de que esta opinión es muy discutible, hay en todas estos enfoques algo desafiante: necesitamos aprender a vivir en una sociedad abierta y plural y a gestionar creativamente la diversidad. Este aprendizaje no se reduce a estrategias de diálogo y métodos de acuerdos. Tiene que ver con la comprensión de la verdad y, en definitiva, con la dinámica compleja de la vida.

Hace tiempo le oí contar una anécdota al P. Adolfo Nicolás, Prepósito General de los jesuitas, que él mismo escribe en un número reciente de “La civiltà cattolica”. Un obispo japonés, refiriéndose al versículo del Evangelio "Yo soy el camino, la verdad y la vida" (Jn 14,6), dijo que la enseñanza de Jesús se puede entender de maneras diversas según continentes y religiones. Asia, en particular, puede ser considerado como el continente del "camino". De hecho, en Asia siempre se busca el camino, el cómo: cómo hacer yoga, cómo concentrarse, cómo meditar. Yoga, zen, religión, judo –considerado como el camino de los débiles, ya que utiliza la fuerza de los demás son todos considerados como itinerarios. Sin crear oposiciones, debemos tener en cuenta que Europa y los Estados Unidos están preocupados, sobre todo, por la "verdad"; América Latina y África están preocupados por la "vida". Según el obispo asiático, necesitamos a todos, porque cada uno tiene una sabiduría y una contribución que hacer a la humanidad.

¿Sería tan difícil aplicar esto al campo de la política? ¿Cuándo va a surgir una generación –¡ojo, estamos, en el terreno educativo!– que no esté obsesionada por marcar límites, señalar líneas rojas, acentuar lo propio, sino por descubrir lo mejor de los demás en vistas al bien común? Los errores y retrocesos forman parte de ese arduo proceso de aprendizaje colectivo. No hay que asustarse, pero conviene dar pasos en la dirección correcta.

1 comentario:

  1. Qué bien nos vendría tener políticos, bueno no, mejor comentaristas que supieran difundir estas ideas. España es ahora el espacio de la no neutralidad. Nadie es capaz de hablar objetivamente. Y así es díficil el caminar. Gracias Gonzalo

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