jueves, 18 de julio de 2024

Rosa de julio


Madrid es una ciudad hermosa y amigable, pero puede volverse inhóspita cuando el termómetro se aproxima a los 40 grados. Después de un par de semanas en Vic, estoy de nuevo en mi casa. Esta mañana, a las 5,37, recibo un escueto mensaje que dice: “Querido amigo, mi madre, Rosi, acaba de dejarnos. Descansa ya en Paz”. No me sorprendió porque, doce horas antes, había recibido otro que presagiaba un desenlace inminente: “Tengo que decirte que mi madre Rosi está hospitalizada y creemos que le quedan pocas horas de vida, una vida fructífera, aunque también de desgaste grande. Seguro que está deseando llegar a los brazos de María y de Jesús. Doy gracias por el amor de una madre, algo que no tiene nada con qué compararse”. 

Teniendo tan cercana la muerte de mi propia madre (apenas 50 días), comprendí muy bien el alcance de estas palabras de mi amigo Juan. Es probable que muchos lectores del Rincón os estéis preguntando quién es Rosi, aunque otros lo habréis adivinado enseguida al ver la foto que encabeza la entrada. Rosi es la madre de los trece componentes de Brotes de Olivo, el grupo musical que lleva acompañando el camino cristiano de miles de personas en los últimos 52 años.


Conocí a Rosi por primera vez en el lejano 1986. Entonces era una mujer guapa, sensible, maternal, entrañable. Después la fui encontrando en varias ocasiones, aunque ya hace bastantes años que no la veía. En realidad, no la veía físicamente, pero sabía de su progresivo declive a través de algunos de sus hijos. La enfermedad la ha ido minando a lo largo del tiempo, pero no ha logrado borrar la ternura de su mirada. Basta contemplar sus ojos en las fotografías de este tiempo. 
Ella ha sido la matriarca de una familia que, entre hijos (13), nueras y yernos, nietos (30) y biznietos (4), comprende una sesentena de personas. 

Ha entrado en la vida eterna quien ha engendrado mucha vida en la tierra. Este alumbramiento continuo ha sido a la vez una muerte anticipada. Solo da vida quien muere a sí mismo. Rosi ha muerto a sí misma (quizás demasiado) para que muchos otros (no solo los miembros de su familia) hayan tenido vida. Ha sido trigo enterrado que produce fruto. Y hoy, una calurosa mañana de verano, esta “rosa de julio” ha exhalado su último aliento en Huelva, la ciudad donde pasó la mayor parte de su vida. Esta “rosa de julio” está ahora plantada en el jardín de Dios para seguir exhalando el perfume del amor, que es la única realidad que cruza la frontera.


El vídeo que acompaña la entrada de hoy ha sido realizado por Josema, uno de sus yernos. Y la canción que lo acompaña ha sido compuesta por Vicente, uno de sus nietos. Hace ya tres años que escribí sobre “la abuela Rosi” y sobre esta canción que me llega al alma. Solo quien ama mucho puede componer una obra tan entrañable. Hoy esa canción cobra actualidad. Es un homenaje de gratitud, pero también una oración al Dios en el que tanto ha creído para que le dé el descanso tras muchos años de fatiga. 

Estoy seguro de que su familia está viviendo estos momentos como una verdadera “pascua”, como el paso de esta vida hermosa pero siempre frágil a la vida que no tiene fin. No es fácil hoy creer en la vida eterna, como confesamos los cristianos en el Credo. Todo parece conjurarse para que aceptemos de buen grado que también nosotros, como si fuéramos un producto de mercado, tenemos fecha de caducidad. Pero Jesús nos ha dicho otra cosa: “Yo soy la resurrección y la vida: el que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá; y el que está vivo y cree en mí, no morirá para siempre” (Jn 11,25-26). Me fío más de sus palabras que de todos los “dogmas” contemporáneos. Somos carne de resurrección. No tendríamos que avergonzarnos de esta maravillosa realidad, sino agradecerla desde el fondo de nuestro corazón. 


Desde este Rincón expreso mis sentimientos de cercanía a la familia Morales-Escala a la vez que comparto su serena esperanza. Aunque parezca un poco tarde, julio es también tiempo de rosas.

martes, 16 de julio de 2024

Un millón de razones


Llevo diez días sin asomarme a este Rincón. Durante este tiempo he vivido con mucha intensidad el Congreso de Espiritualidad Claretiana que los Misioneros Claretianos hemos celebrado en Vic (Barcelona) del 7 al 15 de julio. He participado como miembro de la comisión organizadora y como ponente. Durante estos días me he alegrado del triunfo de la selección española de fútbol en la Eurocopa y, sobre todo, he mantenido muchas conversaciones que han dejado huella. 

Hoy, robando minutos a un programa muy intenso, no tengo más remedio que escribir unas líneas. Por pura providencia, la celebración de los 175 años de la fundación de los Misioneros Claretianos -fiesta que estamos celebrando hoy con mucha gratitud y alegría- va a coincidir con el millón de visitas de este blog. Jugando con la hipérbole, podría decir que tengo un millón de razones para dar gracias a Dios por mi vocación misionera, compartida con hermanos y hermanas de todo el mundo. Me alegro de poder hacerlo en Vic, el lugar donde nació nuestra congregación.

Una de las cosas más hermosas del congreso que clausuramos ayer ha sido la experiencia de alegre fraternidad, de caminar con otros, de no estar solos en la aventura de la evangelización. Una congregación misionera es un catalizador de los dones y energías de muchas personas, no solo de las que pertenecen a ella por la profesión religiosa.


Han pasado algo más de ocho años desde que empecé a escribir en este Rincón. Me sorprendo de la cantidad de personas que durante estos días me han dicho que se asoman a él regularmente o de vez en cuando. Algunos se han sorprendido al conocer en persona a una de las lectoras más asiduas, Dolors Serradell, seglar claretiana, que casi siempre deja sus comentarios. Se ha convertido en una fan destacada, en una especie de eco permanente. 

Yo no me imaginaba que el mundo digital permitiera este tipo de conexiones. Estoy seguro de que, si san Antonio María Claret viviera hoy, se serviría de las muchas posibilidades que nos ofrece la red para compartir su experiencia del Evangelio. No me lo imagino difundiendo fotos suyas o colocándose él en el centro, sino ofreciendo sugerencias para vivir el Evangelio a las personas, desde los niños y jóvenes hasta los ancianos de la tercera y cuarta edad. Su pasión -como no nos cansamos de repetir los miembros de la Familia Claretiana- era que Dios fuera “conocido, amado, servido y alabado”. Naturalmente, esta misión exigía haber vivido en carne propia la experiencia de conocerlo, amarlo, servirlo y alabarlo.


Mañana regresaré a Madrid. Confieso que he vivido unos días muy intensos. He aprendido mucho. He comprendido mejor que la evangelización de los próximos años se debe hacer -tal como nos indicó la hermana colombiana Liliana Franco- “desde dentro” (desde una fuerte experiencia de Dios como fundamento de la propia vida), “desde abajo” (en compañía de los más pobres y excluidos de nuestra sociedad) y “desde cerca” (con una actitud de cercanía y cordialidad hacia las personas, especialmente hacia aquellas que se sienten solas y olvidadas). 

He aprendido también que, en estos tiempos de búsqueda espiritual, podemos alimentarnos en varias mesas que la Iglesia nos ofrece: la mesa de la Palabra, la mesa del pan eucarístico, la mesa de los pobres, la mesa de la casa de María, la mesa de la fraternidad… Tenemos recursos suficientes para alimentar nuestra hambre de sentido. Lo que hace falta es “cultivar el asombro” (así se titula el libro que nos regaló el cardenal Aquilino Bocos), estimular el deseo y no acumular alimentos, sino aprender a metabolizarlos para que se conviertan en nutrimento del alma y no acabemos en la obesidad espiritual.


Tengo un millón de razones para ser feliz en medio de los muchos problemas que nos circundan y amenazan nuestra vida. Aprovecho la cima del millón de visitas para daros las gracias de corazón a todos los que os asomáis a este blog. Sé que algunos -muchos- lo hacéis asiduamente; otros, de forma esporádica; algunos, por pura casualidad. Juntos vamos ayudándonos a vivir el Evangelio con esperanza, sin sucumbir a la tentación de pesimismo que nos corroe. 

¡Gracias de corazón! Oro por todos ante la tumba de san Antonio María Claret minutos antes de empezar la Eucaristía que celebraremos para dar gracias a Dios por estos 175 años. Quien lo desee puede seguirla en directo pinchando en este enlace.

domingo, 7 de julio de 2024

¿Carpintero o profeta?


Dentro de unas horas voy a celebrar la eucaristía de este XIV Domingo del Tiempo Ordinario en el templo de san Antonio María Claret de Vic con la gente que celebra una vez al mes la llamada “misa internacional”. Hay personas originarias de esta ciudad catalana y también de varios países latinoamericanos, africanos y asiáticos. La Eucaristía no tiene color. Aquí no se exige ningún pasaporte o salvoconducto. 

Todos escucharemos el desconcertante evangelio de hoy (Mc 6-16). Jesús se traslada con sus discípulos desde Cafarnaúm a Nazaret, su pueblo. A todos suele gustarnos volver de vez en cuando al lugar donde hemos nacido o hemos vivido buena parte de nuestra vida. Es muy probable que los paisanos de Jesús sintieran curiosidad por verlo después de las noticias que llegaban acerca de milagros y curaciones. Cuando lo vieron predicar con soltura en la pequeña sinagoga local no salían de su asombro. Les costaba mucho entender que “el carpintero” fuese un experto en las Escrituras sin haber frecuentado ninguna escuela. Era uno más. Todos lo conocían a él y a su familia.


En vez de admirarse, sus paisanos se escandalizan. Se supone que un profeta debe ser alguien un poco misterioso, procedente de un noble linaje, situado por encima de los demás. No es posible “creer” en quien ha sido tu compañero de aventuras. A Jesús le duele la incredulidad de sus paisanos. No se muerde los labios. Su frase se ha convertido en un refrán que recorre los siglos: “No desprecian a un profeta más que en su tierra, entre sus parientes y en su casa”. ¡Qué difícil resulta creer en “los santos de la puerta de al lado”! Sucedió en tiempos de Jesús y sigue sucediendo hoy.

sábado, 6 de julio de 2024

Desde mi ventana


Mi ventana está casi tapada por un exuberante árbol que me protege del sol, pero también me roba luz. Puedo tenerla abierta de par en par, de modo que me entra el aire fresco del noreste, pero también me invaden los mosquitos veraniegos. Como da al jardín interior, me libro del ruido de la calle, pero el ángulo visual es, más bien, estrecho. O sea, que nada es perfecto en esta vida. Toda experiencia tiene siempre un área no evangelizada.

Llegué a Vic el pasado miércoles a media tarde, después de un viaje entretenido desde Madrid. Ayer coincidió con la fiesta de san Miguel de los Santos, patrón de la ciudad, así que en algún momento me uní a los festejos populares. Si bien nació en Vic, fray Miguel vivió en muchos lugares de España (Barcelona, Zaragoza, Oteiza, Madrid, Alcalá de Henares, Valdepeñas, Córdoba, Granada, Socuéllanos, Baeza, Salamanca, Valladolid) en sus cortos 33 años de vida. La verdad es que, aunque he venido muchísimas veces a Vic y en alguna ocasión visité su casa natal, no conocía mucho de la vida de este fraile trinitario (1591-1625).


A cuentagotas van llegando los participantes en el congreso. Oficialmente lo comenzaremos mañana por la tarde. Dispongo de tiempo para saludar a viejos conocidos, traducir mi ponencia al inglés e irme aclimatando a este lugar. Por suerte, el tiempo nos acompaña. La temperatura es suave. Incluso esta mañana y esta tarde hemos tenido un poco de lluvia. 

Antes de empezar el programa de actos y celebraciones, quiero orar un rato a solas en la cripta que alberga los restos de san Antonio María Claret. No podemos reflexionar sobre la espiritualidad claretiana sin sintonizar con el espíritu de quien recibió un don particular en la Iglesia.


Mientras nosotros estamos en esta clave, se consuma la excomunión del arzobispo Viganò, el partido laborista gana por goleada las elecciones del Reino Unido, España celebra una victoria sufrida contra Alemania en la Eurocopa y muchas personas han comenzado ya sus vacaciones de verano. La vida no se interrumpe. 

Es bueno recordar que, en el seno de las experiencias más luminosas, hay siempre un poco de sombra. Y que, toda experiencia oscura, esconde siempre un poco de luz. De esta manera, ni el optimismo exagerado ni la desesperanza gris acaban colonizando nuestra alma.

jueves, 4 de julio de 2024

De nuevo en camino


Voy a pasar casi dos semanas en Vic. Allí celebraremos, del 7 al 15 de este mes, un congreso de espiritualidad con motivo de los 175 años de la fundación de los Misioneros Claretianos. Volveremos a preguntarnos si hay reclamos de espiritualidad en el seno de las sociedades secularizadas. Y hablaremos de búsquedas de sentido, de nuevas expresiones religiosas y rituales, de espiritualidades sin Dios (que parece ser el último grito en el supermercado espiritual contemporáneo) y, en definitiva, de cómo ser mejores misioneros siguiendo las huellas de san Antonio María Claret. 

Mi temor es que sucumbamos a la moda inflacionista que nos rodea por todas partes. El verano es un tiempo propenso a congresos, simposios, cursos intensivos, jornadas de estudio, seminarios y todo tipo de propuestas culturales. En muchos casos se trata de meros pasatiempos revestidos con el papel celofán de la investigación. A la gente del mundo académico le suele gustar adjetivar sus iniciativas con palabras como serio, riguroso, científico, metódico y otras lindezas semejantes. En la mayor parte de los casos se trata de hipérboles que no responden a la realidad, sino solo al prurito de querer aparecer como superiores al resto de los mortales.


Espero que nuestro congreso no pretenda ser serio, riguroso, científico y metódico, sino solamente realista, concreto, experiencial y estimulante. Estamos ya muy cansados de malabarismos lingüísticos y de juegos de palabras, especialmente cuando son ejecutados por personas que dicen una cosa y hacen otra. Sin un mínimo de coherencia vital, los discursos se pierden en el vacío, y más cuando se refieren a algo tan vivencial como la espiritualidad. 

En realidad, tendríamos que partir siempre del testimonio de personas que intentan vivir lo que anuncian, que no son cartógrafos de la geografía divina, sino, más bien, humildes exploradores. Eso es lo que más admiro en un santo de la talla de Claret. Si me queda tiempo, procuraré compartir con los lectores del Rincón algunas de las luces que se vayan encendiendo a lo largo del congreso. Mi ponencia -compartida con mi hermano claretiano y amigo José Cristo Rey García Paredes- será el último día. Ha sido un trabajo al alimón con miles de kilómetros de por medio en el proceso de preparación.


Si me pongo de nuevo en camino no es por el placer de viajar. Hace tiempo que los viajes empezaron a cansarme. No padezco el síndrome de los jóvenes que dedican su tiempo libre a conocer mundo y retrasan el matrimonio y los hijos porque primero quieren viajar, como si esta actividad se hubiera convertido, por arte de Ryanair y las agencias de viajes lowcost, en una opción prioritaria. ¡O viajar o morir!

Me pongo en camino porque he sido convocado. Y quizás porque salir físicamente del propio lugar es una metáfora de esa salida (éxodo) de la propia tierra que implica toda búsqueda espiritual. La rutina no suele ser buena aliada de la espiritualidad. El Espíritu no hace sino descolocarnos continuamente para que no domestiquemos su hálito creador. Espero que la travesía de los Monegros sea leve a pesar de las altas temperaturas que se pronostican para esta jornada de julio.

martes, 2 de julio de 2024

La revista


Acabamos de sacar el número de julio-septiembre de “la revista”. En la redacción no la llamamos por su nombre. Decimos simplemente “la revista”. Nos estamos refiriendo a la revista mensual Vida Religiosa, de la que soy director desde hace casi un año. Cuando llega de la imprenta y comienza su distribución a los subscriptores... respiramos aliviados. Es el último eslabón de una cadena que empieza por la programación de cada número y sigue por el contacto con los articulistas, la revisión de los originales, la maquetación y la impresión. 

Cada mes asistimos a un rápido proceso de gestación y alumbramiento. Hay seis firmas que son fijas todo el año: tres hombres y tres mujeres. Otras van cambiando según las diferentes secciones. Combinamos los artículos de reflexión con la narración de experiencias, las entrevistas, los temas de actualidad y las sugerencias bibliográficas. Incluimos también una propuesta para el retiro mensual de las comunidades y para su formación permanente. Los meses de verano nos tomamos un respiro. En total, publicamos diez números mensuales al año más cinco monográficos que abordan temas de fondo de una manera más extensa.


Es probable que a muchos de los que os asomáis a este Rincón no os importen demasiado estos detalles. Sin embargo, es bueno saber cómo sobrevive una revista impresa dirigida a las personas consagradas en tiempos de eclosión digital. No es una coyuntura fácil. Cada vez que se cierra una casa religiosa (lo que sucede muy a menudo), perdemos una subscripción. Son más las bajas que las altas. En cualquier caso, todavía se cuentan por miles las comunidades religiosas de Europa y América que reciben mensualmente la revista. 

Para el equipo que la confeccionamos, constituye una gran responsabilidad acompañar de cerca esta desafiante etapa de la vida consagrada. Frente a la tentación de pesimismo, debemos ofrecer razones para la esperanza. Frente a la impresión de que todo se acaba, debemos narrar experiencias de vida. Es verdad que hoy cada vez se lee menos y que los medios impresos están perdiendo terreno con relación a los digitales, pero eso no significa que no puedan convivir ambos si saben responder a necesidades específicas.


Confieso que cerrar el número de julio produce alivio porque el siguiente será ya en otoño. La portada que hemos elegido para este número veraniego transmite belleza y sosiego, dos ingredientes que nos parecían imprescindibles para afrontar el periodo vacacional. No hace falta suscribir aquello de que “la belleza salvará el mundo” -como sostenía Dostoyevski- o reconocer que vivimos en la sociedad de la prisa para reivindicar el poder terapéutico de la belleza y el sosiego. Basta apelar a nuestra propia experiencia. La barquita varada en la arena sobre un fondo de cielo rojizo habla por sí misma. A veces, tenemos que echar el ancla y dejar de navegar para recomponernos un poco. Es el mensaje que hemos querido transmitir a los miles de lectores de “la revista”. 

Nosotros no ofrecemos reportajes sobre los famosos (celebrities dicen ahora) ni alimentamos el cotilleo. Nos limitamos abrir los ojos, ver lo que pasa, contarlo y sugerir algunas pistas para el futuro. Una de ellas nos la ofrece el padre Mathew Vattamattam, superior general de los claretianos, a quien hemos entrevistado en el número de julio coincidiendo con el 175 aniversario de la fundación de nuestra congregación. Tendré ocasión de escribir sobre esta efeméride en los próximos días. Sus palabras resultan proféticas en el contexto de polarización en el que vivimos: “Hoy estamos llamados a integrar, no a separar”. ¡Pues eso!



lunes, 1 de julio de 2024

Hay luces rojas encendidas


Veo que hay políticos y periodistas que se llevan las manos a la cabeza ante los resultados de la primera vuelta de las elecciones legislativas francesas. Enseguida se han multiplicado los mensajes de alarma: “¡Ojo, la ultraderecha está aquí!”. El periódico español El País se apresta a pedir “unidad frente a la extrema derecha” en un editorial claramente ideológico. 

¿Qué significa esto? ¿Por qué crece en Europa, también entre los jóvenes, la tendencia a votar a partidos tildados de ultraderecha? ¿Por qué se sorprenden tanto de esta tendencia quienes han estado dominando, desde posiciones liberales y socialdemócratas, el panorama político y cultural en las últimas décadas? No creo que la respuesta a estas preguntas se pueda reducir a una o dos razones, pero intuyo que hay varios elementos que pueden arrojar algo de luz. 

El primero se podría resumir con la palabra “hartazgo”. Un número creciente de ciudadanos europeos (desde los jóvenes hasta los agricultores y trabajadores autónomos pasando por los pensionistas y los sanitarios) está harto de un modo de hacer política que se ha ido alejando de las necesidades y preocupaciones de la gente, se ha deslizado hacia cuestiones muy ideológicas y se ha enredado en una burocracia costosísima, endogámica y con frecuencia corrupta. La gente no quiere seguir pagando impuestos que no se traducen en una mejora significativa de la calidad de vida o ser catequizada por quienes han sido votados para cumplir otros deberes. En pocas palabras, los jóvenes no quieren vivir peor que sus padres y abuelos, ni ser anestesiados con un modo de vida que promueve el entretenimiento permanente más que el trabajo digno y el sacrificio.


El segundo elemento es el desprecio a la Tradición. Las élites globalistas quieren hacer tabula rasa de las raíces culturales (también cristianas) de Europa en aras de una especie de tecnocracia que reduce a los ciudadanos a piezas manipulables de un engranaje dominado por la tecnología en el que los criterios humanistas se van difuminando hasta desaparecer. Las legislaciones en favor del aborto, la eutanasia, el cambio de sexo, etc. serían solo la punta de un iceberg ético y cultural mucho más profundo. 

Todo lo ligado a nuestra herencia cristiana se considera retrógrado y obsoleto. El progresismo exige “avances” que nos lleven a una patria inexistente. ¿Hace falta ser estúpido como para no comprender que cuando se banaliza o se desprecia lo que nos ha nutrido durante siglos, cuando se pretende reescribir la historia, se están poniendo las bases de una reacción defensiva que puede ser claramente desproporcionada y hasta beligerante? 

El tercer elemento tiene que ver con un globalismo entendido de manera superficial. Cuando muchos europeos asisten impotentes a una progresiva islamización de la sociedad en nombre de la democracia y los derechos humanos, se preguntan qué tiene que ocurrir para que nos demos cuenta de las consecuencias que esto tendrá a medio y largo plazo, precisamente en relación con la democracia y los derechos humanos.


El desafío no es luchar contra la ultraderecha, como proponen hoy muchos políticos y comunicadores, sino hacer una profunda autocrítica de los factores que han conducido a su crecimiento. Como la historia nos muestra, cuando la democracia se convierte en partitocracia y se corrompe, se ponen los cimientos para propuestas autoritarias e incluso totalitarias. Cuando no se integra la Tradición en la modernidad y se desprecian las raíces culturales, se provoca la reacción del tradicionalismo. Cuando la multiculturalidad se convierte en un ideal en sí mismo, sin un proyecto común de sociedad, se despiertan los demonios xenófobos que todos llevamos dentro. 

Creo que, a lo largo de los años, he compartido desde este Rincón puntos de vista y propuestas que en nada se parecen a las que sugieren los llamados movimientos y partidos de ultraderecha, tanto en campo social como eclesial. Creo que, en general, sucumben a la tentación de proponer recetas fáciles para problemas complejos, pero eso no significa que pase por alto el descontento del que se hacen eco, el anhelo de valores sólidos que no sucumban a la volatilidad e incertidumbre con las que hoy sobrevivimos.

El auge de la ultraderecha en Europa y Estados Unidos (que irá a más en los próximos años) es una luz roja que se enciende para advertirnos de que algo estamos haciendo mal en nuestra autosatisfecha cultura liberal, de que hemos traspasado algunas líneas que ponen en riesgo nuestro futuro como humanidad. Antes de mirar la paja en el ojo ajeno veamos la viga que llevamos en el nuestro. No hay mal que por bien no venga.