Desde el domingo por la mañana me encuentro en la casa de espiritualidad que las Esclavas de Cristo Rey tienen en el suroeste de Roma, sobre una de las colinas del monte Cucco. Esta casa me resulta familiar porque he estado en ella en varias ocasiones cuando vivía en Roma. Estoy acompañando a las Hermanas Hospitalarias en el retiro inicial de su XXII Capítulo General. Admiro a estas hermanas que, siguiendo la estela de su fundador, san Benito Menni (1841-1914), dedican su vida a los enfermos mentales y a las personas con distintas discapacidades psíquicas.
En el Capítulo participan 32 hermanas provenientes de países como España, Portugal, Francia, Italia, Reino Unido, Vietnam, Colombia, Camerún, Ghana, China, Mozambique, etc. Representan a las más de 800 hermanas presentes en 25 países. Todo lo han preparado con precisión quirúrgica. Se respira un ambiente fraterno y sereno. Acabado el retiro, celebrarán el 24 de abril la fiesta de su santo fundador. Es una buena manera de empezar el Capítulo.
El sábado por la tarde di un paseo por el centro de Roma. Aunque prometí orar por los lectores del Rincón en la basílica de san Pedro, no pude hacerlo. La cola para entrar era kilométrica, así que lo hice en otra iglesia de la plaza Navona. No sé si es por la primavera o porque tras la pandemia hay un deseo irrefrenable de viajar, pero el centro estaba repleto de gente. Con todo, me arriesgué a recorrer a pie la calle del Corso y a hacer una incursión en la plaza de España.
Después de años desaparecidas, han vuelto las azaleas a la célebre escalinata. La nota de color confiere a ese lugar un encanto añadido al de su belleza arquitectónica. Roma, aunque esté sucia o en obras (como es el caso actual), es siempre Roma. Las autoridades lo saben. La gente va a seguir viniendo. Por eso, no se esmeran demasiado en mantenerla limpia y organizada, aunque ahora se nota que el Jubileo del 2025 está a las puertas. El centro está lleno de obras.
El tiempo pascual sigue su curso. No es fácil mantener la tensión durante cincuenta días. Quizá la única manera es dejarnos guiar por la Palabra, que siempre es nueva, aunque la sepamos de memoria. Me impresionan estas palabras de Jesús en el evangelio de hoy: “Vosotros no creéis, porque no sois de mis ovejas. Mis ovejas escuchan mi voz, y yo las conozco, y ellas me siguen, y yo les doy la vida eterna; no perecerán para siempre, y nadie las arrebatará de mi mano”.
¿Escuchamos nosotros la voz de Jesús o nos dejamos seducir por otras voces que halagan nuestros oídos? ¿Somos de sus ovejas o hemos desertado del rebaño? ¿Seguimos al Pastor bueno y hermoso o preferimos seguir a otros líderes que nos prometen el cielo en la tierra? Creer es, sobre todo, un acto de la voluntad, no de la inteligencia. Para creer, hay que “querer” creer. La fe nunca es el resultado de un impecable proceso lógico o de una evidencia intelectual. Es un acto de confianza en quien se nos ha presentado como el Camino, la Verdad y la Vida. Solo desde dentro de la experiencia de fe empezamos a comprender.
Gracias por el consejo que nos das hoy y que me interpela: “Quizá la única manera es dejarnos guiar por la Palabra, que siempre es nueva, aunque la sepamos de memoria.”
ResponderEliminarA veces, no dejo que me descubra nuevos caminos… Y cada día, puedo dejarla resonar diferente… Necesito apertura y confianza en que el Señor nunca falla.
Gracias Gonzalo por tus oraciones, el lugar no importa.