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viernes, 30 de mayo de 2025

Caminar juntos


La vida está llena de momentos pico y de momentos valle. Desde la altura se ven las cosas con más perspectiva. Desde la bajura es posible poner los pies en la tierra. Ambas perspectivas son necesarias en la vida. Sin sueños, nos ahogamos en los problemas de la vida cotidiana. Sin trabajo diario, nos evaporamos en quimeras irrealizables. Si algo me ha gustado de la reciente asamblea de CONFER ha sido la sabia combinación de sueños y proyectos: “A Dios rogando y con el mazo dando”. A la vista de los informes estadísticos y del goteo constante de cierres de casas y obras, uno tendería a pensar que el estado de ánimo colectivo estaría al borde de la depresión, pero no es así. La palabra más repetida fue “confianza”. Es verdad que hay personas consagradas desilusionadas, pero quienes han aprendido a leer este momento en profundidad mantienen una alegría serena y esperanzada. Nunca como ahora en las últimas décadas podemos comprender con tanta hondura y realismo el significado de la esperanza cristiana. 

Los parámetros que miden la verdad de esta forma de vida no son los que sirven para medir una empresa. Por lo general, Dios suele hacer más con menos. La Biblia está llena de historias en las que la fuerza de Dios se ha manifestado en la fragilidad humana. Una vida consagrada minoritaria y frágil puede transparentar hoy con más nitidez la misericordia de Dios. Por eso, en estos tiempos de pequeñez, se nos hace tan cercana la figura de María. Hacemos nuestras sus palabras: “Proclama mi alma la grandeza de Dios, se alegra mi espíritu en Dios mi salvador, porque ha mirado la humillación de su esclava”. Es hermoso vivir esta peregrinación en clave mariana.


Son muy pocos los jóvenes que se sienten atraídos a seguir a Jesús en las distintas formas de la vida consagrada. Sus sueños van en otra dirección. Lo que la sociedad presenta como apetecible es una vida de éxito laboral y afectivo. El amor y el trabajo son los dos pilares que sostienen una existencia feliz. Necesitaremos más tiempo para descubrir que, además de estos dos pilares, el ser humano está abierto a una dimensión trascendente que lo sostiene. Creo que la misión de los consagrados es mantener viva la memoria de esta apertura universal. 

Nosotros no somos una especie de caballería ligera para salir al paso de las necesidades más acuciantes de la sociedad y de la Iglesia (aunque, de hecho, lo hacemos con alegría), sino, sobre todo, una especie de centinelas del Absoluto. Más que acciones, se espera de nosotros un nuevo “arte de vivir”, la capacidad de saborear la existencia cuando Dios es el centro y todo lo vemos en Él. Me niego a pensar que no hay jóvenes con esta sensibilidad. De hecho, en el seno de las sociedades más secularizadas, siempre hay jóvenes rebeldes que se sienten llamados a vivir la contracultura de la fe. Sin renunciar a ser hombres y mujeres de este tiempo, quieren serlo desde las raíces.


Si algo nos enseña la multisecular historia de la vida consagrada es que las crisis son nuestro estado natural porque “crisis” significa prueba, crisol, purificación, oportunidad… Quien quiere seguir a Jesús siempre está en crisis porque siempre está cuestionando el presente desde la fuerza magnética del futuro. Jesús nos atrae desde el futuro, nos invita a dejar la tierra conocida para explorar nuevas patrias, nos empuja desde el centro a los márgenes, no nos deja nunca en paz. La suya es una paz combativa, buscadora, inquieta. 

La acumulación de masters, viajes, relaciones y móviles no consigue acallar esta sed insaciable. Es imposible que no haya jóvenes tocados por esta pasión. Otra cosa es que se sientan acogidos y acompañados por quienes llevamos años en el camino y quizás hemos perdido la frescura del primer amor. Su búsqueda nos despierta. Nuestra experiencia los acompaña. Jóvenes y mayores necesitamos caminar juntos para que el vino del evangelio nunca se eche a perder.

miércoles, 28 de mayo de 2025

¿Dónde te escondes, esperanza?


Llevo cinco días perdido. Sería mejor decir “encontrado”. El fin de semana lo pasé con un grupo de miembros de institutos seculares, una realidad eclesial bastante desconocida, incluso para obispos y sacerdotes. Desde ayer estoy participando como invitado en la XXXI Asamblea General de CONFER, que es la conferencia de los religiosos y religiosas de España. Impresiona ver el enorme salón lleno de mesas redondas, en torno a las cuales nos sentamos para ir dialogando sobre los temas que se proponen. 

Ambos encuentros han suscitado en mí muchas preguntas. Ambos han confirmado que la confianza es la mejor actitud para atravesar esta etapa que estamos viviendo. No me he encontrado con gente descorazonada, sino, más bien, con hombres y mujeres que creen en el valor de su vocación y no se obsesionan con números y estructuras. 

Si un modelo de vida consagrada tiene que morir, que muera. Lo importante es cultivar las semillas de vida que vemos por todas partes. A quienes se dejan guiar por las estadísticas, estas consideraciones les parecen un consuelo barato para época de crisis o incluso una irresponsable huida hacia adelante. A mí me parece la actitud más sabia, profunda y esperanzada. No es necesario que lo justifique.


En el encuentro con los institutos seculares fui yo el facilitador. Dediqué muchas horas a la preparación y a la puesta en marcha. En la asamblea de CONFER soy un participante más de los más de 300 que se han dado cita. Me gusta cambiar de rol. Disfruto escuchando. En realidad, siempre estamos aprendiendo. Disfruto con las conversaciones que tenemos en la mesa redonda en las que un jesuita y yo compartimos tiempo y espacio con siete religiosas de distintas congregaciones. La decana del grupo tiene 87 años, pero exhibe la salud y el entusiasmo de una persona veinte años más joven. 

No veo a nadie que sea prisionero de la nostalgia. Todos miramos el presente y el futuro con gratitud y esperanza. Solo Dios sabe qué es lo mejor para la Iglesia y la humanidad en cada momento. A nosotros nos toca vivir este hoy. En la conversación de esta mañana hemos hablado sobre el arte de vivir. ¿No será eso lo que podemos compartir humildemente con la sociedad en un tiempo en el que a muchas personas se les hace cuesta arriba algo tan esencial como el vivir? No es preciso que ofrezcamos grandes obras (muy difíciles de gestionar en tiempos de escasez), sino un estilo de vida que conecte con los “nodos” en los que la gente busca y fatiga.


Si cultivamos la espiritualidad es porque hemos experimentado que ofrece un sentido trascendente a la vida. Si vivimos en comunidad es porque estamos convencidos de que la fraternidad es la alternativa al individualismo que nos devora. Si nos situamos en los márgenes es porque hemos comprobado que el futuro casi nunca viene del centro, sino de las realidades marginales que son portadoras de vida y esperanza. Hay que reconocer que los primeros marginales somos nosotros mismos. Los márgenes de todo tipo son nuestro lugar natural. 

Estas y otras muchas convicciones se vuelven más luminosas cuando se comparten con personas de distintas edades que han ido madurando visiones parecidas. Ayer dedicamos mucho tiempo a compartir “la conversación que llevamos por el camino” y a iluminar desde las Escrituras las encrucijadas en las que nos hallamos. Terminamos la jornada con un concierto-oración de mi amigo Cristóbal Fones, un jesuita chileno que es cantautor y que actualmente dirige desde Roma la Red Mundial de Oración del Papa. Sus canciones nos ayudaron a poner todo en manos de Dios. Os dejo con una de ellas (Paz armada), con letra del obispo claretiano Pedro Casaldáliga. 





viernes, 23 de mayo de 2025

Las cosas silenciosas y discretas


Pasan los días sin tiempo para visitar este Rincón. El mes de mayo ha enfilado ya su recta final. Con el comienzo oficial del pontificado de León XIV, se reanuda el ritmo ordinario del Vaticano y desciende el interés mediático por la figura del nuevo Papa. No podemos vivir siempre a golpe de acontecimientos extraordinarios. En su obra, No-cosas. Quiebras en el mundo de hoy, el nuevo Premio Princesa de Asturias para la Comunicación y Humanidades, el filósofo alemán de origen surcoreano Byung Chul Han, dice que en la sociedad digital no conservamos recuerdos, sino que almacenamos datos. 

Buscamos siempre nuevos estímulos en un permanente scrolling (desplazamiento), como si la vida fuera una red social repleta de continos videoclips, reels y cosas por el estilo. Esto nos vuelve insensibles a las cosas silenciosas y discretas que no nos estimulan, pero nos anclan en el ser. Este “anclaje en el ser” pasa por la reconciliación con la vida cotidiana. No necesitamos continuamente viajar, conocer nuevas personas y tener experiencias flipantes para vivir con sentido y alegría.


Los dos primeros días de esta semana los pasé en Palencia con las Hermanas Hospitalarias. Allí tienen un enorme complejo sociosanitario en el que hay unas mil personas entre enfermos y cuidadores. Las Hospitalarias llevan muchos años acompañando a quienes padecen trastornos psíquicos y otras enfermedades. Hoy descubren que hay nuevas fronteras en el amplio y poco conocido mundo de las enfermedades mentales. Entre los adolescentes y jóvenes aumentan las formas de ansiedad, vacío y depresión. 

Ahítos de tantos estímulos, se sienten confusos y perdidos, no saben bien cómo orientarse en el dédalo de caminos que la sociedad digital les ofrece. No disponen de un Google Maps existencial. Por otra parte, encadenados por cientos o miles de relaciones en las redes sociales, experimentan una soledad incurable que los convierte en campo abonado para todo tipo de adicciones y abusos. Se les hace cuesta arriba disfrutar de la dulce monotonía de una vida ordenada, quizás aburrida en ocasiones, pero al menos saludable y significativa.


El encuentro con Jesús nos ayuda a pasar “de las distracciones al centro”, resetea nuestro navegador personal, nos pone en camino hacia la verdad de nosotros mismos. El tiempo de Pascua es una prolongada catequesis que nos permite explorar las huellas del Resucitado en la trama de esas experiencias “silenciosas y discretas” a las que se refería Byung Chul Han. 

Necesitamos redescubrir la alegría de una oración tranquila en nuestro cuarto o en una iglesia, el gozo de una conversación sin prisas con alguien que sabe escucharnos y a quien escuchamos, la satisfacción de renunciar a nuestra agenda para prestar un servicio a quien lo requiere. Cuando encontramos luz y significado en estas cosas “silenciosas y discretas” no necesitamos buscar experiencias vertiginosas, no andamos agobiados con estar a la moda o hacer lo que los demás esperan que hagamos. En fin, que aprendemos a vivir y no solo a durar o sobrevivir.

domingo, 18 de mayo de 2025

Peace & Love


Ayer se vivió en Roma una eclosión de religiosidad popular con el Jubileo de las Cofradías. Me impresionó ver al sevillano Cristo del Cachorro, a la malagueña Virgen de la Esperanza y al leonés Nazareno desfilando ante la mole del Coliseo. Es como si los mártires de ayer y los testigos de hoy se abrazaran en una procesión de singular belleza.

Hoy la religiosidad popular ha cedido paso a la celebración litúrgica del inicio del ministerio petrino del papa León XIV en la plaza de san Pedro. He seguido la ceremonia por televisión. El rostro del Papa transmitía una mezcla de preocupación y emoción, como si no acabase de creerse que él era el elegido para suceder al apóstol Pedro. 

Después de recibir el palio y el anillo del pescador, ha pronunciado una homilía breve y sustancial. Me parece que este es su estilo. No es necesario multiplicar las palabras para transmitir la esencia del Evangelio. Como era de esperar, ha puesto el centro en el amor. Este es precisamente el mensaje del V Domingo de Pascua. Las palabras de Jesús son claras: “Os doy un mandamiento nuevo: que os améis unos a otros; como yo os he amado, amaos también entre vosotros. La señal por la que conocerán todos que sois discípulos míos será que os amáis unos a otros” (Jn 13,34-35).


Es verdad que la fe cristiana implica la aceptación de algunos dogmas, la práctica de algunos preceptos morales y la celebración de algunos ritos. Pero es más verdad todavía que el dogma, la moral, la liturgia y el derecho solo tienen sentido cuando son expresión del amor con el que Jesús nos ha amado. El mero cumplimiento no es suficiente para decirnos cristianos. Nadie se dará cuenta de que somos verdaderos discípulos de Jesús si no nos amamos unos a otros. 

La homilía de León XIV ha acentuado esta centralidad del amor. El Papa se ha atrevido a soñar cómo sería el mundo si tomáramos en serio este “mandamiento nuevo” de Jesús. En realidad, más que una orden de Jesús es una revelación. Es como si Jesús nos dijera: “Os sentiréis tentados de entender la vida desde la riqueza, el placer y el poder. No os engañéis. Ninguno de esos caminos os va a hacer felices. Dejadme que os revele el secreto. Lo único que os va a ayudar a vivir en paz es el amor, porque es la única realidad que refleja el misterio de Dios”.


El inicio oficial del pontificado de León XIV coincide con una ola de violencia en varias partes del mundo y con un repunte de la carrera armamentística justificada por la excusa de “asegurar la paz preparándonos para la guerra” (si vis pacem, para bellum). No es de extrañar que, desde su saludo inicial hasta la homilía de hoy, el Papa haya subrayado tanto la necesidad de la paz. Incluso ha ofrecido el Vaticano como espacio físico para un encuentro entre Putin y Zelenski que ponga fin a la guerra de Ucrania. 

Los cristianos no tenemos una varita mágica para eliminar la violencia, pero somos -como ha recordado León XIV en su homilía- levadura en medio de la masa del mundo: En estos tiempos nuestros, todavía vemos demasiadas discordias, demasiadas heridas causadas por el odio, la violencia, los prejuicios, el miedo a la diversidad, un paradigma económico que explota los recursos de la Tierra y margina a los más pobres. Y nosotros queremos ser, dentro de esta masa, una pequeña levadura de unidad, de comunión, de fraternidad. Queremos decir al mundo, con humildad y con alegría: ¡Mirad a Cristo! ¡Acercaos a Él! ¡Recibid su Palabra que ilumina y consuela!. 

Con la fuerza del Evangelio podemos fermentar la sociedad. Igual que la violencia sale de nuestro interior y contamina las relaciones familiares, laborales, sociales, económicas y políticas, también el don de la paz puede propagarse desde el corazón de cada uno hasta el extremo del mundo. 

¿Cómo podemos ser artífices de paz si no la llevamos dentro, si no nos dejamos pacificar por la fuerza Jesús, el “príncipe de la paz”? Aquí, como en otras esferas de la vida, nadie da lo que no tiene.



jueves, 15 de mayo de 2025

Un labrador en la ciudad

 

Ayer, cuando salía del colegio de las Concepcionistas de Princesa después de celebrar la misa matutina, vi a muchos niños que entraban a clase vestidos de “chulapos”. El colegio se convertía por un día en una prolongación de la pradera de san Isidro donde hoy se celebrará una misa de campaña. Como manda la tradición, también este año la fiesta viene empapada en agua. No deja de ser curioso que al patrono de una gran ciudad moderna como Madrid sea un agricultor medieval. No encuentro muchas similitudes entre aquel Mayrit musulmán y este Madrid cosmopolita. 

Entre el 15 de mayo de 2022 y el 15 de mayo de 2023 se celebró el Año Jubilar de san Isidro con motivo del cuarto centenario de su canonización. Entonces pude ver su cuerpo incorrupto expuesto en la colegiata que lleva su nombre. Como se sabe, fue canonizado por Gregorio XV el 12 de marzo de 1622, junto con san Ignacio de Loyola, santa Teresa de Ávila, san Francisco Javier y san Felipe Neri. Parece que por Roma corría este chascarrillo malicioso: “Han canonizado a cuatro españoles y un santo”. Se non è vero, è ben trovato.


Este año quiero ir a la pradera de san Isidro para sentirme un madrileño más junto a cientos de chulapos y chulapas y miles de esos madrileños que hemos nacido en otros lugares de España y del mundo, pero que nos sentimos muy a gusto en esta ciudad, “donde se cruzan los caminos / donde el mar no se puede concebir / donde regresa siempre el fugitivo / pongamos que hablo de Madrid”. Cuanto más grande es una ciudad, más necesita algunos puntos de referencia que creen identidad y que escapen al control político. 

San Isidro, tan alejado en el tiempo, nos ayuda a poner el acento en algunos valores que, por haber atravesado los siglos, no están sujetos al deterioro de lo efímero. Como nos recordaba el año pasado el cardenal José Cobo, arzobispo de Madrid, san Isidro fue un santo que aprendió a ser discípulo de Cristo en la vida cotidiana. Supo relacionarse con la creación desde su condición de agricultor. Él veía la tierra, los pájaros, y la lluvia como miembros de una única familia. Fue un santo ecológico antes de que esta palabra se convirtiera en moda para los urbanitas que reducimos nuestro contacto con la naturaleza a paseos ocasionales.


De Isidro recordamos su condición de trabajador del campo, pero también de esposo de santa María de la Cabeza, de padre de san Illán, de vecino de musulmanes y de miembro de la pequeña comunidad cristiana del viejo Madrid. Donde no llega la historia, la tradición se encarga de rellenar los vacíos. No deja de ser sorprendente que un santo como él sea tan popular no solo en la villa de Madrid, sino en muchos pueblos de España, Hispanoamérica y Filipinas que lo tienen por patrono. 

El agricultor de alta estatura y rasgos afrodescendientes murió, según estudios forenses, entre los 35 y los 45 años. Su cuerpo se conserva incorrupto en una urna de la colegiata, pero su espíritu se ha hecho universal. Como reza uno de los himnos litúrgicos de su fiesta, “¿qué labrador ha sabido / fructificar sufrimientos? / ¿Quién en la tierra ha escondido / tanto cielo, que a sedientos / campos haya humedecido?

Feliz fiesta de san Isidro a todos los habitantes de Madrid.




miércoles, 14 de mayo de 2025

Con flores a porfía


Ayer terminamos la oración matutina de mi comunidad cantando un viejo canto que hacía tiempo que no sacábamos de nuestra bodega interior. Inevitablemente me llevó a mis años de infancia cuando, llegado el mes de mayo, teníamos todos los días un momento de oración mariana que siempre comenzaba así: “Venid y vamos todos / con flores a porfía /, con flores a María / que madre nuestra es”. 

Casi todos tropezábamos en la famosa palabra -porfía- porque no sabíamos lo que significaba. Imagino que más de uno la sustituiría por Porfiria u otros términos semejantes. La locución adverbial “a porfía” significa “con emulación y competencia”. O sea, que lo que quería decir la vieja expresión era que todos rivalizábamos para ver quién llevaba más flores a María, no a una desconocida señora llamada Porfiria o a otros innombrables destinatarios.


Tengo la impresión de que el mes de mayo ha perdido la aureola de mes mariano por excelencia. Es verdad que en algunos colegios católicos y parroquias se siguen organizando rosarios de la aurora y actos semejantes, pero no con la frecuencia e intensidad de antaño. Pasa el tiempo. Cambian los modos. Lo que importa es no perder de vista el significado de María en la comunidad de los discípulos de ayer y de hoy. 

La Iglesia no es la comunidad de Jesús si no tiene en cuenta el “principio mariano”. ¿Cómo expresamos hoy nuestra relación personal con la madre de Jesús? ¿Cuáles son las nuevas expresiones de devoción mariana? Muchas personas siguen recitando a menudo el rosario. Esa oración repetitiva les parece el mejor modo de sumergirse en los misterios de Jesús acompañados por su madre. La repetición -lejos de resultarles cansina y aburrida- les ayuda a pacificar el espíritu. Es como cuando los enamorados repiten el “te quiero” sin prestar atención a las palabras, dejándose llevar por la fuerza de los sentimientos.


Hemos comenzado el mes de mayo con grandes novedades en la vida de la Iglesia. El papa León XIV empezó su pontificado saludándonos con la paz de Cristo resucitado. Esto es precisamente lo que más necesitamos en el actual contexto mundial de confrontación, rearme e incertidumbre: paz. La memoria de la Virgen de Fátima, que celebramos ayer, también está vinculada a la paz en el mundo. 

Dirigiéndose hoy mismo a los participantes en el Jubileo de las Iglesias Orientales, el papa León XIV les ha dicho: “¿Quién más que vosotros puede cantar palabras de esperanza en el abismo de la violencia? ¿Quién más que vosotros, que conocéis tan bien los horrores de la guerra, que el papa Francisco ha llamado «martiriales» a vuestras Iglesias? Es verdad: de Tierra Santa a Ucrania, del Líbano a Siria, de Oriente Medio a Tigray y al Cáucaso, ¡cuánta violencia! Y sobre todo este horror, sobre las masacres de tantas vidas jóvenes, que deberían provocar indignación, porque, en nombre de la conquista militar, son personas las que mueren, destaca un llamamiento: no tanto el del Papa, sino el de Cristo, que repite: «¡La paz esté con vosotros!» (Jn 20,19.21.26). Y precisa: «Os dejo la paz, os doy mi paz. No como la da el mundo, yo os la doy» (Jn 14,27). La paz de Cristo no es el silencio sepulcral después de un conflicto, no es el resultado de una superación, sino que es un don que mira a las personas y reactiva su vida. Recemos por esta paz, que es reconciliación, perdón, valor para pasar página y volver a empezar”.


Quienes seguimos llevando flores a María “a porfía” le pedimos de manera especial en este tiempo convulso el don de la paz. Hacemos también nuestras las palabras de León XIV: “Los pueblos quieren la paz y yo, con el corazón en la mano, digo a los dirigentes de los pueblos: ¡reunámonos, dialoguemos, negociemos! La guerra nunca es inevitable, las armas pueden y deben callar, porque no resuelven los problemas, sino que los aumentan; porque pasará a la historia quien siembra paz, no quien cosecha víctimas; porque los otros no son ante todo enemigos, sino seres humanos: no villanos a los que odiar, sino personas con las que hablar. Rechazamos las visiones maniqueas típicas de las narrativas violentas, que dividen el mundo en buenos y malos”. Más claro, agua. 

domingo, 11 de mayo de 2025

De pastores y ovejas


Hace una semana sorprendíamos a Jesús preguntándole a Pedro si lo quería. Hoy, IV Domingo de Pascua, tenemos en la Iglesia un nuevo sucesor de Pedro que sigue respondiendo como él: “Sí, Señor, tú sabes que te quiero”. Esta respuesta resuena con especial fuerza en el domingo del Buen Pastor. León XIV es el nuevo pastor de la Iglesia universal que -como Jesús- está dispuesto a dar la vida por las ovejas. 

Parece increíble que en tan pocos días hayan sucedido tantas cosas y que la vida de la comunidad eclesial siga adelante con una esperanza renovada. Los medios de comunicación están escudriñando los gestos y palabras del nuevo Papa. El punto de comparación es Francisco. Parece inevitable, pero León XIV tiene todo el derecho del mundo a ser pastor mirando a Jesús y recreando con libertad, con estilo propio, su modo de servir y guiar a la Iglesia. No está obligado a ser fotocopia de nadie, ni siquiera de su admirado y querido predecesor.


Hoy terminamos nuestro retiro. Tras la granizada de ayer, ha amanecido un día soleado, un hermoso domingo de mayo. Después de una jornada intensa, anoche terminamos viendo y escuchando el testimonio de un hombre de la calle que ha encontrado en Dios fuerza para descubrir el propósito de su vida. Oramos también con las canciones de Juan y Ali, dos de los componentes de Brotes de Olivo. Nos fuimos a la cama cantando desde el corazón: “Hoy, Señor, te daré las gracias por mi vivir / por la tierra y los amigos, / porque siempre fui feliz”. 

El regreso a casa es siempre un desafío. Como los discípulos de Emaús, estamos invitados a escuchar lo que la comunidad tiene que decirnos antes de que nosotros compartamos nuestra experiencia por el camino. No hay encuentro con Jesús que no nos devuelva a la comunidad de la que a veces nos alejamos. Jesús no busca seguidores en solitario, sino en familia. Una de las grandes tentaciones de nuestra espiritualidad contemporánea es fabricarnos un evangelio a nuestra medida, tomando y dejando elementos según nuestro gusto personal. La fe no es tanto una opción cuanto una entrega a un amor más grande que nos atrapa. Es una experiencia personal, pero nunca privada.


Desde la muerte del papa Francisco el pasado 21 de abril hasta la misa de inauguración del pontificado de León XIV el próximo domingo 18, los medios de comunicación de todo el mundo han estado y seguirán hablando de la Iglesia. ¿En qué medida esta sobreexposición mediática habrá ayudado a algunas personas a acercarse a Jesús? ¿Habrá suscitado curiosidad o inquietud por saber qué hay detrás de una comunidad bimilenaria? ¿O todo se habrá reducido a un gran circo mediático que, pasado un tiempo, desmonta la carpa en espera de otro evento que justifique un despliegue descomunal? ¿Buscamos razones o necesitamos espectáculo? 

No me cabe duda de que la liturgia católica puede resultar un atractivo espectáculo que la televisión amplifica, pero no se trata de una representación teatral, de una medida performance, sino de la actualización de un acontecimiento: la vida, pasión, muerte y resurrección de Jesús. Él es el principio, el medio y el final. Él es mismo ayer, hoy y siempre. Desde el comienzo de su pontificado, me parece haber percibido en León XIV esta centralidad de Jesucristo.


sábado, 10 de mayo de 2025

Solo Tú tienes palabras de vida eterna


Comenzamos ayer por la tarde nuestro retiro de Pascua. Somos un “grupo apostólico” (es decir, doce más uno). Varios de los que estaban inscritos no pudieron acudir por distintas razones. Desde el primer momento nos sentimos como viejos amigos que se vuelven a encontrar. Alguno de los lectores habituales de este Rincón me preguntó si íbamos a transmitir algo en línea. Dado que se trata de una experiencia (y no tanto de un taller) personal y comunitaria, no es fácil vivirla en la red. 

Se requiere la intimidad y discreción de un cenáculo, pero ya habrá formas de compartir la experiencia en las próximas semanas. Esta mañana hemos comenzado la jornada con la oración, el desayuno y una meditación introductoria. Queremos combinar tiempos de reflexión conjunta con otros de silencio, oración personal, diálogo en grupos y celebraciones comunitarias. Como es natural, no nos abstraemos del momento que está viviendo la Iglesia con la reciente elección de León XIV. Su persona y sus primeros mensajes están muy presentes en el retiro.


El día ha amanecido nublado y un poco más frío que ayer, pero se está bien dentro de la casa y es posible pasear por el jardín. Lo que estamos haciendo es un privilegio. Pienso en las muchas personas que no pueden permitirse el lujo de desconectar para conectarse, que no pueden compartir su aventura personal con otras personas, que no disponen de medios económicos para costearse un fin de semana fuera de casa. Por eso, me brota un sentimiento espontáneo de gratitud y de empatía. 

El itinerario que podamos hacer “de quemados a encendidos” es, en el fondo, una preparación para estar más cerca de la gente que necesita compañía, para caminar con otros, para escuchar con mas atención, para estar más disponibles. De lo contrario, un retiro se puede convertir en un pasatiempo y, peor aún, en un ejercicio de ombliguismo individual y colectivo.


En su primera homilía como Papa, León XIV nos recordaba que “no faltan tampoco los contextos en los que Jesús, aunque apreciado como hombre, es reducido solamente a una especie de líder carismático o a un superhombre, y esto no sólo entre los no creyentes, sino incluso entre muchos bautizados, que de ese modo terminan viviendo, en este ámbito, un ateísmo de hecho”. ¿Seremos también nosotros “ateos de hecho”? ¿Quién es Jesús para nosotros? ¿Cómo está transformando nuestra vida? 

Estas preguntas nos acompañan desde el primer momento del retiro. El mismo Papa nos lanzó enseguida a la misión: “Este es el mundo que nos ha sido confiado, y en el que, como enseñó muchas veces el Papa Francisco, estamos llamados a dar testimonio de la fe gozosa en Jesús Salvador. Por esto, también para nosotros, es esencial repetir: «Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo» (Mt 16,16)”. Eso es lo que quisiéramos hacer nosotros, no solo con los labios, sino con nuestra vida entera, de forma que -como nos señala el evangelio de hoy- a la pregunta de Jesús –“¿También vosotros queréis marcharos?- respondamos como Simón Pedro: “Señor, ¿a quién vamos a acudir? ¡Tú tienes palabras de vida eterna; nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo de Dios!”.

A todos los lectores de este Rincón os pedimos que nos acompañéis con vuestra oración para que este retiro de Pascua sea luminoso y fructífero.

viernes, 9 de mayo de 2025

Muchas gracias, León XIV


Sería muy fácil titular la entrada de hoy “De Chicago (Estados Unidos) a Chiclayo (Perú)” u “Otro religioso en la silla de Pedro” o incluso “De san Ignacio a san Agustín”, pero al final me he inclinado por un título más personal. Robert Francis Prevost fue superior general de la Orden de San Agustín de 2001 a 2013. Yo viví en Roma de 2003 a 2021. El sucesor de Prevost es un amigo mío, el burgalés Alejandro del Moral. En una de mis visitas a la curia general de los Agustinos para charlar con él, compartimos mesa y conversación con el flamante León XIV. Me sorprendieron varias cosas de él: su tímida sonrisa, su sencillez, sus juicios moderados y su español sin acento gringo (lo que suele ser muy raro en hablantes que tienen el inglés americano como lengua materna).

No recuerdo haber tenido más encuentros con él. Ni por asomo podría haber imaginado entonces (creo que fue en 2014) que aquel estadounidense menudo con orígenes franceses, italianos y españoles iba a ser Papa en un futuro no muy lejano. Sin embargo, ayer mismo dediqué parte de la mañana a buscar información sobre él porque tenía la intuición de que podía ser un candidato de consenso entre quienes buscaban un pastor semejante a Francisco, pero con un estilo diferente.


De 4,30 a 6 de la tarde estuve participando en una reunión. Cuando hicimos la pausa, fui corriendo a mi cuarto, abrí el ordenador y vi -¡feliz coincidencia!- que estaba saliendo humo blanco de la famosa chimenea. Rápidamente nos dimos cita 
varios compañeros en la sala de televisión de mi comunidad. Por la experiencia de cónclaves anteriores, sabíamos que normalmente pasa alrededor de una hora entre la fumata blanca y la presentación del nuevo Papa en el balcón de la basílica. Así sucedió también esta vez. 

Hacia las 19,12 hizo aparición el cardenal Dominique Mamberti que con voz clara anunció el nombre del nuevo Papa. Cuando empezó diciendo: Dominum, Dominum Robertum Franciscum (en acusativo) … supe enseguida que el elegido era el cardenal Prevost. Algunos de mis compañeros pensaron que podía haber sido el cardenal guineano Robert Sarah. Como los miles de congregados en la plaza de san Pedro, también yo me puse a aplaudir. Cuando la cámara enfocó el rostro del nuevo Papa, vi que estaba muy emocionado, haciendo un gran esfuerzo por contener las lágrimas. Todo lo demás (lo que dijo, su parlamento en italiano y español, etc.) es de sobra conocido.


Tendremos tiempo de conocer mejor al nuevo Papa. Más allá de su currículo tan rico desde el punto de vista intelectual, misionero, pastoral, curial, etc., lo que me sorprende y me emociona es cómo una comunidad universal como la Iglesia católica puede vivir en pocos días con emoción la despedida de un pastor querido (Francisco) y la elección de uno nuevo (León XIV) sin que se produzcan sobresaltos o divisiones. 

Más allá de los gustos y opiniones personales, hemos vivido una hermoso y plural proceso de discernimiento que no encuentra parangón en otras instituciones. Ya sé que el cónclave puede ser tildado de selectivo, patriarcal y otras lindezas, y que seguramente en el futuro adquirirá nuevas modalidades más inclusivas, pero no deja de ser admirable la combinación de fidelidad a la Tradición y de apertura a las necesidades de presente. 

Una vez más, la mayor parte de los vaticanólogos tuvieron que reconocer que sus previsiones no eran acertadas. Esto también es admirable porque demuestra la imprevisibilidad de un discernimiento cuando es auténtico y no se deja llevar por presiones o conjeturas.



jueves, 8 de mayo de 2025

Pendientes de una chimenea


Tendría que haber escrito algo sobre el 75 aniversario de la canonización de san Antonio María Claret que celebramos ayer, pero la actualidad manda. Millones de personas estamos pendientes de la elección del nuevo Papa. Ayer, a las 17,43, el italiano Diego Ravelli, maestro de las celebraciones litúrgicas pontificas, pronunció el famoso Extra omnes. A partir de ese momento, todos estuvimos pendientes de una chimenea, de un pequeño adminículo de metal que los italianos llaman comignolo. ¿No es fascinante que en la era de los sofisticados medios digitales se anuncie la elección de un nuevo Papa a través de señales de humo como si estuviéramos en medio de una tribu de indígenas americanos del siglo XIX? Y si encima el cogminolo es visitado por algunos gabbiani (gaviotas) ocasionales, el espectáculo es de otros tiempos.

En la plaza de san Pedro hay grandes pantallas sobre las que se podría proyectar un vídeo de Matteo Bruni, director de la Oficina de Prensa de la Santa Sede o de cualquier otra autoridad vaticana. Se podría dar a conocer la noticia a través de la web oficial del Vaticano y de sus redes sociales. Sin embargo, los canales de comunicación son de otro tiempo y de otro tipo: uno óptico (la famosa fumata blanca desde el tejado de la Sixtina) y otro acústico (el repique de las campanas de san Pedro). Es como para quitarse el sombrero.


A muchos periodistas poco familiarizados con los asuntos de la Iglesia les extraña -y a veces les desconcierta- la combinación de tradición y modernidad, el análisis agudo de lo que sucede hoy (llevado a cabo durante las congregaciones generales de los días previos) y una ritualidad de siglos que rodea la celebración del cónclave, las cabezas bien amuebladas de muchos cardenales y sus ropajes anacrónicos… Todo es opinable, pero creo que si la Iglesia perdiera esa capacidad de desconcertar y se alineara sin más con lo que cada generación espera de ella, perdería su significado profético. Es verdad que la Iglesia debe acercarse al mundo (porque es para el mundo), pero también es verdad que el mundo debe convertirse al Evangelio (porque no todo lo que existe en el mundo es de verdad humano). Este “doble movimiento” está en la esencia de la evangelización. 

Jesús se hace uno de tantos (encarnación) y al mismo tiempo nos abre a un nuevo horizonte y nos pide un cambio de mentalidad (conversión). Por eso, más que hablar de conservadores y progresistas -categorías tan manejadas por políticos y comunicadores- habría que hablar de “encarnados” y “convertidos”. Todo cristiano es, por esencia, tradicional (porque se debe a una Tradición enraizada en Jesús y el Evangelio) y creativo (porque se deja llevar por el Espíritu hacia la verdad plena). Todo cristiano tiene fijos sus ojos en Jesús que es “alfa” (principio) y “omega” (final). Para vivir con intensidad, todo cristiano mira al pasado (con gratitud) y se abre al futuro (con esperanza).


Cuando escribo la entrada de hoy, todavía no sabemos quién será el nuevo Papa. La primera fumata fue negra. Se retrasó hasta pasadas las 9 de la noche de ayer. Seguimos “pendientes de una chimenea”, pero, en realidad, seguimos pendiente de lo que el Espíritu Santo inspire a nuestros hermanos cardenales. La elección del Papa se podría hacer de otra manera (y seguramente se hará en el futuro a través de cauces más sinodales), pero somos hijos de esta época. El principio de la encarnación pasa por la aceptación de las posibilidades y límites del espacio y del tiempo. Fuera de este marco, hacemos de la fe una ideología o una gnosis; es decir, lo más alejado del evangelio encarnado. 

Disfruto oyendo los comentarios de los periodistas y sus invitados. Por superficiales que a veces me parezcan, es bueno oír todas las voces, no solo las de los llamados “expertos”. Lo que a uno le parece obvio a otro puede desconcertarle. Al final, unos y otros, expertos y aficionados, creyentes y buscadores, estamos en estas horas “pendientes de una chimenea”, aunque sepamos que quien inspira todo es el Espíritu Santo. Ver para contarlo.


miércoles, 7 de mayo de 2025

El soliloquio de las lágrimas


Uno a uno, los 133 cardenales, siguiendo el protocolo previsto, han depositado su papeleta en la urna mientras pronunciaban las palabras de rigor: “Pongo por testigo a Cristo Señor, el cual me juzgará, de que doy mi voto a quien, en presencia de Dios, creo que debe ser elegido”. Cuando ese “elegido” ha superado los dos tercios de los votos, son convocados a la Capilla Sixtina el secretario del colegio de los cardenales y el maestro de las celebraciones litúrgicas pontificias. 

Entonces el primero de los cardenales por orden y antigüedad le pregunta al elegido: “¿Aceptas tu elección canónica para Sumo Pontífice?”. Él ha respondido sí. Su voz era firme y humilde a un tiempo. Tras su aceptación, el decano le pregunta: “¿Cómo quieres ser llamado?”. Se hace silencio. El nombre elegido sorprende a la mayoría. Pronto empiezan a conjeturar lo que esconde. El maestro de las celebraciones litúrgicas pontificias llama a dos ceremonieros y los tres levantan acta de la aceptación del nuevo Pontífice y del nombre que ha escogido.


Antes de que los cardenales se acerquen uno a uno para mostrar un gesto de respeto y obediencia al nuevo Pontífice y de que juntos entonen el Te Deum de acción de gracias, el nuevo Papa se retira a la “salita de las lágrimas” contigua a la Capilla Sixtina. En ella hay tres sotanas blancas y tres solideos de tallas distintas, varios pares de zapatos rojos, algunos roquetes, una muceta roja y una estola también roja, profusamente bordada. 

No hay mucho tiempo disponible, ni siquiera para derramar algunas lágrimas que justifiquen el nombre de este pequeño recinto. Al nuevo Papa se le cruzan las emociones y los pensamientos como ráfagas de fuego. No puede hablar con nadie. Se desahoga con Cristo mientras el sastre le ayuda a vestirse y le ajusta bien la sotana blanca.


Señor, ¿por qué te has fijado en mí? ¿Por qué me complicas la vida de esta manera cuando yo tenía ya mis planes hechos? Me cuesta creer que también a mí me diriges las palabras que dirigiste a tu primer apóstol: “Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi iglesia, y el poder del infierno no prevalecerá contra ella” (Mt. 16, 18). No es lo mismo edificar una Iglesia con cuatro gatos que con miles de millones. ¿Cómo empiezo? ¿Me calzo los zapatos rojos que me ofrecen o me quedo con los míos, como hizo Francisco? Bueno, de momento los zapatos no salen en televisión. 

¿Qué hago con la muceta? Es lo primero en lo que se van a fijar nada más que salga al balcón de san Pedro. Si me la pongo, muchos pensarán que soy un papa que regreso al pasado y que me gustan las antiguallas. Si prescindo de ella, a otros les parecerá que he sucumbido al “efecto Francisco”. Ayúdame a hacer lo que quieres Tú. No dejes que me derroten las opiniones ajenas y menos las de los medios de comunicación social. Ya sé que van a analizar con lupa hasta el último gesto que haga (o no haga) y todas las palabras que pronuncie (o no pronuncie). Ayúdame a hacer lo que quieres Tú.

¿Qué quieres que diga en el balcón? ¿Debo empezar diciendo Buona sera (para parecer informal y campechano) o es mejor que diga Lodato sia Gesù Cristo (para que Tú seas lo primero)? Voy a tener que tomar decisiones desde este momento. No me has preparado para ello. Solo te pido que protejas a tu Iglesia de este Papa frágil, vanidoso, inseguro y asustadizo. No quiero que todos hablen de mí, sino de Ti. No permitas que atraiga la atención sobre este hijo tuyo, “demasiado pequeño para conocer el juicio y las leyes”. Hazme tu testigo. Si has pensado en mí es para que yo viva para Ti, hable de Ti, acerque a los hombres a Ti. Si fuiste misericordioso con Pedro, estoy seguro de que lo serás conmigo. Perdonarás mis cobardías y traiciones. No te pido que me hagas perfecto. Te pido solo que me ayudes a amarte hasta el final. Sí, Señor, Tú sabes que te quiero.


Unas lágrimas de niño emocionado corren por las mejillas del nuevo Papa mientras se ajusta la estola roja. El “soliloquio de las lágrimas” le ha liberado de un peso excesivo para sus débiles hombros. Se dirige al balcón de la logia con paso decidido. Los ceremonieros se sorprenden de esa ligereza. Cae la noche sobre Roma.

martes, 6 de mayo de 2025

Más allá de la noria


Llueve, sale el sol, vuelve a llover, baja la temperatura, sube ligeramente… En estos primeros días del mes de mayo el tiempo parece una noria que no para de dar vueltas. Algo parecido está sucediendo con las noticias que llegan de Roma. Según los periódicos que uno lea, los papables son unos u otros. Hay nombres comunes, pero se suele poner más el acento en lo que los periodistas desean que suceda que en lo que de hecho puede suceder, cosa que, por otra parte, nadie sabe. No hay encuestas que puedan deshacer esta incertidumbre. 

Y esto es precisamente lo que atrae a muchas personas que ni siquiera pertenecen a la Iglesia: el caos que precede al orden, la imposibilidad de reducir todo a cálculos humanos. En tiempos en los que aspiramos a programar y controlar todo, nos sentimos seducidos por lo incontrolable. Los creyentes hablamos de la misteriosa acción del Espíritu Santo en la conciencia de los electores. Los no creyentes hablan del azar y la necesidad.


Mañana comienza el cónclave. La Capilla Sixtina se puede cerrar “con llave” (que eso es lo que significa cónclave), pero el Espíritu Santo es un insumiso. No hay llave que pueda encerrarlo. No me gustaría estar en la piel de los 133 electores. Y mucho menos en la de quien resulte elegido tras varios -¿cuántos?- escrutinios. Hay algo de sobrehumano en este procedimiento. La escenografía renacentista refuerza y embellece la solemnidad de un acto que ya de por sí resulta tremendo y fascinante. 

He leído que hay casi 7.000 periodistas acreditados para cubrir la información de los acontecimientos de los próximos días. Imagino que las redacciones de los medios de comunicación estarán preparando las biografías de los más papables de los papables para lanzar la del elegido en cuanto asome el humo blanco por la pequeña chimenea. 

A diferencia de lo que sucedió en marzo de 2013, esta vez no podré estar en la plaza de san Pedro para ser testigo de uno de esos momentos que se quedan guardados en la memoria. Procuraré seguirlo por televisión o por internet. Preveo que tendremos que incluirlo en el programa del retiro que comenzaremos el viernes 9 por la tarde con un grupo de amigos de este Rincón.


Tomando un poco de distancia del ruido mediático, me pregunto de qué manera afecta la elección de un Papa a nuestra vida cotidiana. No creo que ninguno de nosotros vaya a cambiar sus hábitos de vida una vez que conozcamos quién es el 267 sucesor de san Pedro. Seguiremos pensando, sintiendo y actuando como venimos haciéndolo hasta ahora. Y, sin embargo, aunque apenas nos demos cuenta, el estilo de vida y el magisterio de cada Papa nos influyen más de lo que a primera vista pudiera parecer. 

A veces nos llegan de forma directa; la mayoría, a través de la liturgia, de las prácticas diocesanas y parroquiales, de los libros que leemos, del lenguaje que se privilegia y, en general, de la atmósfera eclesial que se crea en cada pontificado. Los papas no ejercen solo su liderazgo a base de documentos y nombramientos -como se decía tradicionalmente-, sino también mediante una nueva gestualidad que, en tiempos digitales, llega hasta los más recónditos lugares del mundo. Quizás por eso tenemos tanta curiosidad por saber quién será esa persona que nos va a pastorear en los próximos años. Mientras tanto, oremos “más allá de la noria”.


lunes, 5 de mayo de 2025

Intra omnes


En las últimas semanas casi todos hemos obtenido un B1 en Vaticanología. Los medios nos han inundado con explicaciones de todo tipo sobre lo que estaba sucediendo en el Vaticano. Ahora ya sabemos qué significa sede vacante, qué son los novendiales (nueve días de luto y oración por la muerte del Papa) y cómo se organiza un cónclave. Sabemos también que el próximo miércoles 7 de mayo por la tarde, una vez que todos los cardenales hayan entrado en la Capilla Sixtina, el maestro de las celebraciones litúrgicas pontificias, antes de cerrar las puertas, pronunciará el famoso “extra omnes” (todos fuera). Tendremos oportunidad de refrescar nuestros conocimientos del latín. 

A partir de ese cierre físico y simbólico, no sabremos lo que sucederá dentro de uno de los espacios más sugestivos y sobrecogedores del mundo. Bajo la atenta mirada de los personajes que aparecen en el Juicio Final de Miguel Ángel y, en definitiva, de Dios mismo, los cardenales electores, tras un discernimiento ponderado, elegirán al nuevo sucesor de Pedro. Solo las famosas “fumatas” nos irán diciendo si el candidato ha alcanzado los dos tercios requeridos o no. Ese “semáforo vaticano” no juega con luces verdes, amarillas y rojas, sino con humo negro (en el caso de no alcanzar la mayoría) o blanco (en el caso de lograrla). ¿Cuándo será ese momento? Quizás a lo largo del viernes 9, pero no hay nadie que pueda saberlo con certeza.


Un grupo de católicos italianos (26 en concreto) han difundido un escrito que juega con el famoso extra omnes. Ellos han sustituido la palabra “extra” (fuera) por el término “intra” (dentro). Su carta colectiva a 26 voces se titula Intra omnes (todos dentro). Aunque canónicamente a la Capilla Sixtina solo puedan entrar los cardenales electores y algunos ayudantes bajo juramento de secreto, simbólicamente todos los cristianos podemos/debemos entrar, aunque solo sea por la aplicación del clásico principio: Quod omnes tangit, ab omnibus tractari et adprobari debet (Lo que afecta a todos debe ser tratado y aprobado por todos).

Estoy convencido de que en el futuro la Iglesia irá arbitrando modos más participativos de elegir al Papa. Por el momento, esta responsabilidad recae sobre los cardenales menores de 80 años. Este colegio formado en la actualidad por 135 varones (aunque solo 133 entrarán en el cónclave), provenientes de muchos países, nos representa simbólicamente a todos, aun cuando no se pueda hablar de “representantes” en sentido canónico. El “intra omnes” significa que todos los católicos asumimos la tarea de suplicar al Espíritu Santo el don del discernimiento para nuestros hermanos cardenales, de compartir nuestros puntos de vista sobre lo que nos parece más necesario en este momento de la Iglesia y de aceptar con responsable obediencia el resultado final del discernimiento. No se trata de suspirar por que sea elegido un Papa de mi cuerda, según mis gustos, sino de asegurar que se siga un proceso electivo honrado, espiritual y limpio.


En los últimos siglos la Iglesia ha procurado defenderse de las injerencias de los poderes políticos, económicos y mediáticos para asegurar su libertad (de ahí el “extra omnes”). En las próximas décadas es deseable que imagine nuevos modos de elección para favorecer de alguna manera la participación de todos los miembros de la Iglesia (de ahí el “intra omnes”).

Mientras llega ese momento en el que varones y mujeres, clérigos y laicos, puedan compartir esa responsabilidad, podemos entrar espiritualmente en la Capilla Sixtina para acompañar con nuestra oración y nuestros criterios a nuestros hermanos cardenales. Estaremos también atentos a otra expresión latina que resonará desde el balcón de la basílica vaticana, quizás el viernes 9: “Habemus papam”. Con un poco de suerte, terminaremos este mes de mayo con un C1 en Vaticanología.


domingo, 4 de mayo de 2025

Un tríptico junto al lago


El evangelio de este III Domingo de Pascua es largo, hermoso y muy simbólico. A mí me recuerda a esos trípticos detallistas y llenos de colorido de la escuela flamenca. Si lo leyéramos desde esta clave, veríamos tres tablas. La primera está centrada en la pesca en el lago de Tiberíades; la segunda, en el almuerzo en la playa; la tercera, en el diálogo de Jesús con Pedro. 

Merece la pena explorarlas con detalle y, sobre todo, contemplarlas desde nuestra situación actual. Cada uno de nosotros somos ese “discípulo amado” que está llamado a reconocer al Señor en el tríptico de Tiberíades.


Primera tabla: la pesca en el lago

En la escena aparecen siete discípulos: Pedro, Tomás, Natanael, Juan, Santiago y otros dos anónimos. ¡Ojo al número 7! Está amaneciendo después de una noche de pesca infructuosa. Jesús se presenta en la orilla del lago. En el recuento joánico, es la tercera vez que se aparece como resucitado. ¡Ojo al número 3! 

No lo reconocen. Les pide pescado. Como tienen nada, les sugiere que echen la red a la derecha de la barca. Se llena de tal manera que “no tenían fuerzas para sacarla, por la multitud de peces”. El recuento arroja una cifra misteriosa. ¡Ojo al número 153! El discípulo amado le confiesa a Pedro que ese misterioso peregrino “es el Señor”. Primera confesión de fe individual.


Segunda tabla: el almuerzo en la playa

Mientras ellos regresan Jesús ha preparado fuego. Asan algunos peces y comparten el pan. Jesús los invita a almorzar y les reparte el pan y el pescado. Momento de comensalidad que prosigue la cadena de comidas de Jesús. 

Nadie pregunta nada porque “todos sabían bien que era el Señor”. Segunda confesión (silenciosa) de fe comunitaria.


Tercera tabla: el diálogo de sobremesa

Mientras quizá los demás dormitan un poco, Jesús se pone a hablar con Pedro. Con ligeras variantes, le hace por tres veces la misma pregunta: “Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que éstos?”. ¡Ojo de nuevo al número 3! La triple respuesta de Pedro es sincera y contundente: “Sí, Señor, tú sabes que te quiero”. Imposible no acordarse de la triple negación antes de la muerte de Jesús. Tercera confesión de fe/amor de Pedro como representante de todos. 

Jesús le confía a Pedro la misión de apacentar/pastorear a las ovejas y corderos. No le exige ninguna cualidad especial y ningún entrenamiento. Lo que cuenta es el amor incondicional. Eso sí: le advierte que el ministerio de pastor comporta guiar y dejarse guiar. Y de nuevo la misma llamada que al principio de esta historia de amor/seguimiento: “Sígueme”.


Estamos viviendo días de discernimiento eclesial. Tras la muerte del papa Francisco, la Iglesia busca un nuevo sucesor de Pedro. Los periódicos hablan del perfil ideal del nuevo pastor. Seguramente también los cardenales están haciendo algo parecido en sus reuniones. 

En este contexto resuena la voz de Jesús. La única pregunta decisiva sigue siendo: “¿Me amas?”. La misión de pastorear a la comunidad se fundamenta en un inquebrantable amor a Jesucristo. Sin él, todas las demás cualidades sirven muy poco. Solo quien ama reconoce al Señor en el claroscuro del alba, se fía de su palabra para lanzar la red “a la derecha de la barca” y comparte el almuerzo con sus hermanos. Todo verdadero pastor que quiera conducir a la comunidad “en nombre de Jesús” tienen que aprender a guiar con la fuerza del amor, pero también con la humildad de quien “se deja guiar”. 

El liderazgo cristiano se parece muy poco al que predomina en el mundo. Ya lo había anticipado Jesús: “Sabéis que los jefes de los pueblos los tiranizan y que los grandes los oprimen. No será así entre vosotros: el que quiera ser grande entre vosotros, que sea vuestro servidor, y el que quiera ser primero entre vosotros, que sea vuestro esclavo” (Mt 20,25-27).

El tríptico de Tiberíades se convierte en un espejo en el que podemos mirarnos para saber cómo afrontar este desafiante momento de la Iglesia. Lo que importa es que, en medio de todas las contradicciones, sepamos descubrir, como nuevos discípulos amados, la presencia misteriosa del Señor resucitado.